ACB, en defensa de nuestra industria
Si Europa quiere un sector limpio, puntero y eficiente, no puede permitir que la planta de Sestao siga parada. La Acería Compacta de Bizkaia es un modelo a imitar, no a castigar
Siempre hay una gota que colma el vaso. La parada temporal e indefinida de la Acería Compacta de Bizkaia (ACB) ha helado la Margen Izquierda. Arcelor Mittal ha parado un icono de Bizkaia. Ha detenido un proveedor de referencia de productos innovadores (ocho procesos de I+D+i en 2014), tanto en la compañía como en el sector. Solo tres días antes, los representantes del comité de empresa desgranaban en la Diputación su impotencia por una decisión que no entienden. Hombres de rostros cansados y pocas ganas de hablar, que subrayaban que lo suyo es trabajar. Más que un desahogo, que también, estas líneas son un alegato en defensa de la industria vasca del acero. La ACB y sus trabajadores no merecen estar parados. No habla el corazón, gritan los argumentos.
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La ACB tiene futuro. Lo ha dejado escrito Europa en su Plan de Acción para una Industria del Acero Competitiva y Sostenible. Por muchas razones, pero sobre todo por dos poderosas: porque el mundo necesitará acero (la OCDE prevé un aumento de 1.500 a 2.300 millones de toneladas de la demanda mundial en la próxima década) y porque el futuro exige una producción sostenible y amable con el medio ambiente, como produce Sestao, una acería única en Europa, un referente medioambiental (ISO 14001 desde 2001 y premio europeo de Medio Ambiente 2010) y un modelo productivo por su tecnología puntera, capaz de producir bobinas en caliente de hasta 30 toneladas en tres horas.
Es verdad que el contexto mundial no ayuda. La crisis económica ha reducido la demanda de acero, principalmente en la construcción y el automóvil. Los países emergentes, sobre todo China, plagaron de acerías sus territorios, pero su desaceleración económica origina ahora un problema mundial de sobrecapacidad. Han inundado el mercado de acero tirando los precios con apoyo gubernamental. Si se añade que no todos los productores juegan con las mismas reglas (tasas medioambientales y derechos laborales) y el abismo existente entre los costes energéticos de unos países y otros, el panorama es preocupante.
ACB maneja un dato demoledor: el coste de la energía en el Estado es un 38% más elevado que en Alemania. Ese exceso lastra la competitividad de cualquiera. Si de salida eres un 38% más caro resulta difícil ser atractivo. Y los costes de la energía representan hasta el 40% de los costes totales (la masa salarial, el 5%, según el Comité). Llegados a este punto hay que interpelar directamente al Gobierno español. ¿Cómo es posible este abismo de precios? Porque la factura eléctrica española está repleta de extras que la elevan de forma desorbitada. Es natural que el consumidor pague la generación de la energía o el uso de las redes de distribución; lo discutible es que se le grave con conceptos como la compensación de llevar la energía a las islas, las primas a renovables o al carbón. Lo lógico sería que esos costes los asumiera el Presupuesto General del Estado y que cada cual pague lo que consuma.
El coste energético de las grandes empresas debe bajar. Cuanto antes se pongan a ello en Madrid, mejor para todos, sobre todo mejor para empresas como ACB. Pero con el desgobierno que reina en España parece poco probable que alguien esté pensando en estas cosas. Para colmo, el Parlamento Europeo juzga indispensable que los entes regionales y locales participen activamente en los foros continentales del acero. Lo hemos reclamado una y mil veces, y una y mil veces el Estado lo ha negado. Nadie mejor que los vascos para defender lo nuestro.
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Europa, por su parte, pide una menor dependencia de combustibles fósiles y demanda productos de alta calidad, energéticamente eficientes e innovadores; reclama tecnologías más limpias y más eficientes. Y la Cumbre de París asoma como colofón de esa mediática y poco realista sensibilidad ambiental. Sestao cumple los requisitos. Mientras la mayoría de acerías utilizan carbón y mineral para producir acero, la planta de Ezkerraldea produce con energía eléctrica y chatarra reciclada. La utilización de chatarra reduce en un 75% el consumo de energía y en un 80% la necesidad de materia prima. ¿Hay tecnología más limpia? A Europa cabe reclamarle coherencia. Si quiere una industria limpia, puntera y eficiente, no puede permitir que la planta de Sestao siga parada. La ACB es un modelo a imitar, no a castigar.
Y además de coherencia, a Europa hay que reclamarle rapidez. El mundo se mueve a una velocidad que deja en ridículo el torpón deambular que a veces exhibimos las instituciones. La Comisión reconoce que necesita dos años para elaborar medidas antidumping que frenen la competencia feroz de otros productores como China (EE UU lo reduce a seis meses); medidas, por otra parte, que otros países aplican sin miramientos a las exportaciones europeas.
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Esta España a la deriva y esta Europa dormida no pueden permitir que la ACB siga parada. No es justo ni es coherente. La Diputación de Bizkaia y su diputado general se ofrecen a trabajar conjuntamente con Arcelor Mittal y demás agentes implicados para asegurar la continuidad de este emblema de Bizkaia, del acero y de la industria moderna.
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