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La falsa coartada de los 'skin-heads' en el crimen del mendigo

Un indigente apedreó y quemó a otro en Bilbao, y fingió ante la Ertzaintza que había sido testigo del asesinato a manos de supuestos cabezas rapadas. Corría el 23 de octubre de 1999 y le cayeron 15 años de cárcel

Miércoles, 17 de octubre 2018

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En lugar de huir, se ocultó bajo un puente cercano en Basurto y se fumó un cigarro mientras la víctima, a la que había prendido fuego, agonizaba. Los alaridos alarmaron a varios vecinos que intentaron sofocar las llamas con extintores. Pero ya era demasiado tarde. El indigente, J.M.A.R, de 47 años y natural de Madrid, había muerto. Le asesinó otro mendigo, A.A.A., de 20 años, originario de Bilbao, pero con familia en Castro Urdiales, con el que solía beber vino en brik y también discutir acaloradamente por bancos y otros lugares donde dormir. Tras la última riña, la noche del 23 de octubre de 1999, A.A.A. le golpeó en la cabeza con una piedra y al creer que estaba muerto le tapó con cartones y le prendió fuego, en una zona despoblada junto a la línea férrea Bilbao-León, en Basurto.

Poco después regresó al lugar del crimen y contó a varios vecinos y a un fotógrafo de EL CORREO que había visto cómo un grupo de skin-heads le apaleaban. Ante la Policía, llegó a detallar que presenció cómo tres de ellos le golpeaban «con cadenas y palos» mientras otros dos miraban. Sus contradicciones en comisaría y, sobre todo, unas sospechosas gotas de sangre en las botas y el pantalón, que tras los análisis genéticos resultaron ser de la víctima, le delataron.

El fiscal llegó a acusarle de asesinato con alevosía y ensañamiento, por el que pedía 22 años de prisión. Finalmente, retiró la agravante y fue condenado a la pena mínima prevista para este delito de 15 años de prisión. El tribunal admitió que el reo sufría un trastorno antisocial de la personalidad, lo que hoy se llamaría un psicópata, y que «tenía alteradas de forma ligera sus capacidades».

«¡Había tenido un asesino al lado!»

Luis Calabor

«Esta historia empezó una noche de viento. No había nadie por la calle. El viento tiró una chimenea, que aplastó un coche en el que se acababa de montar una mujer y la mató junto al puente de la Merced. Entonces, me contaron que habían golpeado y matado a un mendigo en Basurto y me fui para allá. Cuando estaba haciendo fotos, me vino un tío y me dijo que lo había visto todo y que habían sido unos 'skin-heads' y les avisé a los ertzainas, que se lo llevaron a declarar a comisaría. Tiempo después, otra patrulla se percató de que el supuesto testigo tenía manchas de sangre en las zapatillas. Le detuvieron y confesó que él le había matado. ¡Había tenido un asesino al lado, manda narices!».

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