Txani Rodríguez, frente a la fachada de la Alhóndiga, vuelve a tratar los temas que le preocupan en una novela «más luminosa». pankra nieto
Txani Rodríguez | Escritora

«Hay que ir para adelante sin olvidar por dónde hemos pasado»

La protagonista de su novela 'Los últimos románticos' vive en un mundo en constante cambio. «Toca fondo y tiene que evolucionar»

Miércoles, 3 de junio 2020, 00:03

Irune trabaja en una fábrica de papel, le regalan papel higiénico para casa -tiene montones, el sueño de cualquier ciudadano de pandemia- hace papiroflexia, lleva ... a la tumba de sus padres flores de papel. La narradora de la última novela de la alavesa Txani Rodríguez, 'Los últimos románticos' (Seix Barral), vive en un mundo frágil y en constante cambio, ya sea porque desaparece o porque se recicla.

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- Todo este papel, ¿nos habla de la fragilidad de esto que vivimos?

- Sí, pero también se recicla, tiene muchas vidas, como a veces tenemos las personas. El papel tiene una historia larguísima y sigue cumpliendo su función; ahora en la pandemia, el papel higiénico ha causado furor. Y el libro de papel sigue subsistiendo, y se ha anunciado su muerte en reiteradas ocasiones.

- ¿Irune tiene otras vidas?

- Sí, ella tiene que reciclarse o al menos evolucionar. Está muy anclada a su pasado, que fue feliz. Contaba con sus padres y el tiempo se los arrebata, como suele hacer siempre el tiempo con las personas que queremos. Ella echa de menos un mundo que ya, por razones distintas, está desapareciendo. Pero quedarte anclado en el pasado es una trampa. No te deja vivir. Hay un momento en que toca fondo, está en un duelo mal resuelto y llega el momento en que por fin reacciona. Es un proceso largo, porque no nos ponemos bien de la noche a la mañana. Tenemos que permitirnos tiempo para estar mal, para nuestros duelos.

- ¿Este personaje tiene que ver con usted?

- Sí, aunque es muy distinto a mí. Yo, por suerte, no estoy tan sola aunque tengo un sentimiento muy fuerte de soledad desde pequeña, no sé por qué, yo he sido una niña muy querida. Y creo que, si no lloras en su momento, a lo mejor en dos años tienes un ataque de ansiedad y no sabes muy bien por qué. Sí he sufrido pérdidas y tengo mucho miedo a la soledad. Es ficción ficción, pero soy yo la que escribe.

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- 'Los últimos románticos' apunta a la necesidad de conjugar el cambio con el mantenimiento de algunos valores, para no tirarlo todo al avanzar.

- Hay que ir para adelante pero luchar contar el olvido. Creo que no hay que olvidar por dónde hemos pasado. Olvidamos muy rápidamente, ahora estamos viéndolo también. Si lo hemos pasado mal, no hay que olvidarlo. Y ella no quiere olvidar, pero el problema es que eso le hace estar quieta. Habría que poder conjugar olvidar y no. Irune pertenece a un mundo en el que había más solidaridad entre la clase trabajadora; ahora, con tanto eventual, es imposible organizar...

- Y con el teletrabajo...

- El teletrabajo nos va a dejar más aislados a la hora de reivindicar derechos. Y en ese mundo que desaparece están las comunidades de vecinos más familiares, se podía contar con el apoyo de otras personas para ciertos cuidados. Eso se ha perdido. El cuidado de los mayores también.

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Amabilidad, por favor

- ¿El paisaje es otra de esas pérdidas?

- En la novela los bosques han sido sustituidos por plantaciones de eucaliptos. Una gran explotación industrial porque el entorno vive del papel.

- Estos temas estaban ya en sus anteriores novelas.

- Sí, la relación de las personas con la naturaleza, el paisaje. La soledad es uno de mis temas; porque me da miedo, creo.

- ¿La gran diferencia es que en esta hay más luz?

- Dicen que es una novela más luminosa y eso me gustaría que fuera. Acompañamos a Irune en una especie de resurgir, y en su historia de amor. Y hay humor, porque como ella está muy sola no hace contacto con la realidad, llega a conclusiones muy por libre y suena un poco estrafalaria. Va a su aire y eso nos resulta cómico, aunque habla muy en serio.

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- En algún momento usted ha dicho que es una novela bonita. ¿Ese adjetivo está denostado?-

- Sí, como bondad y amabilidad. Ser amable no cuesta nada y reconforta mucho. Ni siquiera es ese compromiso de gran alcance, es solo amabilidad. Durante mucho tiempo ha tenido más prestigio la maldad, que se ha asociado a la inteligencia, y el crítico feroz ha parecido más inteligente que el comprensivo.

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