Tiroteo en el puticlub Acrópolis
En mayo de 2000, un portero de un prostíbulo de Particular de Costa fue asesinado y su compañero resultó herido por un hostelero celoso
Manuel se presentó delante de la puerta del Acrópolis, el primer club de alterne legalizado en Bilbao, en el estrecho callejón de Particular de Costa, a las cuatro madrugada y empezó a apretar el gatillo de su 'Taurus' del calibre 6,25 contra uno de los porteros, Iker. Le mató de siete disparos, en la cara, el cuello, la base del cráneo, la espalda y una muñeca. Su compañero, el que aparece en la fotografía de Luis Calabor, sobrevivió pese a que también le alcanzó una bala en un brazo. Ocurrió el 14 de mayo de 2000. En aquella época, la calle perpendicular, General Concha, estaba repleta de prostíbulos. El Ayuntamiento llegó a contabilizar 25 burdeles ilegales. Una ordenanza para regular esta actividad en 1999 terminó por clausurar la mayoría de ellos meses después.
Durante el juicio, celebrado en 2001, trascendió que el asesino, que regentaba una pulpería cercana, y el portero mantenían un enfrentamiento por «celos» debido a que ambos tenían relaciones con dos prostitutas del burdel. El mismo día de los hechos mantuvieron una discusión y quince días antes, el homicida había asestado un puñetazo en la cara a la víctima por una riña relacionada con asuntos sentimentales.
«De repente, me vi con la pistola en la mano y a él en el suelo», resumió en el juicio el acusado, que fue condenado a 18 años de prisión por un delito de asesinato con alevosía, otro de lesiones y otro de tenencia ilícita de arma de fuego. «Disparó a quemarropa, a 15 centímetros de Iker», declaró el compañero del fallecido. En plena madrugada, dos chicas colombianas que ejercían en el Acrópolis, Liliana y Betsy, salían abrazadas del local, con lágrimas en los ojos por el cruel final de su amigo 'Guti'. El autor del crimen arrojó la pistola y la funda a un contenedor y se entregó en la subcomisaría de la Ertzaintza en Zabalburu, situada cruzando la calle Autonomía. Confesó que había tiroteado a los porteros de un club y que creía que «había matado a uno».
«Entonces andaba más de noche que de día»
«Estaba 'patrullando' por la ciudad y me avisaron del tiroteo. Entonces andaba más de noche que de día, sobre todo los fines de semana, porque había mucho movimiento. Fueron años bastante peleones», recuerda Luis Calabor, reportero de EL CORREO, que entonces se desplazaba en un llamativo 'Toyota Celica' blanco. «Cuando llegamos, la zona había sido acordonada y aún estaban las ambulancias con los heridos. Había mucho alboroto y me pusieron bastantes pegas para poder trabajar. Al final todo se resolvió y terminamos como amigos».
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