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Pueden solucionarse mediante una operación si alteran el sueño, el desarrollo facial o provocan infecciones continuas

Las amígdalas y vegetaciones forman parte del sistema defensivo del cuerpo, pero en ocasiones su función se convierte en un obstáculo. «Son estructuras linfoides que, cuando se inflaman o crecen demasiado, pasan de ser útiles a ser problemáticas», explica la doctora Jennifer Cueva, especialista en otorrinolaringología pediátrica en Quirónsalud Bizkaia.
El aumento del número de intervenciones otorrinolaringológicas en edad pediátrica no responde a una moda, sino a un conocimiento más afinado de cuándo ese tejido, que en su día cumplía una función inmunológica, comienza a ser perjudicial. «Cuando las amígdalas o vegetaciones dejan de proteger y empiezan a obstruir, cronificar infecciones o alterar funciones tan vitales como el sueño, es el momento de plantear su extirpación», explica Cueva.
Aquí puedes escuchar la entrevista completa a la doctora Jennifer Cueva en el podcast de Quironsalud Bizkaia.
Ambas forman parte del sistema de defensa del organismo. Las amígdalas son estructuras de tejido linfoide que, junto con otras similares, forman el anillo de Waldeyer: una barrera inmunológica primaria ubicada en la garganta. Dentro de este sistema, destacan dos tipos por su implicación quirúrgica: las amígdalas palatinas –situadas a ambos lados de la campanilla y comúnmente llamadas ‘anginas’– y la amígdala faríngea, conocida como ‘vegetaciones’, localizada detrás de la nariz, en la rinofaringe. «Su función defensiva es real, pero limitada. No son órganos indispensables para la inmunidad. El sistema inmune tiene múltiples componentes, y cuando estas estructuras se retiran, otras zonas compensan perfectamente esa función», puntualiza la doctora Cueva.

Desde la infancia temprana, todos los niños tienen vegetaciones. Se convierten en una preocupación médica cuando crecen en exceso, se inflaman de forma crónica o bloquean parcial o totalmente el paso del aire por la nariz. Esta obstrucción nasal tiene un impacto directo: respiración bucal constante, ronquidos nocturnos, sueño agitado, otitis de repetición, acumulación de moco y alteraciones en el desarrollo del rostro. «La obstrucción que genera ese tejido puede interferir con el crecimiento del maxilar superior, generar cambios en la mordida o una colocación anómala de la lengua. Todo esto influye en cómo se forma la cara del niño», indica.
En el caso de las amígdalas palatinas, el principal motivo quirúrgico son las amigdalitis de repetición. Pero también pueden ser tan grandes que dificulten la deglución o contribuyan a los trastornos del sueño infantil. «Hay niños que roncan fuerte, que hacen apneas nocturnas y cuyo descanso está alterado. Son casos en los que una hipertrofia amigdalar está comprometiendo la calidad del sueño y su bienestar general».
La amigdalectomía por motivos infecciosos se basa en criterios bien establecidos. Los llamados criterios de Paradise orientan al especialista sobre cuándo una situación deja de ser ocasional para convertirse en patológica. Según esta guía, se recomienda la cirugía si el menor ha tenido más de 7 infecciones en el último año, más de 5 por año en los últimos 2 años, o más de 3 por año durante 3 años consecutivos. Pero no cualquier infección cuenta. «Deben ser episodios bien documentados: fiebre alta, placas, ganglios inflamados, cultivo positivo o respuesta antibiótica clara. No se trata de operar por molestias menores o cuadros virales leves. La cirugía está indicada cuando hay evidencia de que el niño sufre infecciones graves y frecuentes», aclara la especialista.
El proceso diagnóstico incluye tanto la valoración clínica como la exploración física. «Lo principal es escuchar al niño y a la familia. Si los padres refieren que su hijo ronca, tiene mocos constantes, duerme mal o tiene otitis recurrentes, ya tenemos información valiosa. En muchos casos, confirmamos la sospecha mediante una nasofibroscopia, que nos permite visualizar directamente el tamaño de las vegetaciones», comenta Cueva.
Esta prueba, realizada con una pequeña cámara flexible que se introduce por la nariz, resulta especialmente útil y evita radiaciones innecesarias. «En niños más mayores es muy fácil de realizar y ofrece información directa. En los más pequeños evaluamos si es indispensable, ya que puede resultar algo más invasiva, aunque la mayoría la toleran bien»
La extirpación de vegetaciones y la de amígdalas son procedimientos distintos en complejidad y recuperación. Mientras que la primera es una cirugía breve, con bajo riesgo y alta tolerancia infantil, la segunda implica más molestias postoperatorias aunque en ocasiones ambas estructuras pueden retirarse a la vez. «Las vegetaciones se quitan generalmente en régimen ambulatorio. El mismo día se van a casa, con analgésicos simples y una semana después están haciendo vida normal. Es una cirugía bien tolerada y muy segura», explica la doctora.
En cambio, la amigdalectomía exige más vigilancia. «Es más dolorosa, especialmente los primeros días. Puede haber dolor al tragar, inapetencia, mal aliento. Por eso es clave preparar bien a la familia y asegurarse de que la indicación quirúrgica está bien hecha. Cuando lo está, los beneficios son enormes».
Los beneficios dependen del problema que motivó la intervención. En casos de infecciones recurrentes, el número y gravedad de los episodios disminuye drásticamente. «No se opera por estética, ni por costumbre. Se opera cuando ese tejido ya no cumple su función y está perjudicando al niño. Si está afectando al sueño, al desarrollo o a su salud general, hay que plantearlo con serenidad y confianza», concluye la doctora Jennifer Cueva.
Intervenir a tiempo no solo soluciona un problema físico. Es una apuesta por el desarrollo integral del menor. Porque a veces, respirar bien lo cambia todo.
Hospital Quirónsalud Bizkaia
Dirección: Plaza Euskadi, 7 (Bilbao)
Teléfono: 944 898 030
Web: www.quironsalud.com
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