Gallarta revive su pasado minero uniendo tradición y fiesta
El Museo de la Minería del País Vasco celebra la Burdinjaitxo en una jornada con barrenadores, música y gastronomía popular
Una fiesta popular para honrar el pasado minero de Gallarta, Meatzaldea, Bizkaia y Euskadi. El Museo de la Minería del País Vasco celebró este sábado ... en sus instalaciones la Burdin Jaiatxo 2025, con un programa para todos los públicos y como si fueran unos festejos patronales. No se debe confundir con la Burdin Jaia, organizada por el Ayuntamiento de Abanto cada dos años. Cuando no toca, la pinacoteca realiza un acto de menor entidad en su recinto, al aire libre, con vistas a la antigua mina Concha II que sumergen a los presentes en su historia.
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«Lo mismo pero en pequeño. El objetivo es rememorar y poner en valor la historia minera», resume Aitor Uriarte, presidente de la asociación cultural del Museo Minero. «Es una fiesta popular, organizada por voluntarios, que reivindica el orgullo de nuestros orígenes, obreros y humildes. Y también la necesidad de conservar el patrimonio minero e industrial, que es lo que ha hecho este museo».
«Es un evento en el que intentamos implicar a todo el mundo, con actividades de comer y beber, como en todas las fiestas, y también vinculadas la herencia minera», subraya Uriarte, y señala a los ferrones que están fabricando hierro «a la antigua usanza», en un horno semienterrado como en las ferrerías de montaña hace 500 años. La exhibición de barrenadores, el campeonato mundial de carga de vagonetas con mineral y visitas guiadas al museo se solaparon con el pintxo pote en la cantina, la música, la comida popular, coros, dantzaris, concursos de rana y tortilla de patatas...
Es la tercera vez que el matrimonio formado por Miguel y Silvia se acerca desde Barakaldo. «Los últimos años siempre venimos este día desde que lo conocimos. Hay buen ambiente y la entrada incluye el pintxo pote por un euro, es buen plan», reconocen. Silvia revela su relación con la historia industrial y minera de Bizkaia: «Mi abuelo trabajó en Altos Hornos y murió allí en una explosión». Ahora traen a sus dos hijos para introducirlos en un museo de una forma más amena.
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Y es que no hay nada como vivir las experiencias en primera persona, como la exhibición de barrenadores donde se enfrentaron Gallarta contra Ortuella. Desde finales del siglo XIX y hasta los años 30 del siglo XX eran los trabajadores de las explotaciones mineras encargados de perforar las rocas creando orificios en los que colocar los cartuchos de dinamita que después harían estallar para extraer el mineral de hierro. Con el tiempo se convirtieron en objeto de apuestas y retos y, algo habitual en los herri kirolak, lo que comenzó como un modo de ganarse la vida terminó siendo un deporte tradicional vasco.
«Qué brutos somos»
En esta ocasión los competidores tenían media hora para hacer los máximos agujeros posibles, de 13 centímetros de profundidad, en una roca de piedra caliza que pesa unas cuantas toneladas. Para ello usan una barrena de 15 kilogramos. Cuando el árbitro da la orden, comienzan a golpear la piedra por turnos y los primeros fragmentos de la roca llegan hasta la primera fila del público. «Los barrenadores deberían llevar EPI, y nosotros también», comenta Celia tras la cinta de protección mientras se quita trozos de piedra del pelo. «Luego nos dicen fuera qué brutos sois los vascos», añade.
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A su lado observa fascinado el asturiano Lito, muy interesado en conocer cómo funciona la prueba y el antiguo oficio que se está representando. «Me recuerda a uno de mis pasajes favoritos de 'El intruso' de Vicente Blasco Ibáñez donde dos barrenadores compiten por un puesto de trabajo. La obra refleja muy bien la historia de Gallarta».
Tras un gran esfuerzo físico de ambos bandos al final de los 30 minutos se proclama vencedor Ortuella por haber horadado la roca en diez ocasiones, frente a los nueve agujeros de los locales. «Lo importante es sujetar la barrena arriba, levantarla todo lo que puedas y luego sujetarla con el golpe abajo y girarla, porque si no se te atasca. Bajar y girar, bajar y girar», explica el barrenador Gotzon Abasolo, de Gallarta. «Otro aspecto clave es la respiración. Para arriba coges el aire y para abajo lo sueltas».
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A continuación fue el turno de los espectadores para ponerse en su lugar y probaron lo que se siente al barrenar. «Está muy dura la piedra. La barra pesa menos de lo que me esperaba, pero no me veo capaz de hacerlo más de cinco minutos», asegura el pequeño Daniel, de ocho años. «Antes era una esclavitud», le contestan.
«Los barrenadores son una parte que nos vincula con ese tiempo cuando explotábamos las minas a gran escala», apostilla Aitor Uriarte. «Lo que hacemos es enseñar el patrimonio del museo, todo lo que hemos conseguido salvar en los últimos 40 años y mostrar este proyecto que a futuro va a crecer más».
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