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El balcón navideño más famoso de Santutxu está en la calle Juan de la Cosa.

Entramos en el balcón navideño más famoso de Santutxu: ¿quién está detrás de esta fantasía?

Iban López, el sastre que lleva 20 años transformando su balcón en un espectáculo navideño, es también el responsable de las camisas del Athletic para la gabarra y de los trajes de Olentzero y Mari Domingi

Lunes, 8 de diciembre 2025, 19:28

«Todos los años nos alegras con la iluminación tan navideña de tu balcón. Aunque no te conocemos, queríamos darte las gracias por tu buen ... gusto y por darnos más ilusión en estas fechas al pasar por tu calle». Así comienza la felicitación que dos hermanas del barrio dejaron hace más de quince años en el buzón de Iban López, un sastre bilbaíno de 51 años, para agradecerle el espectacular despliegue navideño que adorna su pequeño balcón en Santutxu. A Iban le hizo tanta ilusión aquel gesto que, desde entonces, no solo guarda la carta con cariño, sino que la cuelga cada año de una de las vigas de su casa, que también decora por Navidad. «Empecé como un hobby, para divertirme y hacer que las fiestas fueran más especiales, pero ahora ya es una necesidad. Los vecinos me lo piden», ríe.

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Su famoso balcón se ha convertido en el espectáculo navideño por excelencia del barrio. Los vecinos no pueden evitar alzar la vista cada vez que pasan por el número 16 de la calle Juan de La Cosa, y hasta los coches se paran para contemplarlo mejor. Pero, sin duda, son los niños los que más lo disfrutan. «Ama, ¿se puede caer el elfo?» o «Agur, elfo, mañana te vemos cuando volvamos de la pisci», dicen un par de críos al pasar por debajo. «Les escucho desde mi habitación, siempre comentan algo, es gracioso», cuenta Iban.

Iban López posa con la decoración navideña de su casa.

Cambia la decoración cada año y siempre la deja lista antes del puente de diciembre. «El año pasado puse una galleta de jengibre gigante con bastones de caramelo, lazos, espumillón... y este año he optado por un elfo, que está muy de moda». No faltan varias piruletas de caramelo y regalos de distintos tamaños, hechos por él. «Son cajas de cartón que envuelvo con fieltro y luego forro con plástico para que no se estropeen con la lluvia. También las uno con alambres para que no se muevan. Llevan un curro de miedo, ¿eh?». El elfo hinchable lo compra, pero lo sujeta bien para que no salga volando con el viento. «Lo tengo atado a una mesa alta de bar que me presta un amigo y a un perchero, porque por la noche se desinfla. Va bien sujeto con bridas para evitar sustos», cuenta.

Iban es un artista con una gran capacidad creativa. Comenzó a trabajar con su hermano, Oskar, en la sastrería familiar, en un primer piso de la calle Santutxu. Sus padres eran sastres y les transmitieron el oficio. «Al principio, no me veía en esto, me parecía un trabajo muy solitario. Pero me interesaba la moda y empecé a estudiar patronaje de mujer y a hacer prendas para ellas». Con el tiempo, Iban descubrió su verdadera pasión por el vestuario de teatro, un campo que le permitió dar rienda suelta a su imaginación. Trabajó durante nueve años en el departamento de vestuario del Teatro Arriaga y también se encargó de la vestimenta para las actuaciones de la ABAO en el Palacio Euskalduna. «Además, realizaba encargos como freelance para compañías de teatro», recuerda.

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Con la crisis de 2008, el Arriaga empezó a programar menos funciones, así que entró a trabajar en la emblemática sastrería bilbaína Derby Gardeazabal, ya cerrada. «Fue un gran reto, porque venía de un mundo mucho más creativo, y me enfrentaba a una sastrería clásica, pero los dueños confiaron plenamente en mí y me dejaron hacer». Con el cierre de Derby, Iban se unió a su hermano, que regenta una sastrería en la calle Telesforo Aranzadi. Allí abanderan la nueva sastrería artesanal, con cortes más entallados y desenfadados, sin renunciar del todo al clasicismo.

En abril del año pasado, Iban y su hermano recibieron un encargo muy especial: confeccionaron las camisas que los jugadores del Athletic lucieron en su histórica travesía a bordo de la gabarra. En solo dos días, crearon esta prenda icónica, que fue vista y fotografiada por miles de aficionados desde balcones, azoteas, laderas y hasta grúas. «Fue un gran reto, porque el tiempo era muy justo, pero por suerte ya teníamos la tela en el taller y, además, muchos jugadores del Athletic son clientes», explica. Replicaron, con su estilo personal, las camisas que los rojiblancos vistieron en 1984, obra del sastre bilbaíno Juan Manuel Vela, que también contó con apenas 48 horas para realizarlas.

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Los trajes de Olentzero y Mari Domingi

Iban no solo vuelca su espíritu navideño en su mágico balcón, sino que también viste desde hace quince años a Olentzero, Mari Domingi y Lamia, además de a los galtzagorris y los músicos. Crea los trajes en la antigua sastrería de su padre, hoy transformada en su taller. «Hace dos años los renové un poco, pero siempre manteniendo su esencia. Es un encargo que me hace mucha ilusión, porque también les ayudo durante el espectáculo para que todo esté en orden. Hemos creado una relación muy bonita», celebra este hombre discreto, de apariencia impecable y vestido con un traje de cuadros hecho por él.

Iban confecciona el traje de Olentzero, Mari Domingi, Lamia y los galtzagorris en la antigua sastrería de su padre, en Santutxu, convertida hoy en su taller.

Muchos vecinos de Santutxu no saben que es Iban quien está detrás del famoso balcón. Pero su pareja, Josetxu, ya se encarga orgulloso de decirlo. «A veces, cuando entramos al portal y la gente está mirándolo, me señala y dice: 'Es él, el artista'. Le hace gracia». Y, además, suele colaborar y echarle una mano. «Porque desde abajo parece más pequeño, pero cuando lo tenemos dentro de casa... ¡es un bultazo!». Una fantasía navideña que, además de aquella carta en el buzón, le ha traído muchas alegrías. «Una vez, una amiga de Laida, mi pueblo, me dijo que todas las navidades hace comida con la cuadrilla en la sidrería Galtzagorri y que siempre se sacan una foto con el balcón. Me las enseñó todas. Cuando le dije que era yo el del balcón, no podía creérselo».

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