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El guía de la expedición sensorial, Pablo Maíz, explica al grupo las múltiples formas de relacionarse con el medio natural. El bosque ofrece infinidad de posibilidades. IGNACIO PÉREZ

El bosque que cura la mente

Enfermos psíquicos participan en un proyecto terapéutico al aire libre en plena naturaleza de Urdaibai

Domingo, 29 de julio 2018, 01:52

Cierre los ojos. Olvídelo todo. Deje el móvil y el reloj en el coche, los problemas en un cajón y el trabajo en la oficina o el taller. Es el momento de respirar. Hágalo también mientras lea estas líneas. El único objetivo es sentir. Imagínese en el bosque, en medio de la reserva natural de Urdaibai, el humedal mas importante de Euskadi, la marisma que vertebra la comarca de Busturialdea. Sienta el olor del campo en un entorno de ribera rebosante de plantas, después de un invierno y una primavera más que generoso en lluvias. Utilice el tacto para descubrir la textura de las hojas que le envuelven. Roble, fresno, avellano. Si las muerde, descubrirá el sabor de la naturaleza. Escuche el sonido del río, los pájaros, incluso el ganado. Si se está muy relajado y en silencio es posible oír incluso el aleteo de las libélulas... ¡Ábralos ya! Es la hora de los baños de bosque.

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Mendata, once la mañana de un inesperado día de sol de julio. Después del diluvio, todo parece un despilfarro de buen tiempo. Un minibús se detiene en el aparcamiento que hay junto al puente románico de Artzube, que lleva soportando entre Arratzu y Mendata, a ocho kilómetros de la villa de Gernika, las crecidas del río Golako desde el siglo XVI. Del interior del vehículo bajan, entre otros, un lemoarra, Dani García; un vecino de Busturia, Javier González, y otro de Galdakao, Paco Cuevas. Con ellos, viaja Ihatxu Gutiérrez, de Gernika; tres vecinos de Lekeitio, Ander Mandiola, Feli Gabiola y Mertxe Moral; y otros tres de Bermeo, Jonathan Ramallo, Beñat Zulueta y Andoni Goiricelaya. Los diez tienen, al menos, tres cosas en común. La enfermedad mental, ganas de vivir y un día para experimentar algo único al aire libre.

Los cuidadores de los terrenos forestales

El Gobierno vasco ha puesto casi 100.000 euros en manos de la delegación vasca de la Unión de Silvicultores de Europa para desarrollar una red de rutas de 'Baños de Bosque' por Euskadi. La iniciativa, que financia al 100% el Departamento de Desarrollo Económico, pretende poner en valor el trabajo de los forestalistas por el cuidado de los montes de Euskadi y su aportación al Medio Ambiente, según explica Gorka Altuna, responsable del proyecto de la USSE. Los japoneses, inventores y promotores de esta iniciativa, sólo le ven ventajas económicas, de ocio y para la salud. «Posiblemente no sea tanto como una terapia», concluye Jesús María Ibarluzea, doctor en Salud Pública y responsable de la Unidad de Investigación en Epidemiología Ambiental y Desarrollo Infantil de Biodonostia, y responsable también del programa INMA «Pero si te vale, te ha valido. Es una buena práctica».

Los diez forman parte de uno de los muchos grupos de pacientes seleccionados por la Asociación Vizcaína de Familiares y Personas con Enfermedad Mental (AVIFES) con quienes se chequea este verano una iniciativa de la Unión de Silvicultores del Sur de Europa (USSE), que se pretende extender con el tiempo al conjunto de la población. Actúa como guía un educador ambiental, Pablo Maíz, maestro de ceremonias en el rito de la zambullida. Los baños de bosque, según cuenta a la expedición, es una práctica terapéutica de origen japonés, llamada Shinrin yoku, que consiste en completar un recorrido guiado por un entorno forestal para conectar con la naturaleza. «No se trata de abrazarse a los árboles, aunque si alguien quiere hacerlo, perfecto. No es cuestión de venir con taparrabos y lanzas, sino simplemente de sentir. El bosque es un espacio lleno de olores, colores y sabores, el lugar ideal para gozar de los cinco sentidos», explica.

Como en Canarias...

Caminar en silencio, respirar con profundidad y estar atento a lo que cuentan la naturaleza y su infinidad de habitantes permite, según dicen los japoneses -que llevan 36 años bañándose en el bosque-, rebajar el estrés físico y emocional, la ansiedad, el insomnio y lograr, entre otras muchas ventajas, un mejor control de la obesidad y la diabetes. La ruta elegida para el viaje inaugural en el País Vasco, de tres kilómetros y medio, discurre por un idílico bosque de riberas poblado de robles, avellanos, fresnos y alisos. Son tres kilómetros y medio de la primera de las rutas sentidas que se pretende que el futuro jalonen Euskadi.

Los juegos de bosque

  • Identificación Cada juego tiene como símbolo un elemento de la naturaleza. Éste, una pluma de mirlo. El guía invita al grupo a identificarse con algo del entorno. Lo comentan en pareja.

  • Premeditación Símbolo: una nuez. Cierran los ojos y se introducen en el bosque. Respiraciones profundas. Hay que escuchar a los pájaros, el río, sentir el cuerpo.

  • Movimiento Símbolo: un palo. Se trata de andar lentamente y observar qué sucede.

  • La 'foto' Símbolo, un helecho. Uno lleva a otro con los ojos cerrados hasta un punto. Le pide que los abra y lo fotografíe. Luego al revés y se comparte la experiencia.

«Estudié Biología, porque me encanta la naturaleza», cuenta la lekeitiarra Mertxe Moral. «Trabajé en el centro de innovación marina de Azti, en Txatxarramendi, y en el Instituto Español de Oceanografía, hasta que me sobrevino la enfermedad», relata. Está encantada con la experiencia. «Me siento muy desconectada de los problemas. Con la mente he viajado a los bosques canarios de laurisilvas, preciosos, que conocí en La Gomera cuando estudié Biología Marina en Tenerife».

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Para verificar las bondades del paseo, una técnica de Avifes Gernika, Nerea Obieta, mide la tensión arterial, frecuencia cardiaca y concentración de oxígeno en el cuerpo de los excursionistas. Después les da pautas para disfrutar del encuentro con plenitud. No hay que correr, menos apurarse, ni siquiera andar a paso ligero, que esta vez no se trata de hacer ejercicio. El objetivo es liberar la mente y llenar el alma. En el futuro, a los paseantes, salvo que sean un caso perdido, se les pedirá también que dejen en casa el teléfono móvil y el reloj. Solo los cinco sentidos.

Té de la reserva

A lo largo del paseo, el guía va proponiendo al grupo diferentes ejercicios, los llama experiencias, que permiten una mayor conexión con el entorno natural. Caminar lento y en silencio para observar, tomar una foto imaginaria de un detalle del bosque, identificarse con sus elementos y compartir la experiencia con los demás forman parte del juego. Al finalizar el camino, les invita a una infusión, hecha con hojas de menta que recogió en la zona en un paseo anterior. «Se lo ofrecemos al bosque por habernos acogido y en agradecimiento por hacernos sentir. Jonathan, habla tú en nombre del grupo», le empuja. «No puedo decir que me haya conectado con la naturaleza, pero sí me he sentido muy bien. ¡Gracias!», agradece el bermeano.

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Vuelven al autobús. No hacen falta mediciones para constatar el bienestar que sienten, según cuentan ellos mismos. «No he venido con expectativas, sólo a caminar. No me imaginaba nada», confiesa Paco Cuevas. «Me siento muy tranquilo, muy relajado», confiesa. «Con eso me basta». Claro, como a cualquiera.

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