Fauna marina profunda

Es un ecosistema extremo, donde escasean la luz, el oxígeno y los alimentos. Y sin embargo, hay vida

Jueves, 28 de octubre 2021

Cuando se habla de la fauna de los océanos, mayoritariamente se hace referencia a la llamada zona fótica, es decir, a donde llega la luz. Esta zona se divide en dos partes. La eufótica hasta los 200 metros de profundidad, está sobre la plataforma continental y su temperatura es altamente variable. La disfótica, entre 200 y 1.000 metros, se sitúa en el inicio de la barrera continental y es un mundo nubloso. A partir de aquí está la zona afótica que se llama batial hasta unos 2.500 metros, abisal hasta unos 6.000 y hadal a más de 6.000 metros de profundidad. En estas zonas hay menos de un 1% de luz y por tanto es imposible la fotosíntesis, las temperaturas son inferiores a 5 ºC, deja de existir fitoplancton y zooplancton, escasean el oxígeno y los alimentos y, finalmente, la presión se va incrementando con la profundidad hasta superar las 1.000 atmósferas. En lo que se refiere a la temperatura hay una excepción descubierta en 1977: los manantiales (chimeneas) hidrotermales profundos que emergen entre las placas tectónicas. Son chimeneas por las que el agua, acompañada de elementos químicos y nutrientes, sale a mas de 400 ºC. Tienen una zona de influencia en la cual todo sucede de forma diferente al resto de la profundidad marina.

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Como se ve, las zonas afóticas tienen un ecosistema extremo, es decir, hostil a la vida. Y sin embargo hay vida, tanto de animales vertebrados como de invertebrados. A toda ella se le suele llamar «fauna abisal». Es la fauna que, salvo excepciones, solo puede vivir en las condiciones abisales y, por tanto, nunca sale de ellas. Sin embargo, hasta 1860 se pensaba que no había vida. Fue en ese año cuando Wallich, buscando fauna en el océano profundo, encontró ofíuros a 2.300 metros. A partir de ese momento comenzaron las exploraciones submarinas profundas llegando a 5.490 metros en 1876, 7.600 metros en 1899, 10.000 metros en 1948 y 10.916 metros (fosa de las Malvinas) con el batiscafo en 1960. Hoy, aunque el océano profundo aun sigue siendo un gran desconocido, más que la superficie de la luna, se conocen algunas cosas de esta zona del planeta. Veamos un ejemplo.

Los seres vivos vertebrados en esta zona, debido a las condiciones extremas, tienen un lentísimo crecimiento, así como, un lento metabolismo. Ambas condiciones les ayudan a vivir muchos años. En algunos casos siglos. Muchos peces son bioluminiscentes, emiten luz para atraer a sus presas o para el apareamiento, en general tienen bocas enormes, dientes desproporcionados y estómagos deformables. Sus cuerpos y tejidos tienen una gran cantidad de agua que les permite equilibrar la presión interna y externa y, así, no morir aplastados por las mil atmósferas. En cuanto a los invertebrados, en algunas especies se da el fenómeno del gigantismo, si se compara con sus equivalentes de aguas superficiales. En algunos casos, como las esponjas, no existe ningún problema de presión y pueden vivir a cualquier profundidad. Todas estas características, y algunas más, han generado leyendas e historias sobre los «monstruos marinos» que habitan las aguas profundas, incluyendo los lagos.

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