Exposición 'Odisea 1937', en la sede de las Juntas Generales de Bizkaia. Ivonne Iturgaiz

La memoria de la juventud truncada por la Guerra Civil brilla en una exposición bilbaína

Las Juntas Generales de Bizkaia acoge más de 40 fotos que ilustran la estancia de heridos y enfermeras en el Hospital la Roseraie de Bidart

Jueves, 4 de septiembre 2025

La exposición 'Odisea 1937' representa uno de los proyectos más originales y emotivos  de memoria histórica desarrollados recientemente en Euskadi. Comisariada por Aitor Miñambres (Director ... del Museo Memorial del Cinturón de Hierro de Berango) y Mauro Saravia (fotógrafo), abarca más de 40 imágenes en blanco y negro, paneles informativos y mapas que dan cuenta de la experiencia de tres jóvenes, de entre 17 y 20 años, que sufrieron el hachazo de la Guerra Civil y lucharon por seguir adelante. Pese a las heridas físicas y la incertidumbre, que contrarrestaban con la esperanza y el ímpetu de la edad, tuvieron ocasión de vivir momentos de auténtica amistad y camaradería en el hotel La Roseraie, en Bidart, reconvertido en centro sanitario, y en el buque-hospital 'Habana', atracado cerca de Burdeos.

Publicidad

La muestra, que se inauguró el año pasado en Photomuseum de Zarautz , se ha enriquecido con material documental inédito y esta semana hace parada en la sala de exposiciones de las Juntas Generales de Bizkaia. Se podrá visitar hasta el día 29 y es un viaje en el tiempo que refleja la odisea de los gudaris y civiles vascos que fueron heridos, exiliados y atendidos por el Gobierno vasco entre 1937 y 1940. «La guerra truncó la vida de toda una generación y no hay que olvidarla. Tampoco las iniciativas que se pusieron en marcha para ayudarles. La Roseraie había sido un hotel de lujo y se alquiló para ponerlo al servicio de los damnificados. Y no solo eso, también ofrecía talleres de zapatería, electricidad, mecánica, carpintería... Se quería evitar que la minusvalía impidiera su reincorporación al mercado laboral», explicaba ayer el comisario Aitor Miñambres, arropado por los familiares de aquellos chicos y chicas que posan en las fotos. Llenos de vida.

Tambiéb pelota y natación

Se les ve tumbados en la hierba, abrazados y haciendo piña junto a los médicos, en los ensayos del coro que dirigía Gregorio Urbieta o listos para jugar a pelota vasca o nadar, porque las instalaciones también permitían actividades deportivas. Se calcula que más de 1.600 combatientes y civiles pasaron por La Roseraie. La plantilla sanitaria era de 70 profesionales y el presupuesto anual del centro superó en 1938 los dos millones de francos. Cerca del 40% se destinaba a la alimentación. «Fue una época durísima pero ama siempre hablaba de ella con mucho cariño. Tenía 17 años, era enfermera y se volcaba en los demás. En La Roseraie se encontró con una solidaridad y entrega increíbles...», cuenta la hija mayor de la enfermera Gotzone Arancibia, que al terminar la Guerra Civil volvió a Euskadi pero renunció a ejercer la profesión en Basurto porque no quiso jurar lealtad a los principios del Movimiento.

A su primogénita, que también se llama Gotzone, se le humedecen los ojos mientras acaricia el retrato de esa mujer que terminó ganándose la vida en la clínica privada de un dentista y dejó de trabajar al tener seis hijos. «Ninguno de nosotros ha seguido la carrera de Medicina. Yo soy religiosa dominica y vivo en Valladolid», detalla con una sonrisa. Se siente orgullosa y sorprendida por la envergadura de la exposición. Nunca se imaginó que los archivos familiares llegarían a tener tanto impacto y divulgación. Lo mismo piensa Javier Arumbarrena, sobrino de Manuel, que combatió en el frente de Otxandio y sufrió la amputación de parte de la pierna izquierda. ¡

Publicidad

«Mi tío era un hombre callado. No se casó y tampoco hablaba mucho de aquella época. Quizás le quedara el miedo a las represalias... Entró a trabajar como guarda en una empresa y en el fondo yo creo que deseaba pasar página. Eso sí, nunca tiró las fotos», recalca el sobrino a pocos metros de una instantánea que muestra a Manuel Arumbarrena agarrado al manillar de una bicicleta, en las inmediaciones de La Roseraie. Pese a faltarle un pie, sabía mantener el equilibrio y ante la cámara es la viva imagen de la alegría y el triunfo.

Ningún paciente se imaginaba que el hospital cesaría su actividad en 1940 y acabaría en manos de los alemanes. La ikurriña se arrió, fue reemplazada por la cruz gamada y muchos vascos se vieron de nuevo en el infierno. Entre ellos, Federico González Santiago, natural de Erandio, que era tipógrafo y afiliado a la UGT. Desde el principio tuvo una odisea que no le dio respiro. Le pegaron un tiro en el brazo mientras combatía en la 13ª Brigada del Ejército de Euzkadi y peregrinó por hospitales de Bilbao, Santander y Asturias. Finalmente pasó una temporada en el buque-hospital 'Habana' –que pesaba 14.000 toneladas y era el mayor navío español de la época– y terminó en La Roseraie. Al concluir la Guerra Civil, fue detenido en Irún y trasladado al campo de concentración de Miranda de Ebro. Gracias a los avales de dos vecinos franquistas, se le puso en libertad al cabo de 15 días. Poco tiempo pero suficiente para sufrir pesadillas. 

Publicidad

Recuperó su trabajo, contrajo matrimonio y tuvo tres hijos. Después de la muerte de Franco vio reconocidos su derechos como mutilado de guerra. Vivió hasta 2006 y hasta el final conservó meticulosamente todos los documentos, carnés, tickets médicos, avales y credenciales que atestiguaban su estancia en La Roseraie. Era un hombre que no quería olvidar.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Accede todo un mes por solo 0,99€

Publicidad