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Sin hogar. Las ayudas llegan también a las personas que viven en la calle, a través de albergues y comedores sociales. Yvonne Iturgaiz

Casi 50.000 familias vizcaínas en situación precaria reciben ayudas para subsistir

Las entidades sociales advierten de la «sociedad dual» a la que vamos, con altos niveles de bienestar y también de pobreza

Domingo, 4 de agosto 2024, 01:04

«Estamos yendo a un modelo de sociedad dual, que garantiza el bienestar para una parte de la población pero que deja a otra fuera ... del sistema». Ese es, a grandes rasgos, el sentir general de las entidades sociales de Bizkaia. El 92,1% de los vizcaínos viven relativamente bien, pero un 3,9% están en una situación de pobreza real. No están en riesgo; son pobres. El dato es el más bajo de la serie de la Encuesta de Necesidades Sociales del Gobierno vasco, que arranca en 2008, pero también es cierto que las ayudas que destinan las administraciones públicas y las organizaciones para paliar las carencias de miles de familias se refuerzan año tras año y, a día de hoy, solo en el territorio histórico, al menos 50.000 hogares de los más de 480.000 que hay en Bizkaia reciben aportaciones económicas, algunas periódicas y otras puntuales, para subsistir.

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Para analizar la incidencia de la pobreza, entendida como una situación en la que una persona no tiene cubiertas sus necesidades básicas, vayamos primero a las ayudas públicas, un buen termómetro porque permiten conocer, más o menos, cuántas personas no podrían hacer frente a pagos de primera necesidad por su cuenta. Partimos de la tesis de Alfonso López, coordinador a nivel del País Vasco de la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y contra la Exclusión Social (EAPN), de que «nadie sabría decir qué tipo de ayudas hay en Euskadi y para qué» porque existe «una red de prestaciones muy amplia, pero muy poco unificada». Con esos mimbres es difícil conocer con detalle cuántas personas reciben apoyo económico, pero se puede intentar.

La prestación que más cubre, uno de los cimientos del sistema de protección social, es la Renta de Garantía de Ingresos. Entra en algo más de 34.000 hogares vizcaínos compuestos por en torno a 57.000 personas. Con las 6.500 familias que perciben el Ingreso Mínimo Vital nos ponemos en más de 40.000, a las que hay que sumar las 2.554 que reciben los bonos de alimentación del Gobierno vasco Hitzartuz, repartidos por Cruz Roja a hogares en una situación de vulnerabilidad «extrema» porque no tienen acceso a IMV, RGI o AES. Casi 8.000, integradas por 24.250 vizcaínos, recurren también al Banco de Alimentos, y en la mayoría de los casos no tienen otras ayudas. Rondamos las 50.000.

Otro de los pilares de la protección social es la Prestación Complementaria de Vivienda (14.187 expedientes, la mayoría vinculados a perceptores de RGI). Y también están las Ayudas de Emergencia Social, que las entregan los ayuntamientos, con fondos propios y del Ejecutivo autonómico, y que el año pasado llegaron a 21.910 hogares del territorio (en los que residían 40.473 personas), un 31,7% más que en 2019. Estas son aportaciones puntuales para gastos urgentes y extraordinarios compatibles en algunos casos con otras prestaciones, por lo que en principio no es posible sumar esta cifra a otras.

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40.676

hogares vizcaínos cobran la Renta de Garantía de Ingresos o el Ingreso Mínimo Vital, apoyos periódicos que sustentan el sistema de protección social vasco. Otra ayuda con un peso importante es la Prestación Complementaria de Vivienda y la reciben 14.187 vizcaínos, en su mayoría perceptores de RGI.

Ayudas de Emergencia Social

Uno de cada cuatro euros al alquiler

Las Ayudas de Emergencia Social, aportaciones puntuales para gastos extraordinarios, y por lo tanto compatibles con otras prestaciones, han experimentado un importante crecimiento en cuatro años, de 16.637 titulares en Bizkaia en 2019 a 21.910 en 2023. La cuantía media fue de 677,42 euros y casi el 25% del presupuesto se destinó a sufragar gastos de alquiler.

3,9%

es la tasa de pobreza real de Bizkaia, según la Encuesta de Necesidades Sociales, publicada por el Gobierno vasco a comienzos de año con datos de 2022. En 2018, por ejemplo, era casi el doble, un 7%.

Precariedad

Trabajadores y pensionistas en la RGI

Suponen el 45,4% de los vizcaínos que perciben esta renta debido a que tienen empleos precarios o subsidios muy bajos.

2.395

organizaciones componen el tercer sector social en Bizkaia. Cuentan con 94 .670 voluntarios.

«El año pasado llegamos a los tres millones de euros en ayudas directas, que a veces son para comer, y por lo tanto incompatibles con otras prestaciones», explica Ana Sofi Telletxea, responsable del Observatorio de la Realidad Social de Cáritas Bizkaia, que introduce así otro factor en las cuentas para erradicar la pobreza: las aportaciones que hacen las ONGs y organizaciones sociales.

Asumen las entidades una parte muy importante del apoyo económico, pero también del asesoramiento a los colectivos que peor lo están pasando. En Bizkaia, según el barómetro del Observatorio del Tercer Sector Social de Euskadi, hay 94.670 voluntarios en 2.395 organizaciones. No todas se dedican a la exclusión social, aunque el documento recoge que, en torno a un 10,9%, tienen como grupo prioritario de atención a las personas en situación o riesgo de pobreza.

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En cada caso hacen una suerte de puzle en el que, en palabras del coordinador de Cruz Roja Bizkaia, Guillermo Vázquez, intentan «cubrir las necesidades» de sus usuarios en función de las subvenciones activas y de acuerdos con empresas. «Si una familia recibe el programa básico, no le das tarjetas Hitzartuz, o si no cumple los criterios y no puede recibirlo, pero si tiene niños, se le da material escolar, o se le entregan gafas cuando está la campaña de Afflelou... Repartimos en la medida en que podemos», explica.

Perfil

Familias monomarentales y migrantes tienen mayor riesgo, aunque también hay muchas personas solas que reciben ayuda

Puzle de ayudas

Se buscan la vida porque el «necesario» apoyo económico de las instituciones, coinciden las organizaciones, se revela también en muchos casos «excluyente». Necesario porque supone un paraguas que amortigua la incidencia de la exclusión y que coloca al País Vasco como la comunidad con las tasas más bajas de pobreza. O dicho de otra forma: si no fuera por estas ayudas el impacto de la precariedad sería muy superior. Y también porque contribuyen a que estas personas salgan de las situaciones difíciles por las que están pasando. Los datos de la RGI confirman que, de momento, en muchos casos la privación material severa no es crónica.

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Portavoces del Departamento de Economía, Trabajo y Empleo del Gobierno vasco, que gestiona esta renta a través de Lanbide, ponen de relieve que, desde la entrada en vigor hace algo más de un año de la nueva ley que regula esta prestación, a nivel de Euskadi se han producido 16.251 nuevas altas en el sistema, pero en realidad hay 8.028 titulares más que entonces porque también ha habido bajas. «Esto da la idea de que se trata de un sistema vivo, en el que muchas personas entran y también salen», subrayan. Lo que asimismo reflejan esos datos es que, a día de hoy, un empleo o una pensión no garantizan cubrir los gastos básicos, porque el 45,4% de los perceptores de la RGI trabajan o cobran un subsidio.

Y volvamos más arriba, a que el sistema es excluyente. Las estimaciones del propio Gobierno vasco hablan de que casi 40.000 residentes en Euskadi tendrían derecho a la RGI y no la están percibiendo, razón por la que, entre otras medidas, están desarrollando un proyecto piloto con EAPN para ayudar a aquellos que podrían ser beneficiarios y lo desconocen accedan a la prestación. Aunque Telletxea destaca otro «grupo importante» de personas, el de quienes sin contar con «los requisitos administrativos» para optar a apoyo institucional sí cumplen el que para Cáritas es básico, el de «la necesidad».

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Ayudas

Las entidades lamentan que la red de prestaciones sociales, pese a ser potente, está «poco unificada»

Es ahí donde ponen el foco en la entidad diocesana. Y también es ahí donde se crean «bolsas de pobreza» más cronificadas que beben del trabajo precario, la carestía de los alimentos, el coste de los suministros y, de forma más determinante, del precio de la vivienda y del origen. «Los precios son elevados y muchas personas, sobre todo migrantes, no encuentran vivienda, o una vivienda con padrón y con contrato. Y si no lo tienen quedan fuera de muchas ayudas», explica. Por esa razón no es de extrañar, añade Alfonso López, que, «con todo lo que ha crecido este problema», entidades sociales que «antes no operaban en el ámbito de la vivienda» ahora están «comprando o alquilando» pisos para «ofrecer un techo» a sus usuarios más vulnerables.

Otra «realidad preocupante e invisible», apunta Telletxea, es «la de las familias con hijos». Sobre todo las «monomarentales, con mujeres de orígenes extranjeros pero también de aquí, que intentan optar a viviendas compartidas con unas mínimas condiciones y no pueden». Reconoce que el nuevo sistema de RGI «ha ampliado y mejorado la cobertura» para este perfil, y también los fondos europeos destinados a alimentación van en esa línea, ya que este año se dirigen a personas con menores de 14 años a su cargo.

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El 40%, jóvenes

«Es una ayuda importante, de entre 130 y 220 euros al mes, que está muy bien», sostiene Luis Crovetto, presidente del Banco de Alimentos de Bizkaia. Sin embargo, todavía «está en el aire» porque no se está terminando de articular el proceso. Y eso le «preocupa», ya que «de momento» aguantan entregando de sus fondos lotes a familias que deberían estar recibiendo las tarjetas, pero temen quedarse «con los estantes vacíos» en octubre.

En Cruz Roja Bizkaia, por ejemplo, están notando una «tendencia» en la que las familias con varios miembros están cediendo espacio entre sus usuarios a «personas solas». Lo que sí tiene claro su coordinador es que el rostro de la exclusión, entre sus usuarios, es el de una persona joven. «El 40% de quienes atendemos tienen entre 20 y 40 años y el 13% son menores», desgrana Guillermo Vázquez.

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Las excepciones

Fuera del sistema se van migrantes que están en situación irregular o no están empadronados

Conocer los perfiles y las diferentes necesidades permite diseñar políticas dirigidas a cubrir las principales carencias. Aunque eso también tiene un reverso, y es que, coinciden las entidades, «se ha especializado la pobreza». «Tienes bonos de luz, complementos de infancia, de alimentación... pero estas realidades son más amplias, más complejas», sostienen.

En lo que insiste López es en que «el porcentaje de personas en situación de pobreza grave, aunque sea pequeño, es muy importante; no debemos quedarnos en la satisfacción». «Hace falta -a su juicio- una revisión que nos diga dónde están las fisuras y por qué, teniendo un sistema de protección social potente, sigue habiendo pobreza».

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«Una cosa es lo que te cuentan y otra la realidad, con familias en situación de infravivienda»

Javier Garaizar, profesor universitario jubilado, es voluntario desde hace años en Cruz Roja Bizkaia. Empezó en la organización dando apoyo en temas de Salvamento Marítimo, pero ahora está incluido en el grupo de medio ambiente de la entidad, que es el que se encarga, entre otros asuntos, de hacer frente a la pobreza energética de los usuarios de los servicios que proporciona la entidad. Junto con otros compañeros de Cruz Roja Bizkaia se desplazó el pasado año a un centenar de viviendas de usuarios de la organización, la mayoría ubicadas «en los barrios altos de Bilbao», y la realidad que encontraron fue descorazonadora. «Una cosa es lo que te cuentan y otra la realidad», afirma. Y han visto «situaciones de mucha precariedad, en algunos casos con familias subsistiendo en situación de infravivienda».

Su labor pasa, en un primer momento, por realizar una «inspección visual» de los domicilios para conocer su estado. Después evalúan las facturas energéticas, entregan kits de bajo consumo con burletes, por ejemplo, para sellar las ventanas, también cambian electrodomésticos por otros de bajo consumo y menos «peligrosos», dan formación a los usuarios para que sean más eficientes en el uso de los suministros... Y entregan ayudas para pagar las facturas, que el pasado año, de la mano de las subvenciones concedidas por el Gobierno vasco, llegaron a 1.848 hogares.

«Nos hemos encontrado con familias con cristales rotos, con cuartos de baño con hongos por problemas de humedad...». Y también han encontrado otra cosa: «más empatía». «Los voluntarios hemos aprendido mucho con esto, somos mejores personas ahora, después de conocer la realidad de muchas familias que lo están pasando mal», sostiene un Javier Garaizar optimista a pesar de todo.

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