Eneko Gogeaskoetxea Arronategi llega a Madrid tras ser extraditado por el Reino Unido.

El terrorista del Guggenheim que diseñó las bombas trampa de ETA

La Audiencia Nacional juzga a Eneko Gogeaskoetxea por haber asesinado al ertzaina Txema Aguirre cuando le descubrió mientras introducía en el museo, horas antes de que fuera inaugurado, una jardinera con granadas para matar a Juan Carlos I

óscar b. de otálora

Miércoles, 10 de febrero 2016, 22:08

La Sección Segunda de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional juzga este jueves a Eneko Gogeaskoetxea Arronategui por matar al ertzaina Txema ... Aguirre, quien frustró un atentado de ETA durante la inauguración del Museo Guggenheim de Bilbao en octubre de 1997, en el que se pretendía asesinar al Rey Juan Carlos I. La Fiscalía de la Audiencia Nacional solicita para él 95 años de prisión. El etarra se encontraba en paradero desconocido desde el crimen y fue detenido en febrero de 2010 en Inglaterra, donde se había escondido haciéndose pasar por un ingeniero informático francés.

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Eneko Gogeaskoetxea, nacido en Gernika en 1967, está considerado por los expertos de las fuerzas de seguridad como uno de los máximos responsables de la banda en la fabricación de bombas trampa. La primera acción por la que huyó, en este sentido, define el tipo de atentado que este experto en informática intentó poner en marcha en ETA. El ataque del Guggenheim consistía en la introducción en el museo de una jardinera idéntica a las que decoraban los accesos a la pinacoteca pero que había sido manipulada. Los etarras habían colocado en su interior varias granadas antitanque y antipersona que debían estallar cuando se encontrasen cerca de ellas el Rey Juan Carlos I, así como los entonces presidente y lehendakari, José María Aznar y José Antonio Ardanza, respectivamente, quienes tenían previsto asistir a la inauguración del edifico. Al ser descubierto por el ertzaina Txema Aguirre abrió fuego y lo asesinó.

Las fuerzas de seguridad creen que Gogeaskoetxea es uno de los etarras que comenzó a diseñar bombas camufladas en objetos de aspecto inocente u ocultas en lugares insospechados, como jarrones de flores o pancartas. Asimismo, es uno de los sospechosos en introducir técnicas avanzadas para detonar las bombas como son los sensores infrarrojos o los teléfonos móviles. La sofistificación no era sólo tecnológica. Los responsables policiales creen que este informático -así como otros expertos que llegaron a la cúpula- comenzaron a emplear técnicas de guerrilla combinadas con sus conocimientos científicos para aumentar la letalidad de sus ataques. En los años en los que la banda actuó de esa forma, los artificieros de las fuerzas de seguridad vivían en una tensión constante pero consiguieron superar, en algunos casos con lesiones graves, las emboscadas de la banda.

'Cócteles molotov' y explosivos

El mismo comando en el que militaba Gogeaskoetxea está vinculado con un intento de matar a varios ertzainas en un ataque que se considera un ensayo de estas complejas técnicas. En junio de 1997, cinco meses antes del crimen del Guggenheim, el grupo dejó una caja de 'cócteles molotov' en las inmediaciones de una calle de Durango donde se habían producido algaradas. Debajo de este paquete escondieron una bomba con tres kilos de explosivo, en la seguridad de que los ertzainas acudirían a retirar los artefactos incendiarios, momento en el que estallaría el artefacto. La lluvia, sin embargo, arruinó el sistema de ignición y los agentes vascos salvaron su vida.

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En el año 2000, las bombas trampa de la banda se multiplicaron. La primera de ellas, colocada en Alsasua el 9 de noviembre contra una patrulla de la Guardia Civil, pudo ser desactivada gracias a que se utilizó un robot. El día 21, trece días más tarde, los etarras lanzaron varios cohetes desde un automóvil contra un cuartel de la Guardia Civil en Irún y dejaron el coche abandonado. En la guantera habían colocado una célula fotovoltaica que haría explotar una bomba cuando los agentes la abriesen para comprobar la documentación. Las sospechas de que existía una trampa permitió a los artificieros salvar la vida aunque estuvieron cerca de diez horas examinando el vehículo en busca de dispositivos ocultos.

Bombas en señales de tráfico

La conjetura de que en Irún les esperaba una trampa surgió de un atentado registrado unos días antes en el que la emboscada de la banda estuvo a punto de matar a varios desactivadores. El 11 de noviembre, un comando lanzó varias granadas contra el cuartel donostiarra de Intxaurrondo desde un monte cercano. Los terroristas habían enterrado varios kilos de explosivo en el mismo lugar desde el que se arrojaron los proyectiles. Luego se ocultaron en una colina próxima desde la que podían ver el punto donde habían sepultado el artefacto. Cuando vieron que se habían juntado en las inmediaciones suficientes policías, activaron el artefacto mediante un teléfono móvil. Dos policías, cinco guardias civiles y tres ertzainas resultaron heridos. Posteriormente, el 9 de enero de 2001, la banda intentó asesinar a la cúpula del PP en Euskadi mediante un macetero que habían colocado en el cementerio de Zarautz, donde los dirigentes populares homenajeaban a José Ignacio Iruretagoiena, el edil asesinado en 1998. Los interferidores utilizados por las fuerzas de seguridad les salvaron la vida.

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En la batalla tecnológica que se inició entre artificieros y etarras vencerían ya los expertos en explosivos de las fuerzas de seguridad, que eran conscientes de que todas y cada una de las bombas de la banda que encontraban escondían un engaño. En 2002, en una vivienda cercana a la localidad francesa de Pau la policía gala encontró algunos de los diabólicos ingenios con los que la banda preparaba nuevas trampas para los artificieros. Bombas ocultas en los reposacabezas de los coches, señales de tráfico convertidas en artefactos explosivos, o maletas y tiestos preparadas para estallar cuando alguien los tocase. La banda siguió experimentando con emboscadas sofisticadas pero no le sirvió de nada.

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