Suele decirse que nunca es tarde si la dicha es buena. Cada vez que lo oigo -la verdad es que me pasa con muchos refranes- ... me rebelo como un juvenil. ¡Cómo que nunca es tarde, oiga! Que nos resignemos con deportividad a los retrasos de la dicha no significa que éstos nos salgan gratis. Cualquiera que piense en las desgracias que se sufren durante la espera de esa felicidad esquiva que se demora y se demora hasta que uno ya pierde la esperanza de disfrutarla, estará de acuerdo conmigo. Pero, en fin, dejémonos de divagaciones y convengamos en que estamos muy contentos de que Beñat, aunque sea con dos años de retraso, ya esté aquí con nosotros en su mejor versión. Eso sí, una vez constatada nuestra alegría, no podemos evitar un pequeño aullido lastimero a la luz de la luna. Porque lo cierto es que Beñat lleva mucho tiempo entre nosotros y, si no ha conseguido aparecer hasta ahora, no podemos decir que haya sido culpa suya. Al menos en lo esencial.
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¿Qué ha ocurrido para que el centrocampista de Igorre se haya convertido en el director de orquesta del Athletic? La respuesta la conocen todos los aficionados: algo tan sencillo como que el entrenador le ha puesto a jugar en su sitio y le ha dado confianza, que es lo primero que uno espera de su técnico. Es verdad que el jugador también ha puesto bastante de su parte en el plano físico, pero la clave ha sido lo anterior. Dicho esto, alguno se preguntará cómo es posible que el Athletic haya desperdiciado durante tanto tiempo a Beñat cuando disfrutar de él pasaba, en gran medida, por algo tan lógico, evidente y natural como hacerle jugar en su posición, que además es la única en la que él puede rendir a un alto nivel. Digamos que son cosas del fútbol y recapitulemos.
El tema tiene su enjundia. Se da, además, una circunstancia paradójica y es que Ernesto Valverde sabía perfectamente que la rehabilitación de Beñat pasaba por hacer con él lo que está haciendo ahora, es decir, ponerle a jugar al lado del mediocentro defensivo, darle la batuta y decirle que es Ricardo Mutti. De hecho, fue lo que hizo en sus primeros partidos al frente del Athletic en 2013, que fueron también los primeros del canterano. Flamante fichaje, el de Igorre parecía un titular fijo, indiscutible. A Valverde, sin embargo, no le convencieron del todo sus primeras actuaciones. Quería más ritmo, más trepidación. Y pronto se encontró con un dilema. Mikel Rico tenía tanta ilusión de jugar en el Athletic que se reencarnó en Beowulf y el técnico rojiblanco se vio obligado a elegir: o un guerrero feroz e incansable o un distribuidor con criterio. Se decidió por la primera opción y la estrella de Beñat comenzó a declinar.
La pasada temporada, debido a la marcha de Herrera, el de Igorre empezó a contar más, pero no donde quería, de mediocentro, viendo el fútbol de frente, con perspectiva, sino de media punta. Valverde era el primero en saber que no tenía condiciones para ello, pero como tampoco confiaba en las otras opciones pensó que era el mejor apaño y se mantuvo, tozudo, en esa apuesta insensata. La realidad, que es como decir la lógica, tardó bastante en imponerse. Podríamos decir que hasta el pasado mes de marzo no empezó a cambiar el panorama y fue un poco por casualidad. Beñat, que había sido suplente en los dos partidos anteriores ante Rayo y Eibar, volvió al once titular contra el Real Madrid ya que faltaban San José e Iturraspe. Formó pareja junto a Mikel Rico. Ambos fueron los más destacados del equipo en aquella victoria tan celebrada. Pero el que salió más reforzado fue Beñat. Poco a poco, Txingurri se fue convenciendo de que debía mantener al exbético en su puesto natural. Así lo hizo y decidió que fuera Rico el que se inmolara a partir de entonces como media punta.
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Al final de la pasada campaña, ya no había discusión. Tras meses y meses desenfocado como aquel personaje de Woody Allen, Beñat Etxebarria volvía a ser reconocible. En este sentido, a nadie puede extrañar lo ocurrido esta temporada. Después de todo lo que le había costado alcanzar su objetivo, después de tantos momentos duros en los que debió pensar que su fichaje por el Athletic no iba a fructificar, no estaba dispuesto a perder ninguna competencia. De ahí el estupendo nivel físico en el que se encuentra y su magnífico rendimiento. ¡Que gran fichaje dos años después!
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