Prefiero ser optimista, me imagino que como usted, y pensar que todo es susceptible de mejorar. Es más, que algo no empeore ya es de ... hecho una mejora. Ahora que ha dado comienzo una nueva edición de esta esperada y maravillosa Euroliga uno se da cuenta de que todos los equipos han tratado, lógicamente, de mejorar sus plantillas. Las temporadas se hacen largas, los equipos se recomponen conforme pasan las semanas y los jugadores, sin excepción, pasan por momentos de altibajos. Todo ello configuran señales que son la antesala a la posterior toma de decisiones en las zonas nobles de los despachos.
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Claro que siempre hay alguna excepción que matiza lo anterior, el Real Madrid por ejemplo. Si algo describe lo que está siendo su trayectoria en los últimos años, es la estabilidad, con apenas retoques en su plantilla, salvo aquel cambio en el banquillo que supuso cierta convulsión que después, a tenor de sus resultados, dio la sensación de que no lo fue tanto. La medicina de conseguir un nuevo título es suficientemente reconfortante para continuar con el proyecto.
A saber, «si algo funciona, no se toca». Los años pasan y para los jugadores, también, pero resulta que por Madrid este dicho anterior se lleva tan a rajatabla que la 'única' tarea es cuidarse y prevenir con tanto esmero, tanto o más, como entrenar sobre el parqué. Es un caso curioso ya que hay 'algo' que tiene que ver con esos famosos intangibles relacionados con su espíritu competitivo, con esa ansia por derrotar cada vez al rival y por un perfeccionamiento máximo en rendir en cada situación. Ver a jugadores que superan los treinta y tantos, como Rudy, Chacho, Causeur y Llull, y comprobar cómo su mera presencia en cancha tiene incidencia en el resto, dan una muestra de este máximo nivel competitivo. La maestría quizá sea la de colocar estas piezas en determinadas estructuras de juego de manera que siempre estén rodeadas de otros jugadores que complementen, y en especial, que se contagien para ese momento concreto. Esta es la clave de su éxito y trayectoria.
La vuelta de Campazzo es su mayor novedad, probablemente la de mayor impacto. Sin mirar atrás, porque cada quien es libre de tomar el camino que desee en su carrera, Campazzo llega a Madrid en plena madurez, y lo hace también con un liderazgo expreso en el equipo. Toma el timón de un barco experto pero necesitado de ritmo para competir durante más de diez meses. Y ese ritmo, que sus veteranos lo aportan en pequeñas dosis, se verá alterado con él en el campo. Campazzo mantiene su intensidad -y agresividad- pero ha mejorado en su 1x1 en defensa y sobre todo en su tiro. Él progresa y seguramente haga progresar a otros jugadores que deberán estar a su misma intensidad, con lo cual hace al Madrid más peligroso. Es decir, si Campazzo corre, alguien deberá correr a su lado. Si es así, sus aleros, Causeur, Abalde, Hezonja, Musa deberían mejorar sus prestaciones.
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La influencia de Campazzo se unirá al inmenso condicionante que es Tavares. Y es que la unión base-poste es una de las estructuras clave del básquet y más en esta Euroliga. El Olympiacos la ha construido, nuestro Baskonia, parecido, el Barça también, hasta el Fenerbahce con la llegada de Sanli o el Bayern con Ibaka. El Madrid mantiene intacta su idea de juego desde hace tiempo, pero quiere dar un giro más en la mejora de su vertiginosidad y el físico en el campo. Esto comienza, abróchense los cinturones.
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