Los pulpos de Txurdinaga
Llegó hace medio siglo largo pero su acento se quedó allí. En su tierra natal. La primera. Todo emigrante tiene dos. Y, algunas veces, no ... sabe cuál es la verdadera. Como Mario, que intercala carcajadas gallegas cada cinco palabras. Se agradece. Anima una conversación que intuíamos triste. Al fin y al cabo cierra un negocio, de casi tres décadas, merecedor del título 'De Bilbao de toda la vida'. Que se lo pregunten a quienes pasaron por la Pulpería Pulleiro de Txurdinaga. Para entenderlo sigan leyendo.
Publicidad
Mario Luis Pulleiro Pampín nació en Vila de Cruces, en Pontevedra, el 7 de marzo de 1948. Como tantos gallegos de entonces hizo el petate y se presentó en el viejo Botxo. En breve se cumplirán 56 años de ello. Y fue toda una odisea. Salió el 5 de diciembre y llegó el 6, tras un viaje de frío y nieve por León. Era 1966 y tenía 18 años. Su destino final fue Barakaldo.
Pero trabajó por todo el Gran Bilbao repartiendo paquetes, hasta que alguien le habló de cambiarlos por bombonas de butano. Eso hizo, hasta que llegó la mili y le toco uniforme con olor a salitre. Al marchar acordó con su compañero recuperar el puesto a la vuelta, para seguir repartiendo gas con el camión. Obtiene el carnet de primera y pasa a manejar la rosca de grandes camiones.
Pasan los años y en 1975 pilla, con su amigo Félix y las mujeres de ambos, otro mítico lugar. El bar Galicia de Santutxu. Pero Mario es hombre inquieto y su idea hostelera otra. Así que deja al socio con el negocio y regresa a los camiones. Para entonces su mujer, María Digna, ya tiene claro que es verso suelto en asunto de negocios y trabajador incansable. No hay horas suficientes. Y aún menos cuando llega la crisis de los 80.
Publicidad
Las empresas cierran y las persianas se bajan. Aparca el camión y monta con un cuñado de su hermano un taller en la calle Zamakola de La Peña. Es 1982. Todo parece ir bien hasta que el infortunio vuelve a llamar a la puerta. En realidad entra, sin avisar y en forma de riada, un año después. No mueren de milagro. Suben y recorren los tejados, esquivando unas piedras capaces de atravesar hasta tres plantas. Por fin, pasada la noche, son rescatados. Y vuelta a empezar.
Esta vez en Rekalde y con una taller de recambio de aceite, ruedas y puesta a punto. Allí trabaja desde el 84 al 89, cuando, junto a su amigo Alfonso, decide volver a Galicia. No quería que sus hijos fueran emigrantes. Pero la paradoja llega en el regreso. Tenían una solvente empresa de máquina herramienta y vivía feliz en Pontevedra. Pero había algo raro. En Bilbao le llamaban gallego y en Galicia vasco. Ya no era ni de aquí ni de allá. O sí. Porque volvió a Txurdinaga. Al fin y al cabo tenía un sueño. Montar una pulpería.
Publicidad
«No hay dos pulpos iguales»
Quiso hacerlo cuando vivía en la calle María Reina de Santutxu, pero hasta su propio hermano Santi le llamó loco. Eso era comida para pobres y para gallegos. Le dio igual. Encontró una lonja en Julián Gayarre y montó su proyecto. El 22 de mayo de 1995 nacía la Pulpería Pulleiro. Hace 15 años cambió de lugar, pero solo cerró un día en el proceso. La puerta siempre debía estar abierta. Y así ha sido hasta ahora. Carlos y Miguel, los hijos, tienen otros horizontes.
Así que la cierra para gran pena de sus incondicionales. Allí la calidad y el trato no se negociaban. Como dice Mario, «los coches tienen cuatro ruedas pero no hay dos iguales; con los pulpos pasa igual». Y ya que hablamos de lecciones de vida, apunten ésta: «Debes hacerlo todo siempre superior, para que al menos te salga regular».
Publicidad
Así ha pasado los años este bilbaino renacido en Txurdinaga. El que vino, se fue y regresó, porque entendió que la tierra de uno no la dicta ningún papel sino el corazón. Suerte amigo Mario. Espero que le vaya bonito, que esté muchos años entre nosotros y que siga riendo en gallego.
Accede todo un mes por solo 0,99€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión