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Uno de los vigilantes inspecciona con un detector de metales a un cliente. luis calabor

Una noche en Brutal, la discoteca en el punto de mira del Gobierno vasco

La sala de Bilbao obligada a contratar vigilantes de seguridad en quince días controla con detectores de metales y porteros la entrada al local. «Lo preocupante está en las calles, no dentro de los locales»

Sábado, 25 de febrero 2023

La discoteca 'Brutal', que antes se llamaba Distrito 9 y Living, tiene quince días para encontrar vigilantes de seguridad. «He hecho un barrido con empresas ... y me dicen que no ofrecen ese servicio en el País Vasco. Si no tienen suficiente personal para el día, como para tener para la noche y menos en un lugar conflictivo, como nos califican», protesta la dirección de la sala, ubicada en una galería en Alameda de Rekalde, en pleno centro de Bilbao. Esta semana ha sido señalada por el Gobierno vasco por su «especial conflictividad» y obligada a contratar vigilancia privada, pese a no llegar a las 700 personas de aforo como obliga la Ley; se queda en 363.

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Dos periodistas de EL CORREO vivieron anoche en primera persona cómo es salir de fiesta en 'Brutal'. Como cada viernes y sábado desde 2021, tras la pandemia, abre sus puertas a la medianoche. En la entrada, «dos o tres controladores de acceso especializados en ocio nocturno» pasan el detector de metales y cachean a todos los clientes. Uno a uno. «Hemos encontrado de todo», explican mientras abren un cajón en la mesa que les sirve de filtro improvisado. Sacan una navaja con cachas de madera y enorme filo, varios cúter, tijeras, tarjetas cortadas, candados («con esto le puedes abrir la cabeza a un tío»)... «Y abajo tenemos más. Cuando acumulamos unos cuantos, los bajamos», explican. «Quien sale con una navaja de casa tiene intención de liarla. Queremos gente de bien, limpia, que venga a pasárselo bien, no rara. A la discoteca han llegado a venir padres y madres porque no dejábamos entrar a sus hijos por robar o por liarla para que les permitiésemos acceder».

«Ojalá viviésemos en el país de las maravillas, pero lo realmente preocupante está en la calles, no en las discotecas», defiende el responsable del local. «Y eso tiene que controlarlo la Policía, no nosotros. Los hosteleros no somos delincuentes. La gente viene de la calle. La seguridad privada no va a resolver nada que no resuelva un portero», insiste.

Cobran ocho euros la entrada, que da derecho a una consumición. Un combinado cuesta ocho euros; un refresco, cuatro; y un botellín de agua, 3. Uno de los porteros ha sido «policía nacional en Venezuela», su país, durante siete años y lleva cuatro aquí trabajando en seguridad en ocio nocturno. «Lo último que quiere un portero son problemas porque enseguida les llega la multa y el juicio. Tienen psicología para saber tratar a la gente». Como sus compañeros, no esconde su gran corpulencia y viste de negro. «Si viene alguien que ha tenido problemas antes aquí o nos parece conflictivo no le dejamos pasar». En apenas una hora y media prohíben el acceso a media docena de individuos, a los que conocen de otros días o les dan mala espina. A otro le obligan a deshacerse de una bolsa de plástico verde con la que pretendía entrar a la sala. «Queremos trabajar, no buscar problemas».

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El local es de ambiente latino, una discoteca urbana o cross-over. Para acceder hay que bajar unas escaleras. Desde la galería se escuchan las piezas de salsa y bachata que ponen a primera hora. «Después hay mezcla. Ponemos la misma música que en otras discotecas». No faltan los últimos éxitos de Shakira, que animan a algunos de los clientes -en estos momentos son una treintena- que están en la sala. Se han animado a ir a 'Brutal' pese al «estigma» que, según la dirección del local, les ha impuesto el Gobierno vasco. «No nos pueden señalar así. Me han arruinado. La gente no va a querer venir. Si una chica le dice a su madre que viene a 'Brutal', le va a decir 'hija, te quedas en casa porque allí te van a violar, acuchillar... Nos ponen como si fuéramos el infierno».

Hace dos semanas «hubo una redada con 50 agentes y encontraron cero armas blancas». Detectaron un exceso de aforo y «tres menores», además de droga. «Vacías cualquier discoteca o El Corte Inglés y hay droga», se justifica. «La gente joven es la que llena los locales. La mayoría son segundas generaciones de inmigrantes latinos», apunta el responsable.

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26 ilícitos administrativos y penales

«Nos gusta mucho el ambiente y el trato. Siempre venimos», explican dos hermanas veinteañeras, Mailyn y Meilyn, que acuden con unos amigos a bailar. Andrea acaba de salir de trabajar en la hostelería y también quiere pasar un rato divertido. Ninguna había escuchado que el local ha sido sancionado por su especial conflictividad. «Nunca hemos tenido ningún problema dentro».

La Ertzaintza les atribuye «26 ilícitos administrativos y penales», aunque la dirección asegura que no tienen «ninguna sanción administrativa vigente ni incoado ningún expediente». «Cualquier día en la Plaza Unamuno o en el parque de Doña Casilda hay más». Se enteró «por la prensa» de que su local estaba siendo señalado por el vicelehendakari y consejero de Seguridad, Josu Erkoreka, en la rueda de prensa posterior al último consejo del Gobierno vasco. La resolución les llegó el pasado viernes, 17 de febrero y les concede dos semanas para contratar seguridad privada. La vamos a recurrir y confiamos en ganar», anuncian.

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«Somos la cabeza de turno y la excepción porque nosotros no llegamos a los 700 de aforo (sólo tres salas en Bizkaia lo superan: la Sonora, Fever y Backstage). Somos la primera a la que se le ha exigido seguridad privada. Sufrimos presión policial con redadas de cien agentes», lamentan. «Han hecho dejación de funciones porque no son capaces de obligar a quienes tienen que tener seguridad como para obligar al resto».

La dirección de Brutal niega que haya habido una agresión sexual en la sala desde que ellos llevan la gestión. Sí reconoce que ha habido «peleas por celos» y que los vecinos se quejan de ruidos, «pero lo que pasa en la calle lo tiene que controlar la Policía. Un vigilante no tiene autoridad fuera». «Cualquier medida para la seguridad de clientes y empleados nos parece bien. Que refuercen la presencia policial en el entorno», pide. «Meter un vigilante de seguridad me parece desproteger a todo el mundo, los chavales le van a vacilar».

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