Ambientazo en el Casco Viejo y Ledesma y botellones en Doña Casilda

Las terrazas de las calles Barrenkalle y alrededores y del Ensanche estaban abarrotadas de clientes, a los que les costaba levantarse para permitir que los locales cumplieran con el horario de cierre a las diez de la noche. El metro también iba lleno hasta el último servicio a las once de la noche.

En el parque de Doña Casilda volvieron a repetirse las escenas de cuadrillas bebiendo en grupo de botellas que habían comprado en algún supermercado. Se concentraron en la pérgola, donde estaban a cubierto, tras el cierre de la hostelería. «Es una maravilla. Se agradece poder estar fuera, en la calle, y no tener que volver corriendo a casa como si fueras un delincuente», coincidían cinco amigos de 27 años en torno a una bolsa con patatas fritas y latas de cerveza en el suelo. «No es la fiesta padre pero para nosotros es fantasía», decían. Se quejaban de que «no tenemos dinero para comprar una casa y por eso tenemos que estar en la calle».

Asiduos de la pérgola del 'parque de los patos', confirmaban que el viernes por la noche había más gente «haciendo ruido». Otros grupos de chicos más jóvenes, algunos menores, se arrancaban a cantar y bailar y otros levantaban los portones de los coches donde guardaban la bebida y escuchaban la música en los altavoces del vehículo. A las doce de la medianoche del viernes, una patrulla de la Policía Municipal pasó por la zona y los grupos se disgregaron.