maika salguero

Los turoperadores se sumergen a fondo en Bizkaia

Los profesionales extranjeros invitados por la Diputación y el Ayuntamiento de Bilbao visitaron este miércoles Ondarroa, Lekeitio y Muxika

Carlos benito

Miércoles, 27 de abril 2022, 20:16

Lo de los turoperadores extranjeros está siendo una auténtica inmersión en Bizkaia, y no solo por ese mal tiempo que este miércoles ha hecho que su jornada transcurriese en un medio predominantemente líquido. Los 54 profesionales que visitan el territorio –como colofón a Match Bilbao Bizkaia, la iniciativa de promoción internacional puesta en marcha por la Diputación y el Ayuntamiento de la capital vizcaína– son eso, profesionales, así que han venido documentados y con conocimientos previos, pero seguro que ninguno pensaba ayer, al despertarse en el hotel, que podía acabar levantando piedras, tocando la txalaparta o animando a un aizkolari con un 'aupa colorao'.

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El plan repartía a los invitados en dos grupos: la mitad iban a Gaztelugatxe y Gernika y la otra mitad partía hacia rumbos aún más aventurados para un turista de otro país, como son Ondarroa y Lekeitio. El propio viaje en autobús ya les sirvió de zambullida en la cultura local, porque el trayecto hasta Ondarroa dio de sí para que la guía les hablase de los baños de la reina Isabel II en San Sebastián, las palmeras de los indianos o la morfología del caserío. Ya en el pueblo, visitaron el puerto, el puente de Calatrava, la iglesia, el club de remo, la cucaña... y lo miraban todo como si un duendecillo travieso les hubiese trasladado desde el moderno Bilbao del Guggenheim hasta un mundo alternativo.

«Es un ambiente muy distinto –comentaba Santo David, de Roma–. También es muy diferente de los puertos italianos: en un día así, me parece estar en Escocia, pero esa autenticidad es muy interesante para los viajeros». Su compatriota Marzia Cardaci, de Milán, incluso tuvo un contacto espontáneo con la población local: «Un señor me ha preguntado de dónde venimos y me ha explicado que el nombre del pueblo significa 'boca de arena'. Me encanta esto, tan genuino». Marzia, por cierto, también se había quedado entusiasmada la víspera con San Mamés: «En el estadio se hace evidente ese sentido de un pueblo unido».

La experiencia más intensa de la jornada fue seguramente el tramo de Ondarroa a Lekeitio por la sinuosísima carretera de la costa, aunque en algunos puntos hubo que explicar todas esas vistas que ayer no se veían. Shaiy Howard, de Miami, contemplaba las curvas y la espesura con la fascinación de quien se adentra en una dimensión desconocida y también, no nos vamos a engañar, con cierto mareo: «Vivo en una ciudad y todo esto me llama mucho la atención: las vistas, los pueblecitos... ¡El vino también es bueno!». ¿Y ya se le puede vender todo esto a un tipo de Florida? «Mis clientes siempre andan buscando cosas diferentes. Esto, sin duda, lo es». La finlandesa Anni Knuuttila asentía a su lado: «He estado en Málaga, Alicante, Barcelona..., pero esto es nuevo para mí».

En Lekeitio, los enviados de los turoperadores sacaron fotos del puerto, de las casas y de los jubilados con txapela que charlaban en un banco. Se detuvieron ante la tienda de Ziarreta para estudiar el atuendo tradicional, preguntaron por las pancartas de los presos e incluso imitaron la pose de la vendedora de pescado que aparece en una foto antigua, con los brazos en jarras. «Los portugueses conocen, sobre todo, lo que queda al lado de la frontera. Pueden visitar Mallorca o Ibiza antes que Asturias o esto. Y, para mí, esto está igual de cerca que para alguien de Madrid. ¡Lo tengo más cerca que el Algarve!», explicaba Fernando Barbosa, de Oporto: «En vacaciones buscas sitios bonitos, tranquilidad y buena comida, y aquí están las tres cosas. Y sin colas», elogiaba.

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Más difícil que las pesas

La última parada fue en la Bodega Berroja, en Muxika. «Este paisaje me recuerda a las Azores. Y allí a veces también se ve poco», comentaba otro portugués. Allí escucharon la txalaparta, presenciaron una exhibición de aizkolaris («por favor, ponga la cabeza aquí», dijo un holandés al ver los troncos, pero luego aprendieron a gritar 'vamos' o, sí, 'aupa colorao') y aplaudieron a la harrijasotzaile Karmele Gisasola. Una de las invitadas, la peruano-mexicana Sandra Rotstain, se lanzó a darle a la txalaparta y a medir sus fuerzas con la piedra de 63 kilos. Y, de manera quizá inesperada, se le dio mejor lo segundo: le costó, pero la alzó. «Yo cargo pesas, pero esto es muy diferente, más difícil –decía después–. Con esta iniciativa estamos descubriendo cosas que enriquecen muchísimo el producto que vendemos después».

Tras la comida y el txakoli de la bodega, en el autobús de vuelta muchos se entregaron a la siesta. Por esta vez puede pasar también como tradición vizcaína.

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