«Son como hermanos, hasta duermen juntos»
El batería de Belako Lander Zalakain tuvo que conformarse con peces y algún pajarito cuando era un crío
Al padre de Lander Zalakain le tocó, durante años, bloquear los intentos de sus hijos de meter un animal en casa. Transigió con los peces o los pájaros, que venían a ser mascotas de consolación, pero siguió ejerciendo su derecho al veto cada vez que las aspiraciones saltaban a los mamíferos. Claro que, al final, sus esfuerzos no le sirvieron de mucho, porque los bichos se acabaron colando de manera más o menos accidental por algunas rendijas de su sistema de defensa. «Pluto llegó hace cinco años, cuando era un cachorrillo recién nacido. Una amiga nos lo dejó para cuidarlo: como solo iban a ser dos o tres días, mi aita aceptó, pero al final mi amiga no pudo quedárselo y sigue aquí. Todos, incluido mi aita, nos enamoramos de él desde el primer momento», relata el batería de Belako. Al nuevo miembro de la familia le pusieron Pluto, como el dibujo animado de Disney, aunque en realidad el bautismo homenajea a un perro que tuvo la madre de Lander cuando era niña.
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Más datos
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Batería del grupo de rock Belako De crío tuvo que conformarse con peces y algún pajarito: «¡Nada que me marcase profundamente! Yo soñaba con un gato o un perro, pero, según mi aita, ya éramos bastantes en casa. Aun así, con mi ama y mis hermanos, seguimos intentándolo hasta conseguirlo».
Un par de años más tarde, en un nuevo momento de flaqueza paterna, apareció el gatito. «Mi hermano Jesús y unos amigos lo encontraron en una caja en la calle. Era también recién nacido y estaba empapado y casi muerto de frío. Tuvimos que llamar al veterinario de urgencia porque era de noche y no sabíamos qué hacer. Al final nos ganó a todos, también a mi aita, y se quedó para siempre», sonríe el músico. En aquel momento, Lander todavía estaba conmocionado por la muerte de David Bowie, que había pillado por sorpresa al mundo unas semanas antes: «Adoraba al artista, así que no dudé ni un segundo a la hora de ponerle nombre al gato».
Pluto y Bowie
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Raza: Pluto es mezcla de pastor vasco y labrador. Bowie es un gato común recogido de la calle.
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Edad: Pluto tiene 5 años. Bowie, 2.
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Peso: unos treinta kilos el perro y entre tres y cuatro el gato.
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Carácter: Pluto es tranquilo y bonachón. Bowie, revoltoso y aventurero.
Las dos mascotas de la familia se ajustan, más o menos, a los estereotipos sobre sus respectivas especies: «Pluto es el perro más bueno y pacífico del barrio, le quiere todo el mundo. Es un amor. Si viene con nosotros gente que no conoce, se muestra supercariñoso y mimoso, aunque también desempeña su papel de guardián. Bowie, como buen gato, es travieso, curioso y aventurero. A veces se hace el duro y el indiferente, pero siempre acaba reclamando mimos: eso sí, solo cuando él quiere, no como Pluto, que está siempre dispuesto».
Mucha música
Lo que no acatan los dos animales es esa especie de mandato natural que decreta la enemistad entre perros y gatos: «Al principio, Pluto parecía frustrado, porque quería jugar con Bowie como si fuese otro perro y el gato pasaba de él. Con el tiempo empezaron a llevarse bien, como hermanos, hasta el punto de dormir juntos. A veces Bowie chincha a Pluto, pero se tienen mucho respeto y cariño».
Lander está convencido de que «muchas veces, convivir con animales nos aporta más que convivir con otros seres humanos», y para él son muy importantes los momentos compartidos con sus mascotas: la vuelta a casa tras andar de conciertos con Belako, cuando Pluto se le echa encima y Bowie se suma al barullo un poco más tarde, con tibieza felina, o esas noches en las que el gato se sube a la cama y el perro intenta seguirle sin éxito. Los dos amigos peludos incluso pueden presumir de ciertas credenciales roqueras: «Se comen toda la música que se escucha en casa, que es mucha. Cuando llegó el gato, les puse el 'Animals' de Pink Floyd y los dos se quedaban fritos de lo a gusto que estaban». ¿Y Bowie aprecia a Bowie? «Pues sí, parece que le gusta bastante. A los dos, de hecho. O, al menos, no se quejan, aunque tampoco les queda otra».
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