Cadillac Fleetwod sedán modelo de 1948 que perteneció a Alejandro Zubizarreta, vecino de Las Arenas. E. C.
Bilbaínos con diptongo

Nuestros autos locos de Bilbao

Lunes, 2 de junio 2025, 00:10

He querido mostrar de un modo gráfico la relación entre coches y personas». No se puede resumir mejor ese empeño de José Andrés Etxebarria titulado ' ... Historia del automóvil en Bizkaia. Del BI-1 al BI 100000'. Un compendio de las primeras rodadas de aquellas obras de arte, sobre un Botxo que sacaba pecho en transportes. Hasta 1915 había más coches en Bilbao que en Madrid o Barcelona. Lo avalan los datos. Y eso que muchos paisanos fueron al viejo Foro a comprarlos, por lo que la matrícula era madrileña. La primera marca más vendida fue la Renault, pero seguida de cerca por los elegantes y poderosos Hispano Suiza. Había familias, como los Ybarra, por cuyas manos pasaron hasta 25 vehículos del medio millar que tenía entonces nuestra villa. Pero hablemos del primero. No está claro cuál fue. Tengan en cuenta que en los estertores del XIX y el nacimiento del XX no era obligatorio lucir matrícula. En agosto de 1896 el Noticiario Bilbaíno hablaba de la adquisición de un vehículo por parte de los Careaga. Hubo muchos casos así. Pero si hablamos de matriculados, el primero es Salustiano Mogrovejo como propietario del BI-1. En cuanto al 100.000, su caso lleva duende. El doctor Usparicha pidió, y logró, que le reservaran el número. Así fue. De hecho acabó siendo un regalo de IMOSA, Industrias del motor, y en marzo de 1967 se convirtió en una de las ambulancias de la DYA. Lo que me lleva a José Andrés. Sobre toda rueda reposa una historia.

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Etxebarria es un licenciado en Derecho y traductor jurado que, entre otras pasiones, tiene la de las joyas rodantes. Entiende que cada coche guarda vivencias y, obviamente, secretos. Son más que simples máquinas. Nos han visto reír, llorar, discutir y hacer las paces. Viajar de vacaciones o ir al trabajo. Acudir a bautizos, bodas y tristes funerales. Cuántos primeros besos y arrebatos sexuales han vivido, cobijado y callado. Por eso José Andrés los mira de esa manera. Reconoce que nada habría sido posible sin sus cazadores de coches. Un selecto grupo de diferentes vidas y sectores que le han aportado imágenes y datos a lo largo de 30 años. Un equipo, liderado por Miguel Martín Zurimendi, que es uno de los oráculos de cabecera de un servidor. Por eso, otro día, hablaremos de este grupo. Merecen diptongo. Pero hoy nos centramos en Etxebarria. Insiste en que su única intención era que esos coches y sus historias no acaben enterrados bajo el polvo y el olvido. Como curiosidad les puedo desvelar que, para aparecer en el libro, debía verse bien la matrícula. Eso ha impedido que algunos de ellos, aún sabiendo que lo merecían, asomen por sus páginas. Quizá en la próxima entrega. Porque los coches, y las motos, cambian de manos y de gentes dejando en ellas algo de sí mismos y a cambio recogen, en sus asientos y volantes, retales físicos y emocionales quienes los han frecuentado. No es casualidad que tengan motes cariñosos. El balín rojo, el coco, la lola, el fitipaldi y seguro que ahora mismo está usted recordando cómo llamaban en casa al coche del abuelo... Al fin y al cabo, no hace falta ser Penélope Glamour o Paco Bello para formar parte de los Autos Locos. Ni se necesitan modelos caros o exclusivos. Hasta el más humilde de ellos merece respeto. Por eso José Andrés y sus cazadores de coches siguen al acecho. Como harán este segundo fin de semana de junio. Sobre todo el sábado 7 y el domingo 8, por el Festival Internacional Arte sobre Ruedas Villa de Bilbao. Si tienen una moto o un coche clásico les animo a que los lleven. Se lo dice alguien que conduce un escarabajo del 75 cuya guantera guarda fotografías de anteriores propietarios. Recuerden que no solo sirven para llevarnos de un lado a otro. Su mayor cometido es acompañarnos en este viaje hermoso, duro y siempre incierto que llamamos vida.

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