Trabajadores de Bilbobus se manifiestan por las calles de Bilbao. Bernardo Corral
Bilbaínos con diptongo

Manifestaciones a la bilbaína

Lunes, 1 de abril 2024, 00:04

Setenta y tres y subiendo. Esa era la cifra del pasado miércoles. No son las veces que me han preguntado si tengo entrada para la ... Final, sino las manifestaciones que se han celebrado en Bilbao desde el 1 de marzo. Casi tres al día. Nadie nos gana en Europa. Debe ser que vivimos en la región más pobre y despojada de derechos de todo el continente. No se explica de otra manera tamaña cifra. No conozco a nadie que no se haya quejado con comentarios del tipo «he llegado tarde al trabajo, no he podido llevar a los críos al cole o me he comido una retención de dos horas». Lo aceptamos como daño colateral y tenemos claro que manifestarse es un derecho. Pero el cuento cambia según estemos a un lado o a otro de la pancarta. No podemos ser la capital de las manifestaciones y que la Gran Vía parezca la Pasarela Cibeles de las protestas.

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Decía el alcalde que quizá la solución para llevarlas a cabo, y que no afectara tanto al resto, podría estar en manifestarse por las aceras. Suena complicado para invidentes, personas con movilidad reducida, gente mayor o carritos de bebé. Pero al menos el edil ha planteado una idea. Otros no. Solo se quejan. Lo de pensar lo dejan para el resto. Servidor también le ha dado una vuelta.

La solución pasaría por concentrarlas en un solo día. El domingo. Saliendo a modo cabalgata, pero con tiempo y distancia suficientes como para que cada cual pueda mostrar su pancarta y gritar sus consignas. De esa forma se respetaría el derecho a manifestarse y el resto sabría qué jornada es mejor no pasar por Bilbao, al menos hasta cierta hora. Suena absurdo y probablemente lo sea. No se preocupen. Nunca se hará. Porque parte de la gente que está detrás de las manifestaciones, y no solo sindicalistas, buscan perturbar para dar que hablar. Error. No entienden que la mayoría de las veces la gente se cisca en el árbol genealógico del manifestante. Somos egoístas.

Que no le suban a alguien el sueldo o le mejoren el convenio, mientras no seamos nosotros, nos preocupa entre poco y nada. Habrá lectores que estén en desacuerdo, que se van a la cama con el corazón encogido por los de los autobuses, los funcionarios, la empresa pitorrez, el profesorado o las trabajadoras de residencias. Y supongo que también les quitarán el sueño colectivos más vulnerables. Lo que nos lleva a la gran pregunta. Si alguna manifestación, no hablo de masivas y con huelga general, ha logrado revertir una situación. Confiesan que no. Que solo alguna vez. Como mucho valen para hacer ruido y que se agilicen las negociaciones. Poco más. Por no hablar de las que no tienen carácter laboral.

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Hace cosa de un mes nueve personas, han leído bien, portaban pancarta y banderas contra los bombardeos de Gaza y a favor de la causa palestina. Imagino a los dirigentes de Israel de los nervios y pensando en parar los ataques porque nueve indignados se han manifestado en Bilbao. Los únicos que se pusieron nerviosos fueron los conductores que se chuparon una cola de tres kilómetros. La protesta solo jodió a quien ninguna culpa tenía. Porque al jefe o al político de turno les importa un bledo. Por eso urge hacer algo. Empezando por las formas. La mayoría de las veces no nos enteramos de la razón de la misma. Una más. Lo suyo sería hacer algo que les aporte más visibilidad. Con creatividad. Para eso hay que pensar.

Lo fácil es cortar las carreteras o recorrer la Gran Vía. Pero no está la cosa para que paremos la actividad a razón de tres manifestaciones diarias. Luego nos quejamos de la inseguridad ciudadana pero tenemos a los municipales ocupados cortando las calles para que las pancartas recorran el asfalto. Y detrás los de la limpieza, barriendo el suelo, que también nos sale una pasta. Hagan cuentas y, si les parece, hablamos otro día de cómo podemos ser líderes en absentismo laboral. Se ve que somos más de protestar que de trabajar. Y yo pensando que éramos diferentes.

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