Los diseñadores Stefano Gabbana y Domenico Dolce. Luca Bruno
Sin rodeos

Un debate infinito

'Alta Moda', de Dolce & Gabanna, ha recibido un aluvión de críticas

Modelos vestidas con sotanas de inspiración cardenalicia, símbolos de la estética religiosa, colores más o menos canónicos y un desfile de moda que evocaba una ... procesión religiosa y devocional. Pues sí, la presentación en Roma a mediados de julio de la colección 'Alta Moda' de Dolce & Gabanna ha generado un aluvión de críticas y el retorno a un nuevo y acalorado debate sobre el irrespeto de la sacralidad y el límite de la apropiación cultural. La verdad es que las fotos del desfile testimonian un sublime y sofisticado diseño, barroco y pleno de teatralidad, con siluetas de formidable historicismo y de notable imaginación.

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Pero esta audacia estilística, lógicamente, tenía también su punto de provocación comercial, de mezcla atrevida para estimular la tensión entre moda y religión o entre el respeto a la sacralidad de los símbolos del catolicismo y la interpretación extravagante de su estética con fines puramente crematísticos.

Bueno, de un lado el considerar globalmente que la descontextualización y la banalización de cualquier elemento cultural resulta ofensiva para la comunidad donde surgió originalmente o incluso para sus creencias parece no solo un poco excesivo, sino que también supondría un impedimento dogmático en el empleo de patrones indígenas, prendas tradicionales o símbolos religiosos en cualquier diseño de moda.

Véase el caso de los boleros o la estética goyesca, del kimono y el japonesismo o de otros muchos estilismos que siguen patrones orientales, a veces religiosos, todos ellos usuales en un mundo interconectado y de evidentes mestizajes culturales. Otra cosa es, por supuesto, la trivialización irrespetuosa de las culturas minoritarias y la conversión de los ritos y los símbolos religiosos en estereotipos comerciales que menosprecian su trascendencia espiritual.

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De ahí que estemos ante un debate tan irresuelto e infinito como sometido a dogmatismos, con lo cual solo queda un difícil y teórico término medio, es decir, el del compromiso por un equilibrio entre la libre creatividad y la debida atención a la diversidad cultural y a las creencias religiosas.

  1. Turismo cultural

    Mucho cuidadito

Que el flujo del turismo cultural global depende de factores políticos y económicos o incluso de la percepción sobre las condiciones de acogida en cada destino es cosa bien sabida. Por eso mismo, mucho cuidadito con las políticas autárquicas, la turismofobia, las tasas locales que lo gravan o los discursos que se victimizan ante el modelo del negocio turístico. Vean si no lo sucedido con las cifras de visitantes de algunas grandes instituciones culturales. Por ejemplo, la Tate Modern de Londres, una de las más visitadas del mundo, que ha perdido más de 2,6 millones de visitantes en los cinco últimos años, incluidos 1,4 millones de extranjeros.

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Según sus responsables, esta caída no solo es achacable a los efectos de la pandemia, sino también a las tasas, visas y formalidades administrativas implantadas tras el Brexit. Por descontado, pronto veremos también en lo grandes museos estadounidenses los efectos de las restricciones impuestas al turismo por la administración Trump. El turismo masivo tiene sus problemas, ya lo digo, pero guste o no genera riqueza y empleo.

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    Comenzar con el fuego

«Cuando anuncie extintores, comience con el fuego». La vieja cita del publicista David Ogilvy viene de perillas para explicar la controversia por el anuncio de los vaqueros American Eagle que ha hecho Sydney Sweeney, sensual y voluptuosa, tan segura como cuando lució unas sudaderas con aquel mensaje provocador: «Perdón por tener las tetas grandes y las opiniones correctas». Por supuesto, la actriz es adepta al movimiento MAGA, con lo cual ya hay quien ve en el mensaje textual de su nuevo anuncio un juego de palabras entre la publicidad tradicional y una proclamación genésica, muy propia del supremacismo blanco. Trump ya ha glorificado el anuncio, mensajeando en mayúsculas que le parece el «más caliente del momento y que ser woke es para perdedores». El debate se enciende, las ventas se disparan y las acciones de American Eagle suben. Ya lo saben: Si anuncian extintores, comiencen con el fuego.

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