De las lamias al Aideko, el cátalogo de los seres miticos vascos

Reflejados o no habitualmente en los libros, estos protagonistas de la tradición oral -que hace mucho que dejaron de asustar a los niños en las noches de tormenta junto a la lumbre de las casas de las aldeas de la costa cantábrica, donde se compartían estos relatos- son la prueba de que «los arquetipos se repiten por todo el mundo y de que los mitos y leyendas nos han hablado siempre de problemas e inquietudes del ser humano. Nos conectan con la visión del mundo de nuestros ancestros y con los problemas esenciales de la gente». Y como completa el propio autor en esa introducción de título 'Preludio a las bestias', «conforma el lenguaje originario de la Humanidad. Representa la trascendencia, el misterio y la imaginación. Abre el ojo de la visión interior, que ve mucho más allá del tiempo y el espacio». Si se le da voz a Emilia Pardo Bazán, que junto a otros estudiosos del folclore tiene su espacio en este bestiario del siglo XXI, se entenderá también una memoria que ayuda a completar el pasado.

Ahí están los seres que explican por qué llueve o truena, como el Nubeiro gallego o Nuberu asturiano, cántabro y berciano; por qué hay bruma sobre las olas del mar, a lo que responden los espumeros asturianos; de dónde viene la niebla, que en Euskadi se explicaba por el Aideko, que en Labort dirige las tormentas, fenómeno meteorológico del que Urtzi es el rey.

Muchos hablan de muerte, una de las grandes preocupaciones de ayer y de hoy y problamente de mañana. La Santa Compaña es de las más famosas fuera de Galicia, pero allí anuncia la muerte también la raposa do aire y en Asturias se contaban las historias de la Güestia, del carru de la muerte, de la muerte mesada, y en Cantabria estaba el gallo de la muerte. Seres con apariencia de bella mujer que se peina junto al agua hay unos cuantos (la moura, la xana, la lamia), como viejas malvadas (la meiga y la orcavella, la guajona).

Pablo Gallo empezó a interesarse por la vertiente gallega cuando de niño le dieron a leer, en la escuela, un libro de leyendas de su tierra. «Me volaron la cabeza. La mitología te abre mil puertas, esos animales fantásticos, esas creencias de los ancestros. Te despierta la curiosidad». Que es precisamente lo que quería hacer él con esta «mitología comparada» del norte, «una obra de carácter poético». Los nombres prometen: Alicornio, Manona, Roblón, Osa de Andara, Gaueko...