Joseba Elgezabal paga unas consumiciones en la taberna Alboka de Gatika. maika salguero

15.000 vizcaínos sin cajero en sus pueblos

Exclusión financiera ·

26 localidades del territorio no tienen ningún servicio bancario y deben desplazarse una media de 4 kilómetros al municipio más próximo

Domingo, 13 de noviembre 2022, 01:08

Vas a pagar al bar, abres la cartera y está vacía. En 26 municipios vizcaínos no puedes acercarte en un momentito al cajero para saldar ... la deuda, porque no hay. Es lo que se denomina exclusión financiera y en el territorio histórico afecta a 15.415 personas. La cifra se eleva a 38.839 si se tiene también en cuenta a los residentes en otra veintena de localidades en las que se puede retirar efectivo, pero no hay una oficina en la que realizar trámites. Los datos los recoge un reciente informe elaborado por el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas a petición de las patronales de la banca, AEB, CECA y UNACC.

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En octubre, los representantes del sector firmaron un protocolo con el Gobierno central en el que se comprometían a garantizar la inclusión a través de cajeros, oficinas móviles o agentes financieros en los municipios de más de 500 habitantes que no disponen de ellos y a llevar efectivo a localidades más pequeñas a través de otras fórmulas, como los carteros rurales. Hasta entonces, seguirán igual, pendientes del 'suelto' que tienen o tirando de tarjeta.

Anabel Madariaga paga con efectivo su compra de verduras. maika salguero

Iurreta es la localidad más grande sin estas prestaciones, aunque sus vecinos tienen multitud de opciones muy a mano, a escasos metros, en Durango. En el resto de municipios afectados es necesario desplazarse en coche o en transporte público, ya que la distancia media a recorrer entre los pueblos que tienen estos servicios y los que no es de 4 kilómetros, frente a los 7,6 del resto del país.

Algo menos de 3 separan Gatika y sus 1.674 habitantes de Mungia. En el centro del pueblo hay dos bares, una farmacia, veterinario... pero desde que La Caixa cerró, según calculan los vecinos hace «ocho o diez años», se quedaron sin efectivo. Su sucursal fue una de las afectadas por el proceso de reestructuración de la banca, que pasó de contar en 2008 con 1.040 oficinas atendidas en Bizkaia a disponer en diciembre del pasado año de 511. Pese a los años transcurridos, los vecinos reconocen que «estamos todo el día quejándonos de este tema, no nos hemos acostumbrado». «Es una faena, sobre todo para la gente mayor, que les tienen que llevar sus hijos al banco o ir en autobús, que pasa cada hora», comentan en la taberna Alboka, en un corrillo liderado por Joseba Elgezabal.

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«Intentamos poner un cajero en la farmacia. Pero al ser un local sanitario no se podía», cuentan en Gatika

El debate se centra en si se puede (o se debe) «pagar cuatro manzanas con txartela» o no. Y en Gatika así es como funcionan en el día a día. «Hasta un mosto me han pagado con la tarjeta», asegura el responsable del negocio, Kepa Arrizabalaga. A veces, comenta, algún cliente no tiene dinero y «falla el datáfono», así que en su bar, en más de una ocasión, se paga de palabra, asegurando que volverás otro día a hacerlo.

También fiando la mercancía y sin un importe mínimo para cobrar con tarjeta trabaja Gorka Urruzuno, el farmacéutico. Al entrar en su negocio sorprende un hombre contando céntimos: «61, 62, 63...». Así hasta 68. Casi todos los días el boticario tiene que bajar a Mungia al banco, a hacer ingresos, a por cambios... o «ayudarme con Kepa», el del bar, si a alguno de los dos les faltan monedas. «Estuvimos mirando para instalar en la farmacia un cajero para prestar ese servicio a los vecinos, pero al tratarse de un establecimiento sanitario no era posible», lamenta. Pronto, si todo va bien, dispondrán de uno en un local municipal en la plaza, ya que el Ayuntamiento negocia la instalación con una entidad bancaria.

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A José Ramón Bilbao, ganadero de Gatika, no le gusta pagar con tarjeta. maika salguero

Cajeros de paso

Hasta ese momento, seguirán yendo a por efectivo a Laukiz o a Maruri -«si funcionan, que a veces están estropeados»-, ya que, aseguran los afectados, «ir a Mungia para sacar 20 euros es un cristo entre dar vueltas y aparcar». Uno de los pocos municipios de la zona que dispone de cajero es Morga. Está junto a la carretera, y «tiene mucho movimiento», afirma Anabel Madariaga, residente en la localidad. «Paran muchos coches de otros pueblos en los que no tienen, está de paso», precisa.

Y es que el efectivo sigue fluyendo, porque no siempre se puede o se quiere usar la tarjeta. «Yo no la utilizo, no me gusta. Voy una vez al mes a Mungia a hacer trámites y de vez en cuando a sacar dinero», explica José Ramón Bilbao, ganadero de Gatika, que insiste en que «hoy en día no se puede ir con 400 euros por la calle, hay que sacar varias veces». Tampoco usan tarjeta los clientes de Manu, que despacha pescado en una furgoneta. Le encontramos en Fruiz, cobrando a Maryeli Chavarria, que cuida en la localidad de un hombre mayor. «La mayoría de mis clientes son de toda la vida y, si algún día no tienen dinero, ya me lo pagarán. Llevo 45 años vendiendo pescado en estos pueblos, ¿cómo no voy a fiárselo?», zanja el hombre.

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Cajeros móviles o transporte a demanda, algunas de las soluciones

Si el cajero no va al pueblo, el pueblo va al cajero. Pero con el envejecimiento de la población, no siempre es fácil desplazarse sin depender de familiares o de alguna larga ruta en autobús o tren. Para facilitar la movilidad a los centros comarcales, bien sea para acudir al banco o a realizar algún recado, la Diputación pondrá en marcha sendos proyectos piloto de transporte público a demanda dirigido a personas mayores en las zonas de Mungia y Arratia. En provincias como Valladolid, por ejemplo, han apostado por un servicio de cajero móvil, que se instala en un vehículo y cubre en diferentes rutas 175 municipios. La idea también la baraja Barcelona, que se plantea habilitar dos autobuses en los que se pueda sacar efectivo y que lanzó además a comienzos de año un proyecto dotado de un millón de euros para que medio centenar de pueblos en los que hubo alguna oficina bancaria la vuelvan a tener.

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