Iñigo y Javi, subidos a un viejo autobús durante su aventura en Nueva Zelanda. I. Lamana

Pedaleando para hacer realidad un sueño: el emotivo documental de dos bilbaínos rodado en Nueva Zelanda

La película de Iñigo Lamana y Javi Fernández sobre su aventura en bicicleta se podrá ver en el Euskalduna el 9 de diciembre tras ser seleccionada a concurso por el festival 'BBK mendi film Bilbao-Bizkaia'

Sábado, 6 de diciembre 2025, 00:44

Al final de una vida, en sus últimos momentos antes de apagarse para siempre, nadie se arrepiente de no haber trabajado más horas. Es lo que sostienen los profesionales que trabajan en cuidados paliativos acompañando a las personas que están a punto de abandonar para siempre este mundo. ¿Y de qué se lamentan estos hombres y mujeres en sus últimos instantes de existencia? Además de no haber pasado más tiempo con sus seres queridos, también suele aparecer en sus postreras confesiones una idea recurrente: no haber perseguido sus sueños. Ese es precisamente el tema central del documental 'The road we never rode' ('El camino que nunca recorrimos'), protagonizado por dos bilbaínos, Iñigo Lamana y Javier Fernández, que se embarcaron en la aventura de atravesar Nueva Zelanda, de norte a sur, en bicicleta.

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Curiosamente, la idea de viajar a nueva Zelanda surgió en otro país plagado de marcos incomparables: Escocia, donde Iñigo y Javier, de 35 y 34 años respectivamente. se conocieron en 2014 gracias a amigos comunes cuando ambos se encontraban viviendo allí. «Hicimos muy buena relación», destaca Lamana en declaraciones a EL CORREO con motivo de la proyección de su documental de 35 minutos de duración seleccionado a concurso por el festival 'BBK mendi film Bilbao-Bizkaia', que se desarrolla en el Palacio Euskalduna del 5 al 14 de diciembre.

Allí, dieron rienda suelta a su gran pasión: el bikepacking, una de las formas más populares de cicloturismo. Se trata de viajar sobre este vehículo de dos ruedas prácticamente con lo puesto metido en una bolsa que se monta directamente en el cuadro de la bici. Esta equipación minimalista permite a sus seguidores una completa libertad de movimientos, desplazándose a golpe de pedalada a lomos de sus gravel, modelos con un paso de rueda más ancho y con taco, que están preparadas para desplazarse por todo tipo de caminos, desde asfaltadas carreteras a senderos de grava, de ahí su nombre, en plena naturaleza.

El caso es que en su primera excursión por tierras escocesas, Iñigo y Javi se toparon con un veterano ciclista, de unos 70 años, que les aseguró «sin pensárselo dos veces» que el mejor lugar para practicar el bikepacking era Nueva Zelanda. Y esa idea, plantada como una semilla en sus cerebros, terminó germinando el año pasado cuando ambos decidieron cumplir su particular sueño. Antes, en 2017, Iñigo ya comprobó de primera mano con sus paseos en bici «el brutal potencial» de este país, formado por dos grandes islas, en el que vivió durante todo un año tras mudarse por motivos de trabajo. Pero la idea de atravesarlo de norte a sur con su amigo seguía intacta en su mente.

Un día de planificación

I. Lamana

Hasta que, siete años después, se liaron la manta a la cabeza con un «'vamos?', 'venga vamos'». Llama la atención que su expedición se gestara con sólo un día de planificación. «Compramos vuelos y ya está», rememora. De hecho, esta forma de conocer otros pueblos se basa en la continua improvisación, sin saber uno dónde se va a pasar la noche o dónde comer. Se trata buscar sitios «sobre la marcha». Finalmente, el 1 de enero estos trotamundos natos iniciaban en Auckland el primero de los 2.500 kilómetros que les separaban de Queenstown, su meta final.

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Su aventura de 22 días, repartida en 20 etapas con solo dos jornadas de descanso, había comenzado. Y todo ello sin ayudas oficiales. Con sólo dos bicicletas cedidas por Orbea y la ropa suministrada por Gsport, «una marca con la que trabajo», señala Lamana. En total, se gastaron 2.000 euros por cabeza, sin contar los billetes de avión, en un periplo en el que, «afortunadamente, todo salió bien». «Al ir en bici te ahorras tu dinero en gasolina y es un país en el que no es muy caro comer», destaca entre risas.

¿Y cómo surgió la idea de convertir un sueño en un documental de 35 minutos lleno de paisajes espectaculares? Lamana, que cuenta con su propia productora Unlock Studios, decidió documentar su viaje, captar el momento, con la ayuda de una cámara de mano y un dron. Todo ello para tratar de inspirar a las personas a que se atrevan a emprender sus propias aventuras. «La bici es nuestro instrumento y Nueva Zelanda el paisaje, el decorado. Pero la clave son todas las historias que vivimos, la gente que conocemos en el camino». Y eso que «hubo etapas en las que no nos encontramos con nadie en todo el día cuando cruzábamos desiertos o valles», añade.

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Gente «muy acogedora»

I. Lamana

¿Y cómo son los neozelandeses en las distancias cortas? «Son gente muy orgullosa de su país y al mismo tiempo muy acogedora», ensalza Iñigo a la vez que pone un ejemplo. En uno de los lugares que buscaron para dormir, una señora que vivía en una casa enorme les contó que había fallecido su marido, por lo que estaba agradecida de tener alguien con quien hablar. Cuando vio que los cicloturistas sacaban un lata de atún y algo de pasta para cenar, les paró en seguida con un «olvidaos de eso». «Nos preparó una comida elaborada. Esas cosas, si lo hicieses de otra forma, te las hubieras perdido», recalca.

El director de 'The road we never rode' se refiere al hecho de recorrer el país en bicicleta. «Si hubiésemos ido en coche, seríamos unos turistas más», sostiene. El hecho de llegar a los sitios pedaleando llamaba la atención de los autóctonos. «Los neozelandeses son muy curiosos. Querían saber de dónde éramos y se sorprendían de que hubiéramos llegado desde tan lejos», explica. ¿Y saben localizarnos en el mapa? «,Conocen España de sobra», asegura. «Hay gente que incluso sabe qué es el Basque Country. Y eso que viven literalmente en las antípodas. Si excavas un túnel desde aquí hacia abajo, apareces directamente en Nueva Zelanda», señala.

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En contrapartida, Iñigo y Javier les insistían en la suerte de vivir en un lugar con unos paisajes tan espectaculares que ellos «han normalizado». No en vano, Nueva Zelanda fue el escenario elegido para rodar la trilogía de 'El señor de los anillos'. «Nuestros amigos nos han mandado imágenes de las películas que correspondían a las nuestras cuando pasábamos por allí, aunque no era algo que buscáramos expresamente», aclara. Además de los sitios que parecen sacados de una novela de fantasía, «nosotros les recordábamos, que viven en un país privilegiado. A nivel de seguridad es una pasada y su infraestructura es perfecta para viajar con la bicicleta.», explica Lamana.

Gestos sencillos para ayudar a los demás

Iñigo Lamana y Javi Fernández, en un momento de descanso. I. Lamana

Las anécdotas del viaje se van apelotonando en la conversación como cuando compitieron con cinco niños, de unos 10-12 años, para dirimir si sus bicis eran más rápidas que las mountain bike de los chavales. Por supuesto, los bilbaínos ganaron. «Aún hoy en día varios de ellos nos preguntan por Instagram 'oye Iñigo, ¿cuándo sacas el documental?'. Les hizo ilusión que vinieran dos chicos de Europa y les echaran una carrera», afirma. Es parte del mensaje de la película: qué fácil es, con gestos sencillos, mejorar el día a día a las personas como cuando un ciclista local, «cuando íbamos reventados», se puso delante de ellos «durante 40 o 50 kilómetros cortándonos el viento» «Eso en ciclismo se nota mucho«, resalta.

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Recuerdos inolvidables que no hubieran existido si se hubiesen quedado en casa. Como un «precioso amanecer» en plena naturaleza aprovechando que se alojaban, totalmente solos, en unos bungalows situados en lo alto de una subida. «Me desperté antes que Javi y le dije: 'Ven a ver esto'. Eran unas imágenes como de un sueño: niebla abajo en el valle... A nivel visual, esos momentos son muy impactantes en la película», añade emocionado.

Mark, el alter ego futuro de Iñigo, durante un momento del reportaje. I. Lamana

Para plasmar en imágenes la idea de que hay que «dejar de poner excusas» y hacer posible nuestros anhelos en la vida real , Iñigo recurrió a Mark, de Carolina del Sur. «Es un señor de 70 años al que utilizamos para que hiciese de narrador. Él viene a ser 'mi yo del futuro'. Esa persona que nunca llegó a realizar el viaje y que vive a través del arrepentimiento de lo que podría haber sido», explica. Hasta que finalmente, él mismo, sin importar su avanzada edad, se lanza a la aventura, un epílogo que invita a una segunda parte de este documental que se proyectará en el Palacio Euskalduna el 9 de diciembre, a las 19.30 horas, con «la asistencia de todos nuestros familiares y amigos». «Será un momento muy especial», subraya Iñigo, muy agradecido de que su trabajo aspire a un galardón en el 'BBK mendi film Bilbao-Bizkaia', un festival al que ambos han acudido durante muchos años como espectadores. «Siempre habíamos dicho que si hacíamos algo, lo estrenaríamos aquí», asegura. Otro sueño cumplido.

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