El Guggenheim restaura niebla, cabezas habladoras, letras luminosas y sacos de arpillera
Así trabaja el departamento de Conservación del museo, con las dificultades que entraña abordar la diversidad de las obras contemporáneas, en especial las de carácter tecnológico
El Prado celebra este año el 40 aniversario de la restauración del cuadro Las Meninas de Velázquez, una limpieza que duró 23 días a cargo de un restaurador extranjero, John Brealey, que renunció a sus honorarios porque dijo: «Nadie puede ser pagado si va al paraíso». Primero levantaron la gruesa capa de barniz resinoso amarillento que opacaba la obra y después se ocuparon de arreglar detalles. Y si ya el proceso de restaurar un cuadro o una escultura clásicos puede resultar sorprendente, lo es más asistir a los casos que abordan los encargados de las obras de arte contemporáneo que atesora un museo como el Guggenheim, buena parte de ellas de carácter tecnológico. Ahora mismo están inmersos en tres de ellas bien dispares: el ejemplar de arte 'povera' 'Sin título' de Jannis Kounellis se compone de 120 sacos de arpillera que hay que coser; la famosa 'Escultura de Niebla' que sorprende en el lago exterior a los visitantes es una creación de la artista japonesa Fuyiko Nakaya, quien ha decidido que debe pasar de durar 4 minutos a 8; y las cabezas mecánicas del escultor español Juan Muñoz que componen 'Sombra y boca', cuyo mecanismo original se recalienta y hay que cambiar y modificar.
Cuando Aitziber Velasco, responsable del departamento de Conservación y Restauración del museo, terminó sus estudios, no imaginaba que su trabajo estaría tan alejado de la habitual idea que tenemos de 'reparar' los estragos que el paso del tiempo junto a otros elementos pueden provocar en un lienzo renacentista o un bajorrelieve egipcio. «Llegué aquí en 2008 –explica Velasco– El arte moderno te obliga a inventar, te encuentras con cosas muy diversas. Hemos restaurado obras más tradicionales, pero otras son ejemplares tecnológicos que suponen un reto porque nuestra formación no abarca todas las disciplinas. Necesitamos a veces un conocimiento externo, informáticos, ingenieros electrónicos, empresas de metalurgia... Pero es apasionante, lo que he aprendido no te puedes imaginar».
'Sin título', Jannis Kounellis: sacos de arpillera con carbón
La instalación 'Sin título' de Jannis Kounellis consta de 20 paneles con seis sacos de arpillera, cada uno de ellos relleno de carbón, y sujetos con vigas a la pared. O sea, se trata de restaurar 120 sacos. «La obra –explica la experta– se engloba dentro del movimiento Arte Pobre, que utiliza materiales de desecho, de la basura o en mal estado. Entonces, una característica de estos sacos es que están rotos y eso hace que el carbón asome por los agujeros. Esa parte es intencionada. El problema es que llega un momento en que todo este peso hace que algunos agujeros se vayan haciendo más grandes y el carbón se desprende».
El trabajo busca consolidar los agujeros existentes tal como eran e impedir que se agranden. Para ello, refuerzan los bordes cosiéndolos con hilo de poliéster en una especie de atriles, con aguja plana o curva, por el derecho de la tela o por el revés, a gusto de los restauradores. Gracias a un convenio con la UPV hay estudiantes trabajando en este servicio. Hoy cosen sacos Miren Oteros, Dea Moreno, Lidia Hornero y Ane Martín, pero es el dinero que aportan los 33 miembros de honor del museo el que sustenta este servicio de Conservación del Guggenheim.
«Cuando acabemos, la obra tendrá el mismo aspecto, pero la resistencia será mucho mayor», dice la jefa del servicio. Se atrevió ella sola al principio con un panel entero, seis sacos, para cronometrar cuánto tiempo tardaría en hacerlo. «Y trabajando ocho horas al día, cosí los seis en un mes. Pero eso no se ha podido extrapolar, porque hay unos que están mejor y otros que casi se deshacen». El artista falleció en medio de las conversaciones para su restauración: «Cuando ya le íbamos a mandar la versión definitiva de la propuesta de tratamiento, murió. Desde entonces hablamos con su estudio». Siempre hay que contar con el visto bueno del autor.
Después de coser, hay que rellenar de carbón, y han confeccionado unas bolsas de tela negra resistente para meterlas dentro de cada saco como refuerzo, para que el peso no repose tanto en él, sino en estas bolsas. Utilizan también una especie de malla casi invisible para evitar que el carbón sobresalga demasiado o se caiga por los agujeros más grandes. Mientras, el mineral espera en cajas, numerado. «Tenemos que saber cuál corresponde a cada saco. No mezclamos carbones. Cada uno va a recibir lo que tenía. La obra va a quedar como era porque cuando la desmontamos hicimos un croquis con datos como la distancia desde el saco al borde del panel y sacamos fotos para que se vea exactamente igual. Nadie tiene que saber lo que hemos hecho. La restauración tiene como premisas que la intervención sea la mínima necesaria y que sea reversible. Si quiero, puedo quitar todo. Cuando el espectador mira la obra no nota nada».
'Sombra y boca', Juan Muñoz: cabezas mecánicas
Atesora el Guggenheim una inquietante obra de JuanMuñoz, ahora en proceso de restauración. Dos figuras sentadas parecen haber discutido, pues una de ellas se encuentra dando la espalda a la otra, alejada y mirando de soslayo a la pared. Un mecanismo en su interior hace que la boca se mueva, como si estuviera hablando, y una luz proyectada sobre ella hace que ese movimiento quede patente en su sombra en el muro. Desvela Velasco que el sistema ha dado «un montón de problemas a lo largo de toda su historia: «Sufre de recalentamiento, y el mecanismo se ha ido desajustando». Han sustituido ejes, bielas... pero luego estaba la programación, «y como es antigua no había manera de obtenerla. Ahora sí que hacemos hincapié en que las obras vengan con un software libre, en código abierto, con toda la información, para tener en nuestra mano no solamente la obra física, sino lo que la compone. En este caso, en cuanto fallara la programación la íbamos a perder».
Hicieron una reproducción de la obra definiendo los movimientos con un osciloscopio y a partir de grabaciones antiguas. «Compartimos nuestras propuestas de restauración con la viuda del artista, Cristina Iglesias, de quien también tenemos obra en la colección, para enseñarle lo que íbamos a hacer».
El Guggenheim tiene dos cabezas 'titulares' con un mecanismo totalmente diferente de tres ejes, tres motores que originan un movimiento muy parecido a lo que es hablar, tanto de abrir y cerrar la mandíbula como el de adelantarla y atrasarla. Y se construyeron en su día dos cabezas suplentes para cuando las buenas no funcionaran, «aunque con un sistema muchísimo más sencillo de dos motores solo, y entonces el movimiento era simplemente de apertura y cierre.. Lo que hemos hecho es intentar que las cabezas sustitutas se parezcan lo máximo a las originales con modificaciones en el interior, poniendo focos de ventilación y motores más potentes que no se recalienten tanto, para que la obra pueda aguantar funcionando ocho o nueve horas sin problemas, sin tener que estarla apagando todo el rato o cambiando las cabezas», explica la especialista.
'Escultura de Niebla', Fuyiko Nakaya: Ocho minutos de niebla en vez de cuatro
La niebla del Guggenheim lleva 25 años sorprendiendo en el lago del museo. Pero los 4 minutos que duraba este espectáculo se convirtieron recientemente en ocho: «Fue un regalo de Robert Rauschenberg al museo en 1997. Y hay componentes, las tuberías, las líneas de agua que llevan ese agua nebulizada, que tenían esos 25 años y que había que modernizar». Informa la jefa del servicio de que, además de sustituir esos elementos y cambiar por simple mantenimiento las bombas y los filtros, se hizo un trabajo más exhaustivo y detallado de conservación: «Vino desde Japón la artista, que suele trabajar siempre con la misma empresa que provee los materiales. Y viendo cómo funcionaba la niebla, aprovechó para hacer modificaciones. Quería que realizara un recorrido más ambicioso, que se moviera hacia la fachada y luego volviera de retorno. Es consciente de que la climatología, el viento, influye también, pero decidió que doblando la duración del show, de cuatro minutos a ocho, se aseguraba ese movimiento que ella deseaba».
'Instalación para Bilbao', Jenny Holzer: letras luminosas nuevas
Con esta obra tan significativa que recibe en el atrio, se acometió una refabricación completa. «Todos los componentes electrónicos, el hardware, el software, las luces, los leds, las placas de protección, la programación... todo se hizo nuevo en 2017», aclara Velasco. Una empresa de EE UU es la que fabrica el hardware de la obra y suministra los materiales. Y luego está el estudio que confeccionó la nueva programación. Con los mismos textos, pero distinta tipografía y diferencias en la duración del show.
¿Por qué necesitaba una restauración? Algunos componentes electrónicos, las placas controladoras o la CPU, de los que ya no tienen recambios, son difíciles de encontrar o reproducir en el mercado. «Y las obras han de ir adecuándose a la modernidad. Esta estaba empezando a tener un aspecto 'vintage', con unos leds que sobresalían físicamente. Ahora se utilizan unos más planos que no tienen este aspecto tan ochentero. Y el deseo de la artista era modernizar este aspecto estético», concluye Velasco. Sobre la mesa le aguardan las cabezas parlantes, hoy mudas, de Juan Muñoz.
La Salve y Puppy
Los Arcos Rojos de Daniel Buren que adornan el puente de La Salve estaban sufriendo un deterioro. Aitziber Velasco: «El rojo es uno de los colores a los que más afecta la intemperie. Esa obra sufre vibración por el tráfico, la polución, el ambiente salino de la ría... Y la formica aguanta bien, pero había zonas blanquecinas por el disolvente utilizado para limpiar restos del plástico de protección al instalarlo. Además, las luces del show duran 50.000 horas. No es que de repente se apaguen, pero la luminosidad no es la misma... En 2007 se colocó y en 2017 se refabricó». En cuanto a Puppy, la reforma de 2022 añadió sostenibilidad: «Hicimos un cambio del sistema de riego manual que ahora es automatizado: calcula el aporte, mide la humedad y detecta roturas o atascos en tuberías, manda señales de alarma sobre las zonas que necesitan más riego o menos en función de la lluvia...».
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