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La peluquería «sin modas» en Bilbao de Silvia, que vive en una cabaña de madera de 20 metros. Ignacio Pérez

Peluquería en Bilbao («sin modas» y con Silvia al frente)

La peluquería «sin modas» en Bilbao de Silvia, que vive en una cabaña de 20 metros

Esta emprendedora, que trabaja cinco horas al día en su peluquería para tener tiempo para disfrutar, apuesta por la sencillez y la autenticidad en su trabajo y en la vida

Silvia Andrés

Miércoles, 10 de enero 2024, 18:36

«He acabado donde me hubiera gustado empezar». Así describe en pocas palabras la sestaotarra Silvia Lozano su trayectoria en el mundo de la peluquería, en el que comenzó ya hace más de dos décadas. Ahora, con 46 años, ha encontrado el lugar «perfecto» para desarrollar su profesión: un espacio pequeño ubicado en el número 3 de la calle Telesforo Aranzadi que compara con la sala de casa, «donde las clientas pueden sentirse cómodas y en familia». Durante su andadura profesional, Silvia ha trabajado en peluquerías muy grandes y con mucho personal y fue descubriendo que ni quería ni necesitaba «cosas rimbombantes ni grandes espacios». «Me siento mucho más feliz en un lugar como La Favela», asegura.

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El camino hasta este momento profesional le ha deparado muchas malas experiencias, pero también muchos aprendizajes. Aunque Silvia quería estudiar Bellas Artes, cuando era joven «estaba muy ocupada en vivir experiencias y conocer otras culturas». «No estaba como para ponerme delante de un libro», recuerda riendo. Inquieta por naturaleza, fue su madre quien le sugirió la posibilidad de canalizar su vena artística en la peluquería. «Fui por ir y acabé descubriendo mi vocación», cuenta. Y eso que la primera experiencia laboral fue un poco traumática. «Por aquel entonces, llevaba la cara llena de 'piercings' e iba rapada a lo Sinead O'Connor y me mandaron a hacer prácticas a una peluquería muy pija de Las Arenas. La dueña se asustó un poco y al final me tenía lavando cabezas doce horas al día y poco más», recuerda. Sin embargo, de esa experiencia aprendió que, sobre todo en aquella época -hace casi 30 años-. había que «guardar la estética al menos a medias para presentarse a un trabajo». «Terminé cambiando un poco mi estilo», rememora.

Ignacio Pérez

Después de trabajar en una peluquería de Deusto y en otra en el Casco Viejo, finalmente, montó su propio negocio hace 12 años en Telesforo Aranzadi, pasando por tres locales diferentes de la calle hasta su actual ubicación en el número 3. El equipo de La Favela está formado por cuatro personas y, a su vez, cuenta con cuatro sillones para atender a la clientela. Poco tiempo después de la apertura, llegó la pandemia y tuvo que amoldarse a las restricciones de aforo, lo que para ella fue «una solución a todos sus problemas, una señal del universo», confiesa. Porque desde entonces, en La Favela trabajan en jornadas de cinco horas (dos personas por la mañana y dos por la tarde). «Mi objetivo siempre ha sido conseguir un trabajo digno para las mujeres, con un horario digno, un sueldo digno y una vida digna. Así podemos disfrutar de verdad de nuestra profesión», defiende. Nada de jornadas extenuantes y maratonianas: «No hay nada más importante en esta vida que el tiempo y es lo único que no se puede comprar».

Ignacio Pérez

Otra máxima que impregna su propuesta es la sencillez y la autenticidad, puesto que procura no seguir modas en los cortes de pelo. «Intento escuchar a las personas, que me cuenten su forma de vida, su estado de ánimo o el momento vital en el que están. De ahí deduzco si necesitan un corte u otro. Por ejemplo, si necesitan empezar de cero, lo mejor es un corte rápido y fácil de cambiar», detalla. Al final, Silvia quiere que la persona que se acerca a su peluquería se sienta cómoda y guapa, «sin tener en cuenta ni los colores ni los cortes que se llevan en ese momento y que además venga cuando realmente lo necesite». Silvia también apuesta por los productos naturales para el cabello y se mantiene alejada de las redes sociales. «Reconozco que es una herramienta útil, pero no van conmigo. Esto es un producto artesano y sigo creyendo en la fuerza y la importancia del boca a boca para que se conozca mi trabajo», asegura.

Ignacio Pérez

Una cabaña en Cantabria

La filosofía de Silvia de rodearse solo de lo esencial y lo natural llega también a su propia vida personal. De hecho, justo al principio del confinamiento, decidió cambiar su residencia en Castro a una cabaña de tan solo 20 metros cuadrados en la zona de Lunada, en Cantabria. «La naturaleza siempre me ha dado paz y quería vivir en pleno monte», explica. Encontró el lugar perfecto y como no se podía permitir una casa, encargó a unos jóvenes de Las Merindades especialistas en bioconstrucción de lo que formalmente se considera una cabaña de aperos. «Doné todo lo que tenía en Castro y ahora vivo con lo justo, e incluso más. No necesitamos tantas cosas como nos han hecho creer», recalca. Rodeada de gallinas, una huerta y su perra, Silvia se dedica cada mañana a sí misma y después acude a trabajar a la peluquería. «Vivo a gusto y vengo con alegría, y eso para mí es lo más importante. Nos han vendido un modo de vida que genera mucha frustración y la verdad es que yo no veo a la gente contenta», reflexiona.

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La ganancia de tiempo en su vida también le ha permitido ampliar sus aficiones e intereses. «Aunque antes sacaba el tiempo de donde podía, porque desde siempre soy una persona muy curiosa a la que le gusta aprender cosas nuevas». Pero ahora puede disfrutar con más tranquilidad de diferentes actividades, como las clases de teatro o del ilusionismo y tiene en mente realizar un curso de apicultura y otro de astrología. También baraja la posibilidad de crear sus propios champús y hasta sus propias infusiones. «Tengo plantas medicinales y aromáticas en mi huerta y no descarto elaborar infusiones e incluso comercializarlas, porque es un producto que me encanta», explica. Si está en su destino, Silvia está convencida de que ocurrirá. Y por supuesto, afirma, se dejará llevar por las señales del universo, como ha ido haciendo hasta ahora y que al final, «me han traído al lugar en el quería estar desde el principio».

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