'La Manada' sale a escena en Bilbao
Hoy llega al Arriaga 'Jauría', la obra de Kamikaze basada en las transcripciones del juicio que protagoniza María Hervás
Si el conflicto es la esencia del teatro, el nudo que ata a los espectadores a la butaca, 'Jauría' se acerca a su máxima expresión. Para muchos es una de las obras imprescindibles del año, para otros un mal recuerdo de un hecho demasiado cercano. El relato de la violación en grupo a una joven en la primera noche de los Sanfermines de 2016 terminó de escribirse el pasado mes de junio, cuando el Tribunal Supremo elevó de nueve a quince años las condenas a los cinco miembros de 'La Manada'. Para entonces, la obra de Kamikaze Producciones que ahora llega al Arriaga llevaba cinco meses en los escenarios, y le añadieron un pasaje como conclusión. Es una herida sin cicatrizar y eso duele.
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El autor, Jordi Casanovas, supo enseguida que había material dramático en las crónicas del juicio que tuvo lugar en la Audiencia de Navarra. El texto se basa en las transcripciones sin una sola palabra de ficción, y eso se lo pone más difícil a los actores. Cuentan que en los primeros ensayos, bajo la dirección de Miguel del Arco, había una seriedad «casi religiosa. Muchísimo respeto y muchísima carga», dice Fran Cantos, que interpreta a 'El Prenda' y al presidente de la Audiencia. Fuera también se palpaba cierta tensión. Alguien escribió «Fuck monetizar los dramas» en el cartel, retiraron un vídeo promocional de Facebook y hubo plazas reticentes a engancharse a una gira que, sin embargo, no ha dejado de crecer. Incluso hay funciones para alumnos de institutos porque este teatro-documento es un valioso material educativo. La obra ha llegado a Uruguay, donde en el patio de butacas coreaban consignas como «Tocan a una, nos tocan a todas», y a Costa Rica. En Bizkaia pasará también por Barakaldo y Santurtzi.
María Hervás, que interpreta a la víctima y a la fiscal, se fue a casa con náuseas más de una vez tras los ensayos. Ha hecho trabajos técnicamente más difíciles, como el monólogo «Iphigenia en Vallecas» que le valió el Max y el Premio Ercilla a la mejor actriz, pero ,«por el nivel emocional en el que he buceado, este es el que más me ha removido por dentro», asegura. «También me recuerda por qué me dedico a contar historias y, si tengo suerte, historias que me importan. Creo que puede ayudar a limpiar muchas heridas y a configurar sensibilidades más saneadas. Si lo consigo, aunque sea con una mínima parte del público, me doy por satisfecha. A mí ya me ha cambiado, soy mejor persona después de hacer »Jauría«.
«Ahondar en el personaje»
Fran Cantos, Pablo Béjar, Ignacio Mateos, Javier Mora y Martiño Rivas encarnan a los violadores y a los abogados y magistrados del proceso, con la premisa de «no imitarles». También ponen voz a los mensajes de wasap que hablan «de un comportamiento del hombre respecto a la mujer normalizado a lo largo de los siglos. Siempre tienes que ahondar en el personaje que interpretas y defenderlo a ultranza, aunque eso te ponga en un conflicto tremendo con tu propia realidad», sostiene Cantos.
Martiño Rivas, que interpreta al guardia civil de 'La Manada' entre otros papeles, explica que en esta obra hasta los aplausos «son distintos». Al caer el telón se hace el silencio, «cuesta arrancar porque es una función que hay que digerir y procesar. Entristece porque sabes que refleja algo que está en tu entorno». La violación, las faltas de respeto en el interrogatorio, el «jolgorio y regocijo»... «El maltrato al que es sometida la víctima se produce desde distintos lugares y con distintos estilos, pero en el fondo es el mismo».
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El público «tiene la necesidad de tomar aire» antes de aplaudir y los actores también. «Acabamos abrazados para darnos un respiro, mirarnos a los ojos y saber que estamos juntos contando esta historia». A María Hervás le emociona «la conmoción que genera esta obra en hombres y mujeres. Recibimos un montón de mensajes contando movimientos que han surgido a raíz de ver »Jauría«». A Rivas, que ha trabajado mucho el acento andaluz –«queríamos que fuese honesto y estuviese impregnado de realismo»– este proyecto le ha ayudado «a tomar conciencia de la desigualdad latente, de conductas que aunque no violen el Código Penal son un caldo de cultivo. Creo que hay que corregirlas cuando seamos testigos, sin frivolizar con ello ni minimizarlo. Aunque nos digan »ya está el políticamente correcto, el cortarollos«, es importante no ceder».
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