La razón por la que Rigoberta Bandini se ha vestido de colegiala en el BBK Live
La cantante ha arrasado en el escenario principal con sus letras directas y una falda escocesa con la que rescata recuerdos de su infancia en las Teresianas
maría calvo
Sábado, 9 de julio 2022
Rigoberta Bandini es un fenómeno sin precedentes y lo ha vuelto a confirmar con un lleno absoluto en las campas del Bilbao BBK Live. La catalana ha puesto uno de los broches de oro de esta decimoquinta edición del festival vizcaíno, en el que ha deleitado al público con algunos de sus temas más coreados como '¡Ay, mamá!', prácticamente recién salido del horno. Su canción sonó entre las favoritas en el festival de Benidorm, donde se eligió a la persona que representaría España en Eurovisión. La cantante quedó en segundo lugar y, en aquella ocasión, se caracterizó de novia alternativa con vestido de crochet, un velo que cubría su rostro y gafas de sol, contradiciendo a la estética que está reinando en su última gira y que ha vuelto a defender sobre el escenario Nagusia: el estilo colegiala.
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La vorágine del festival parece haber transformado la imagen de la artista catalana, que ha ascendido al olimpo de la música con letras que conectan con un público masivo y performance que trascienden más allá de lo musical. ¿Alguien no conoce aún la famosa «teta de la Bandini»? La estela de Paula Ribó (Barcelona 1990), la mujer que se esconde detrás de su alter ego, se extendió sacando un pecho fuera en 'prime time' al más puro estilo Delacroix, como crítica a la censura y sexualización de los pechos. Las canciones de Bandini ponen a la mujer en el centro, hablan de reivindicación y rescatan elementos cotidianos cargados de nostalgia: el Ducados de papá, el Magnum almendrado, las trenzas en el pelo o la falda escocesa, una prenda que ha defendido hoy sobre el escenario Nagusia.
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Gritos, contoneos, cuerpos agitados y alegría de verbena entre el público. Blanco en la escena, con un cuerpo de baile vestido con transparencias que escoltaba a una Bandini infantilizada en su look y sin pelos en la lengua. Irrumpió en el Nagusia con gafas oscuras y falda de cuadros de las Teresianas de la calle Ganduxer. «Tengo una relación de amor/odio con él. Durante muchos años, en los que quería ser punk, odiaba pertenecer a eso, ir con ese uniforme por la calle. Ahora, he superado eso de odiar de dónde vienes y me he reconciliado. Creo que también hay que abrazarlo. Tiene esa cosa de «mira, la pija de las Teresianas». Yo cargaba con ese trauma. He nacido en un contexto social determinado, pero no por eso le voy a quitar valor a mi arte. Al final, voy a jugar con ello: mira, la pija de las Teresianas viene a hacerte un concierto», reconocía en una entrevista al diario El País.
Y así, con el bajo recatado a la altura de las rodillas, como si fuera una colegiala que se desmelena en la fiesta de fin de curso y no quiere que sus padres descubran sus pupilas achispadas triunfó en Kobetamendi. Guiños sarcásticos a una moralidad descontextualizada que redondeó con un cuerpo de estética lencera, calcetines altos y una cazadora beisbolera repleta de chapas y pines que nos retrotraen a su infancia noventera.
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