Es sin duda llamativo el contraste de estos últimos meses entre el cuestionamiento de la actual marca Balenciaga -tras el error de su última campaña ... publicitaria-, y el interés por todo aquello que se vincula a Cristóbal Balenciaga. Será quizás la formidable aportación formal del maestro de Getaria a la historia de la moda o tal vez su ejemplo de rigor en el oficio sartorial, pero lo cierto es que el interés por su obra y biografía genera a diario una demanda de alta cotización. Véase que esta misma semana una docena de sus vestidos icónicos que hasta ahora pertenecían al coleccionista Didier Ludot alcanzarán altos remates en una subasta parisina, los mismos que hace meses lograron las piezas escultóricas de Janine Janet que lucían en su tienda-atelier de la Avenue Georges V o los dibujos de su figurinista Alfredo Bouret, estos procedentes de la colección de la diseñadora de telas Andrée Brossin de Méré.Todo ello resalta la enorme importancia patrimonial, documental y económica que tiene ahora la adquisición de más de 8.000 dibujos y documentos del maestro, un conjunto tan valioso para el estudio de su proceso creativo como para el entendimiento de la evolución de su 'griffe'. Lo mismo que Chanel, Dior o Schiaparelli -y a diferencia de Saint Laurent, Lagerfeld, Lacroix o Gaultier-, Balenciaga no dibujaba, sino que iniciaba su proceso creativo directamente con las telas. Sin embargo, estos dibujos o bocetos de 'atelier' -diferentes de aquellos figurines enviados a las revistas- son una pieza clave -por las anotaciones o indicaciones del maestro- para conocer la filosofía y la evolución de sus formas y soluciones. También constituyen un formidable patrimonio documental vasco, pero las instituciones no deberían descuidar el incremento de ese otro y mayor patrimonio cultural, como es el textil y vestimentario de Balenciaga.
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