La Lotería Nacional de hoy sábado: comprobar resultados del 6 de diciembre
Jorge Sánchez Dolado (segundo por la izquierda) y su equipo. UPV

El hormigón vasco capaz de evitar el calentamiento del planeta (y hacer tu casa más fresquita)

Tiene las mismas características de resistencia y durabilidad que el normal, pero es capaz de absorber menos calor y expulsarlo fuera de la atmósfera, evitando así el efecto invernadero. Se probará a partir del verano en Derio

Lunes, 12 de febrero 2024, 00:25

Hay muchas formas prácticas de luchar contra el cambio climático. Dejar el coche en casa, apagar las luces, emplear bombillas de bajo consumo, viajar menos ... en avión… A Jorge Sánchez Dolado y su equipo del Centro de Física de Materiales de San Sebastián se les ocurrió hace tres años otra manera de evitar que el planeta siga calentándose: cambiar el hormigón tradicional por uno que es capaz no solo de calentarse menos, sino que puede despejar ese calor al espacio. Lo llaman hormigón fotónico y se probará a principios de este verano en el edificio Kubik, situado junto a la sede de Tecnalia en el Parque Tecnológico de Bizkaia.

Publicidad

«Todos los cuerpos emiten calor, radiación infrarroja. Es como en la película 'Depredador', en la que esa criatura que cazaba a sus enemigos -Arnold Schwarzenegger y sus compañeros- podía verlo. Nosotros no podemos hacerlo a simple vista», explica el experto. En el caso del hormigón normal, un día caluroso de verano puede alcanzar los 60 o 70 grados de temperatura. «Y esa radiación sale rebotada hacia la atmósfera y contribuye al calentamiento global», continúa. La clave de este hormigón vasco es que además de acumular menos calor, consigue reflejar la luz -de ahí el nombre de fotónico- en una franja en la que al llegar a la atmósfera, puede atravesarla, evitando así el efecto invernadero. Esa franja se conoce como 'ventana atmosférica'.

«Es un mecanismo de enfriamiento pasivo que creemos que tendría un efecto brutal. Podría suponer un ahorro del 70% en energía en las ciudades grandes», subraya Sánchez Dolado sobre el 'proyecto Miracle' -siglas en inglés de Photonic Metaconcrete with Infrared Radiative Cooling Capacity for Large Energy Savings-, financiado por la Unión Europea con tres millones de euros desde su puesta en marcha el 1 de febrero de 2021 hasta su finalización en enero del año que viene y en el que participan también Tecnalia, las universidades de Navarra, Darmstad, Lovaina y Torino, y la empresa francesa Microligh3D. En cuanto a su uso, tiene las mismas características de resistencia, durabilidad y aislamiento del hormigón tradicional y «puede instalarse tanto en edificios nuevos como en antiguos para sustituir su revestimiento, como si fuera un abrigo», destaca Rosa San Mateos, investigadora de Edificios e Infraestructuras en Tecnalia.

A la izquierda, el hormigón tradicional, mucho más caliente que el nuevo.

El hormigón es una mezcla de cemento, agua, arena y otro tipo de áridos que puede tener unas propiedades u otras según los materiales usados, sus proporciones y su disposición. La clave de esta nueva clase de hormigón está en sus componentes - «No podemos revelarlos», advierte entre risas Achutha Prabhu, un investigador indio de Tecnalia que llegó a Euskadi hace nueve años- y en su microestructura, «la distribución del material y su porosidad. No vale con que estén dispuestos de cualquier manera», incide Sánchez Dolado.

Publicidad

En la actualidad cuentan con una versión más «sencilla que está casi lista» en la que utilizan el hormigón normal «potenciando algunas de las características que nos interesan» y una versión más compleja y cara en la que se introducen una serie de «metamateriales» que le añaden más propiedades. «Probamos con metales como el acero pero con la tecnología actual no es posible. Ahora introducimos polímeros -plásticos- en 3D en cantidades muy pequeñas, inferiores a una micra -la milésima parte de un mílimetro. Para hacernos una idea, un pelo humano tiene un diámetro de unas 100 micras-». «Cuesta dar con la receta», reconoce Prabhu, que como su compañera San Mateo subrayan el salto que existe entre las pruebas de laboratorio y los ensayos en condiciones reales.

Pruebas durante un año

Los primeros test realizados en el Centro de Física de Materiales de San Sebastián ofrecieron resultados prometedores. En un día de verano con 28 grados, el hormigón tradicional disparó su temperatura hasta los 50 o 60 grados. La versión más sencilla del nuevo registró entre 3 y 5 grados menos que la temperatura ambiente y la más avanzada, unos cinco. En torno al mes de junio se instalarán losetas de 50 centímetros de lado de la versión menos compleja en el tejado del edificio Kubic, donde estarán rodeadas de todo tipo de sensores para medir la temperatura, radiación solar, viento… Toda esa información pasará a un «gemelo digital del edificio, un modelo en 3D, para que todos los investigadores puedan consultar los datos sin estar aquí presentes», dice la experta. La prueba durará un año para poder testar su respuesta en las cuatro estaciones.

Publicidad

Rosa San Mateo y Achutha Prabhu, en la azotea del edificio Kubik, donde se harán las pruebas con el hormigón. Juan Lazcano

Este nuevo material de construcción tiene dos ventajas más. Una es el coste, que no se dispara debido a que se puede fabricar con una hormigonera, «no con una impresora 3D, que supondría más inversión». Y otra es que conseguiría también que nuestras casas fueran más frescas en verano sin necesidad de poner el aire acondicionado. «El 50% del coste energético en las viviendas se gasta en enfriamiento. En las grandes ciudades, donde se acumula más calor, ese porcentaje es todavía más alto», destaca Sánchez Dolado. El sistema está patentado y trabajan con el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) para crear una empresa y comercializarlo.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Accede todo un mes por solo 0,99€

Publicidad