Mondragón contiene el impacto social de Fagor dos años después de la quiebra
Casi el 90% de los socios afectados ya trabajan o se han jubilado; del 10% restante, la gran mayoría ha accedido a empleos temporales que les permiten alargar el paro
Luis López
Lunes, 2 de noviembre 2015, 02:17
Hace dos años ni dentro ni fuera del Grupo Mondragón hubiesen apostado un euro a que en octubre de 2015 la situación sería esta. Hace ... justo dos años Fagor Electrodomésticos terminó de despeñarse. Una de las grandes industrias vascas, emblema del movimiento cooperativista que lleva décadas asombrando al mundo, se hundió víctima de la crisis, sí, pero también de sus vicios. 1.895 socios vieron desaparecer bajo sus pies un suelo de cuya firmeza la gran mayoría ni había dudado. Las consecuencias sociales se preveían dramáticas.
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Pero ahora, 24 meses después, el escenario es mucho mejor del que cualquiera hubiese previsto. La Corporación Mondragón ha conseguido contener el impacto social del desplome de su buque insignia gracias a una política de reubicaciones en otras cooperativas que ha operado como salvavidas para cientos de personas. En estos momentos, 1.700 de los 1.895 socios tienen una solución: o están trabajando o se han jubilado. Es cierto que buena parte de ellos (790) se encuentran en reubicaciones provisionales; pero 200 tienen un puesto definitivo; 450 han accedido a jubilaciones, prejubilaciones o excedencias; y 260 han pasado a trabajar para CNA, el grupo catalán que se ha hecho con los restos de Fagor Electrodomésticos -tienen la opción de regresar al mundo cooperativo en tres años y, en todo caso, serán acogidos en caso de despido-.
«La solución definitiva llevará tiempo, años», admite Zigor Ezpeleta, director de Gestión Social de la Corporación. Pero también apunta que en octubre de 2013 cualquiera habría firmado por que a estas alturas estuviésemos así.
Hay que aclarar que las cifras anteriores están en permanente movimiento porque «hay un flujo constante» de personas que son reubicadas en diferentes cooperativas en función de las necesidades de producción. De hecho, de los dos centenares de socios que ahora no tienen empleo la inmensa mayoría, asegura Ezpeleta, ha disfrutado de reubicaciones previas. Es decir, que desde la quiebra hasta ahora ha habido momentos en los que han tenido actividad. Una cuestión importante no sólo por el hecho de mantenerse en el mercado laboral, sino porque así se interrumpe el cobro de la prestación por desempleo y se retrasa el momento en el que se agota.
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Hay que recordar que es Lagun Aro, la particular Seguridad Social del mundo cooperativo, quien hace frente al paro de sus socios durante un periodo de 24 meses. Para quienes no hayan tenido actividad desde que quebró Fagor Electrodomésticos, la cuenta atrás está llegando a su fin. Pero, aseguran en el grupo, se trata de casos muy puntuales. La «inmensa mayoría» o están trabajando o lo han hecho, de modo que aún tienen oxígeno.
- ¿Cómo puede Lagun Aro afrontar una situación de esta magnitud?
- Veníamos de una etapa anterior de bonanza donde no hubo necesidad de echar mano a los fondos de ayuda al empleo, una bolsa pensada para poder reaccionar en etapas de crisis. Había un colchón considerable. Y, además, para afrontar este pico de desempleo en los últimos dos años se ha subido de forma sustancial la cuota a los socios.
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Considera Ezpeleta que todo lo que está ocurriendo pone de relieve la vigencia de ciertos valores que en principio «pueden parecer etéreos, como el compromiso con el empleo y la solidaridad, pero que aún son muy reales». Y comienza mencionando la generosidad de la cooperativas que han recibido a los socios de la hermana caída. Naturalmente, es un proceso que genera tensiones por muchos motivos.
Escasa formación
El primero, que buena parte de los trabajadores de la firma quebrada carecen de una formación especializada. Fagor «tenía un modelo muy intensivo en mano de obra poco cualificada», lo que dificulta su reinserción en un conglomerado fundamentalmente industrial. Porque, contra lo que pueda parecer, es la industria y no la distribución -con Eroski como bandera- la que más mano de obra está absorbiendo. Especialmente, sectores como el de los componentes o la máquina herramienta, que mayoritariamente requieren perfiles profesionales bastante definidos. Para salvar este obstáculo Mondragón ha hecho énfasis en la formación de los afectados: en estos momentos, un centenar de ellos está recibiendo cursos.
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- La llegada de gente nueva a una empresa siempre crea situaciones difíciles...
- Claro que hay tensiones, pero son más fáciles de llevar cuando todo el mundo percibe el problema como algo cercano. Aquí todos tenemos a conocidos o familiares afectados por el cierre de Fagor Electrodomésticos, sabemos lo que es. Además, esto ya se ha hecho antes, en crisis anteriores, y no hay que explicarle a nadie lo que son las reubicaciones. Ahora toca ayudar a quienes en el pasado recibieron ayuda. Por otra parte, la gestión siempre está basada en lo razonable: se habla con la cooperativa, se estudia el perfil del afectado... Cada reubicación es única. Esto no es algo que se pueda hacer en bloque.
Zigor Ezpeleta no se cansa de ensalzar el compromiso y solidaridad de las cooperativas en unos momentos que ponen a prueba la solidez de los eslóganes en el mundo real. Eso sí, del otro lado también se requiere esfuerzo. «Se apela al propio socio, a su capacidad, aptitud y esfuerzo... Es él quien tiene que ganarse su puesto de trabajo».
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La situación es tan delicada que las tensiones también llegan del lado de quienes se han quedado en la calle con serios problemas para asimilar la dura realidad. En varias ocasiones agrupaciones de afectados han tachado de «indignos» los empleos que se les ofrecen en su calidad de socios. Una crítica que el director de Gestión Social rechaza en tono comedido para evitar más polémicas. «Yo sé los puestos de trabajo que estamos ofreciendo y las condiciones de quienes llegan son las mismas que las que tienen los socios. Si el sueldo es menor del que tenían, reciben fondos de compensación». En las asignaciones se tiene en cuenta la cuestión geográfica, y si es necesario desplazamiento se abona kilometraje. En todo caso, Ezpeleta también quiere reconocer «el esfuerzo que está haciendo la inmensa mayoría de las personas reubicadas».
- Muchos eventuales se habrán ido a la calle para dejarles sitio...
- Ha habido casos, pero mayoritariamente no. Las reubicaciones se están haciendo para cubrir picos de producción o con la generación de puestos. Si se hubiese echado a eventuales se notaría en las listas de desempleo de Lanbide, y no es así.
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Contra todo pronóstico, las listas de parados demandantes de empleo no han engordado ni en Mondragón ni en la comarca. Según datos de Lanbide, el municipio tenía 1.552 desempleados en busca de trabajo en septiembre de 2013, cifra que el mes pasado se mantenía en 1.553. En todo el Alto Deba el número incluso ha descendido, de 3.707 a 3.500. Lo dicho: cualquiera hubiese firmado hace dos años por estar en semejante escenario a estas alturas. Un momento en el que, además, las perspectivas económicas ayudan y la Corporación incluso espera crear empleo en su periodo estratégico 2012-2016.
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