«Mi caserío es una isla»
La crecida del Butrón ·
Jon Urrutia está acostumbrado a que los desbordamientos cerquen por completo su vivienda de Gatika. «Para mí se ha vuelto algo normal», diceJon Urrutia vive en el barrio de Igartua, en Gatika, a unos cuantos kilómetros del mar, pero ayer por la mañana parecía un náufrago atrapado ... en un pequeño y remoto trocito de tierra. «Ahora mismo mi caserío es una isla, está totalmente rodeado de agua», resumía con una mezcla de buen humor y costumbre, porque las inundaciones son algo a lo que su familia está más que habituada. «Mi padre -evocaba- me solía contar que en el 83 se despertó con el agua en la cama. Fue a levantarse, echó el pie al suelo y estaba en el agua. Tuvieron que subir a mi abuela al pajar y vino la Guardia Civil en zódiac».
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Así que, el lunes, a medida que caía lluvia y más lluvia y el nivel de los ríos iba subiendo, Jon ya se temía que el Butrón iba a hacer otra vez de las suyas. «A las tres de la tarde, las campas ya estaban rodeadas de agua. Por la tarde me puse a mover los perros y la maquinaria. A eso de las ocho empezó a taparse la carretera y el agua entró a la casa vieja». Ese es uno de los dos edificios de los que consta su caserío, porque, a fuerza de sustos, para hacer la casa nueva decidieron elevar el nivel de la antigua cuadra de manera que quedase fuera del alcance de las crecidas.
Al acostarse, puso el despertador a las cinco: «Siempre te preocupa que te pille el coche»
Mucha más agua
«Gracias a eso estoy más tranquilo. En la casa vieja, sabiendo lo que pasa con el agua, no hemos dejado casi nada. Pero siempre te preocupa que te pille el coche y que el agua entre en el garaje, porque ahí tengo la herramienta, la desbrozadora, la caldera, los arcones-nevera...», enumera. Así que, por la noche, se quedó hasta tarde contemplando el feo panorama y, al irse a la cama, puso el despertador a las cinco, para echar otro vistazo por si acaso. «Para mí se ha vuelto algo normal. Los amigos siempre se sorprenden cuando les digo que esto no es nada», se ríe Jon, que trabaja en un taller. El Butrón y el Asúa fueron los dos ríos que más preocuparon a las autoridades durante la madrugada de ayer, porque la evolución de su caudal no invitaba a confiarse: de hecho, la estación de Euskalmet en Gatika alcanzó alrededor de medianoche el nivel rojo, lo que significaba que la crecida podía provocar daños importantes o generalizados.
«En el 83, mi padre se despertó con el agua en la cama y tuvo que venir la Guardia Civil en zódiac»
Ayer, a ojos de un forastero, Jon seguía más o menos atrapado en su isla, pero su mirada experta era capaz de distinguir claramente las señales de mejora. «¡A las cinco de la madrugada había mucha más agua! La cosa va a menos. Ahora se puede llegar en coche al caserío, yendo por Maruri y rebuscando un poco, y se puede pasar tranquilo hacia Mungia. Por la noche no, aunque algunos ya lo han intentado». ¿Y qué opinan de todo esto su madre y su pareja, las otras dos residentes del caserío cercado por el agua? «Mi madre, al principio, le decía a mi padre que adónde la había traído. Y mi pareja también se asustó la primera vez».
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