Rock and roll al estilo de Wyoming

El Gran Wyoming es un toro difícil de encajonar. La historia le recordará como presentador ocurrente y lenguaraz, un 'showman' experimentado que aplica sus artes a la tarea de conducir programas de televisión. Pero, antes de eso, José Miguel Monzón fue roquero de cierto renombre. Y, en aquella prehistoria de los 70, también llegó a ejercer su profesión real, de médico, en la localidad madrileña de Buitrago del Lozoya. Quizá haya que buscar en esos escarceos con un curro ortodoxo el germen de su irreversible inclinación hacia la farándula, porque él mismo ha dicho en más de una ocasión que todo lo que hace es un intento persistente por escapar del trabajo convencional, esa maldición bíblica tan chunga.

Así que sería erróneo contemplar a Wyoming, en esta nueva visita a nuestros escenarios, como un advenedizo cautivado por la iconografía del rock and roll. En realidad, la música estuvo antes, cuando nuestro protagonista fue abducido por una singular constelación de grupos con tres caras muy distintas. Por un lado estaban los populares y etílicos Desmadre 75, que alcanzaron el éxito con su himno al guateque 'Saca el güiski, cheli'. En ellos militaban José Julián Monzón, hermano de Wyoming, y el teclista Ángel Muñoz, al que llamaban Maestro Reverendo por haber estado de organista en la iglesia de San Antón. Por otro lado despuntaban los sinfónicos Paracelso, en los que también estaba Reverendo, que fueron los que reclutaron a Wyoming y se desdoblaron en dos proyectos distintos: continuaron con su rollo progresivo y conceptual, tan propio de la época, pero a la vez, con el bautismo ampliado de Paracelso con El Gran Wyoming, empezaron a darle a un rock and roll menos divagante y más enérgico. Llegaron a ganar dos ediciones del concurso Villa de Madrid (a la segunda se presentaron como Gran Wyoming y su Banda) y hay un reportaje de TVE en el que aparece entrevistado un curioso melenudo de nariz aguileña. Es él, en uno de sus primeros contactos con las cámaras.

Los poros de la piel

Después vino la etapa hostelera, aquella especie de show íntimo de variedades que El Gran Wyoming y Reverendo llevaron de aquí para allá durante dos décadas. Combinaban música y humor y sacaban excelente partido de los parlamentos desternillantes y la facilidad para la réplica del vocalista, que mientras tanto se iba haciendo cada vez más famoso en televisión y lograba arrastrar a los platós a su cómplice pianista. El mejor testimonio de todos esos años ha quedado en el doble cedé 'Antolojía 1975-2000' (sí, con jota, como si fuesen poemas de Juan Ramón Jiménez), en el que aparecen clásicos de la pareja como 'Con la mano entre las piernas' o 'Amor y hematomas', junto al 'Sunny Afternoon' de los Kinks o 'El hospital' de los Pegamoides. Otra referencia repleta de carga emotiva es el doble cedé (y doble DVD) que recoge el concierto de homenaje a Reverendo, fallecido en 2012: en la velada participaron 57 músicos, entre los que se cuentan Los Enemigos, Rosendo, Javier Krahe o Julián Hernández.

La fase actual, la de Wyoming y los Insolventes, comenzó un día que Monzón asistió a un concierto de la banda Última Experiencia y se asombró al ver que tocaban las canciones que a él le gustaban. Charló con ellos, surgió la hermandad roquera y dieron forma a este proyecto compartido que se dedica a las versiones: los Beatles, los Who, Zappa, Leño, Lou Reed, Cornershop, Los Salvajes, Jet o los Ramones son algunos de los artistas de su repertorio. Porque, de momento, a Wyoming no le apetece componer: "Para eso hay que sentir la necesidad de hacerlo -ha explicado en una entrevista con 'Musicópolis'-. Si no, salen cosas convencionales que hablan de los poros de la piel y toda esa sarta de gilipolleces".