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El asombroso museo doméstico de Fernández-Valdés en la Gran Vía

El empresario atesoró en su piso de Bilbao la mejor colección de España de su época, que ahora se ve en el Bellas Artes

Martes, 6 de octubre 2020

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La exposición que acaba de inaugurar el Bellas Artes resume la extraordinaria y poco conocida historia de un empresario bilbaíno, Félix Fernández-Valdés (1895-1976), que en su piso en la Gran Vía, número 15, logró reunir la mejor colección de arte de España de la segunda mitad del siglo XX.

Lo hizo con una ambición que no conoció épocas, y así compró obras maestras de los clásicos como El Greco, Anton van Dyck, Ribera, Zurbarán, Murillo y Goya, pero también de los modernos como Darío de Regoyos, Joaquín Sorolla, Ignacio Zuloaga, Julio Romero de Torres, Daniel Vázquez Díaz, José Gutiérrez Solana y Robert Delaunay.

Patrocinada por BBK, la muestra suma 79 obras que en algunos casos nunca han sido expuestas al público hasta ahora, como el 'sorolla' de 1902 titulado 'Después del baño', con la clásica combinación de luz, playa y estampa familiar. Las piezas proceden de los herederos de Fernández-Valdés y de colecciones privadas como las de Abelló, Arango y Botín, y de museos como el Prado, el propio Bellas Artes de Bilbao, el de Asturias, Valencia y el Museu Nacional d'Art de Catalunya, entre otros. Coleccionistas públicos y privados se han surtido de las ventas progresivas de los descendientes del empresario, cuyos fondos alcanzaron las 400 piezas.

El director del museo, Miguel Zugaza, destacó la presencia del coleccionista en la junta del museo entre 1938 y 1967, así como su activa participación en la asociación de amigos del centro y en las exposiciones que realizaron en los años cincuenta y sesenta. A la presentación de este martes, acudió en nombre de la familia el nieto del coleccionista Jaime Fernández-Valdés Zubiria, que destacó la labor de investigación de los comisarios, Pilar Silva y Javier Novo, para reunir las obras dispersas. «Pensábamos que muchas de ellas eran ya ilocalizables», confesó.

El álbum de fotos

Contó cómo se produjo la chispa que ha dado lugar a esta muestra, extraordinaria por la calidad de las obras y también porque descubre un importante capítulo de la historia cultural del País Vasco. Un fotógrafo del museo, Juantxo Egaña, fue a casa de su madre a sacar una foto a uno de sus cuadros por encargo de un experto. Cuando iba a salir vio un lienzo de Zuloaga y le avisó a Novo, coordinador de Conservación e Investigación del Bellas Artes, que entonces estaba organizando la muestra sobre el pintor eibarrés del pasado año.

Novo visitó la casa primero, y luego Zugaza. El nieto del coleccionista les enseñó el álbum de fotos sacadas por una de sus tías de los cuadros de la Gran Vía, antes del reparto de la herencia. De inmediato vieron la oportunidad y la necesidad de reconstruirlo.

La investigación empezó hace dos años y medio, y los descubrimientos no han cesado hasta última hora. El 'Santero' de Zuloaga se localizó después de la muestra del artista en el Bellas Artes, y una acuarela de Modigliani de 1906, la primera obra del italiano en París, entró «en el tiempo de descuento», según Zugaza.

Por su trascendencia, destaca la pintura de Goya 'La marquesa de Santa Cruz' (1805), sin duda la obra más relevante de la colección por su calidad y por la intrincada historia de su procedencia. La investigación llevada a cabo ha desvelado que Valdés adquirió el retrato en 1947 por un millón y medio de pesetas al Gobierno de Francisco Franco, que en 1941 había comprado el cuadro y organizado una operación para regalarlo a Hitler, que finalmente no se llevó a cabo.

Suponía el dictador que le gustaría a Hitler porque en la lira estaba grabada una esvástica. «En realidad, es un lauburu, el emblema de la familia Santa Cruz. Fernández-Valdés lo quería porque la figura representaba para él a Euterpe, la diosa de la música», explicó Pilar Silva, jefa de Conservación del Prado hasta 2017. El coleccionista había estudiado piano en París en su juventud.

Vendido en 1983, fue exportado ilegalmente a Londres por su comprador y rescatado por el Ministerio de Cultura en 1986 previo pago de seis millones de dólares (900 millones de pesetas de entonces).

Silva subrayó la predilección de Fernández-Valdés por la pintura religiosa. Compró el 'Tríptico de Quejana', encargado por la familia López de Ayala en el siglo XV, en 1941, Y adquirió el 'Cristo en el Monte de los Olivos' a las carmelitas descalzas de San Sebastián por 75.000 pesetas sin saber seguro si lo había pintado El Greco, ya que su estado de conservación era catastrófico. Una vez limpiado y asignada la autoría, envió más dinero a la superiora del convento.

En un tiempo en el que las casas de subastas no dominaban aún el mercado artístico, se dejó aconsejar por su gran amigo el marchante, copista y restaurador Luis Arbaiza, el historiador Enrique Lafuente Ferrari, el restaurador del Prado Jerónimo Seisdedos y también por Isabel Regoyos, hija y nuera, respectivamente, de los pintores Darío de Regoyos y Aureliano de Beruete. Posteriormente, recibió también los consejos de dos de sus siete hijos, artistas profesionales.

La figura de su tío

En el origen de su pasión por el arte se encuentra la figura de su tío, el también coleccionista Tomás de Urquijo, quien legó todos sus bienes a su sobrino. Entre ellos se encontraba el Cristo crucificado (c. 1577), muy acorde con las profundas convicciones religiosas de Fernández-Valdés, que explican su devoción por Zurbarán.

Pero, como subrayó Novo, también reunió un importante conjunto de pinturas del XIX, de artistas que habían triunfado en el extranjero, como Mariano Fortuny y Raimundo Madrazo. Además, Zuloaga, Isidre Nonell, Aurelio Arteta, Julio Romero de Torres, José Gutiérrez Solana, Joaquín Mir, Anglada Camarasa y su amigo Daniel Vázquez Díaz pusieron el sello del siglo XX a su colección. La muestra termina con una obra de Agustín Ibarrola de finales de los cuarenta. «A partir de aquí, punto y seguido», concluyó Zugaza, bien refiriéndose a la continuación de la visita por el museo o a la exposición sobre Ibarrola que anunció en su día.

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