Manu Cecilio

Simón y el negro de la camiseta de Iribar

Una cosa es vender tu cuerpo y otra tu alma

Sábado, 11 de octubre 2025, 01:00

«Era azul oscura. Pero como las fotos y la televisión de entonces no eran a color creyeron que era negra». De esta forma, y ... con esta frase, el mismísimo Iribar en persona me echó abajo una de las máximas que creía indiscutible. La camiseta negra del Txopo. Cierto que también usó una verde oscura, tengo una foto suya dedicada con ella puesta, y la mítica mencionada. Pero la primigenia era azul. Lo recordaba esta semana a raíz de las declaraciones de Unai Simón a Carreño en 'El Larguero' de la Cadena Ser. Servidor pensaba como nuestro portero. Da igual que no fuera siempre de color luto. En el imaginario compartido era, y sigue siendo, así. Como la pipa de Sherlock Holmes o el «Elemental, querido Watson». Casi siempre fumaba cigarrillos y jamás soltó esa frase, pero también da igual. Además el negro es ausencia de luz y suma de pigmentos. Así que, de alguna forma, admite todos los colores sin mostrar ninguno. Porque algunos, como dice Unai, provocan ardor. No de entrepierna, sino estomacales. Y va a peor.

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Hace unos días fui a la tienda del Athletic de San Mamés a comprar una chaqueta prepartido, así las llaman, de color negro. No había. Tampoco rojas. Solo de ese color verde turquesa deslavado que a mucha gente gustará, pero que a otros nos parece perfecto para ir a hacer senderismo y se te vea desde lejos. No para ir a ver un partido a San Mamés los días de sirimiri o noche fresca. Que es para lo que quería la prenda. Al final me llevé dos bufandas, las más normales, y la sensación de que el surrealismo de las camisetas y los complementos del fútbol es un fiel reflejo de su decadencia. All for the money. Da igual que Simón tenga ardores. Se le viste de Pantera Rosa y, si se queja, le ponemos un traje de Ágatha Ruiz de la Prada. Mejor no demos ideas. Porque a este hermoso juego, convertido en deporte, después en espectáculo y finalmente en negocio, ya no lo reconoce ni la madre que lo parió. Una cosa es el normal merchandising, o comercialización de la marca a través de variados productos, y otra el bazar del todo vale que vivimos desde hace décadas. El dislate arrancó cuando comprar unas botas negras empezó a ser misión imposible. Los escaparates eran y son una oda al fosforito. Que no digo yo que no deba existir, pero a quienes mantenemos gustos tradicionales solo nos queda la versión vintage. O ya ni eso. Por eso estoy con Unai en este asunto. Basta ya de tragar y callar.

Una cosa es que, jugando fuera y coincidiendo en colores con el rival, vistamos una segunda equipación. Y que sea azul Bilbao, azul y blanca como la primigenia, o de otro color. Pero de ahí a lucir más colores que las chaquetillas de Chicote hay un mundo. El que sufre, de manera especial, el portero. Ese ser que, al parecer, cae mal a los dirigentes del balón. Si hay una nueva norma para agilizar el juego siempre penará al guardameta. Como lo de sacar antes de los 8 segundos. Que un jugador de campo se tire tres horas para lanzar un córner, tirar una falta o sacar de banda lo dejamos para otro día. O que los balones pesen tan poco y sean tan inestables que parecen balones de Nivea que no hay dios que sepa a dónde van. Quizá por ese menosprecio habitual, y por los creativos de las marcas que imagino cargan con algún trauma infantil, el portero acaba vistiendo como un frigodedo. Aunque puede que esté equivocado. Que yo sea un rancio. No lo descarto.

Viendo los gustos de mucha gente a la hora de vestir y, en este caso, de elegir una camiseta del Athletic, acepto cualquier cosa. La que lucimos en Manchester en la era Bielsa, por ejemplo, me resulta simpática por lo que supuso. Pero prefiero la imagen en el partido de vuelta, cuando mostramos nuestros colores oficiales al mundo. Pertenezco a una generación en la que sabíamos de memoria los uniformes de cualquier equipo. Un tiempo donde cada portero tenía su color. No solo Iribar. Estaban el verde Zubi, el azul claro Arconada o el gris Dino Zoff. También los había amantes del colorín, como Higuita o Schmeichel. Y de las camisetas de manga corta, o cortada al momento, como Iker Casillas. Pero había un cierto código.

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Ahora quienes deciden son unos supuestos creativos. Y los árbitros. Porque esa es otra. Cuando no había tanta cámara ni vídeo arbitraje no tenían tantos problemas con la confusión de uniformes. Ahora en cambio les hacen cambiar hasta las medias. Y los calzoncillos porque no se ven. Puede que todo se deba, simplemente, a una venganza. No olvidemos que a ellos también les visten de rosa. Por eso solo pido una cosa. Querido y admirado Unai, mantente firme en tu idea. Siempre que puedas, y por supuesto en San Mamés, viste solo de un color. El eterno, respetado y legendario negro de Iribar.

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