Las historias de Mortadelo y Filemón suelen terminar con los dos agentes de la TIA volviéndose locos y vengándose a lo bestia del superintendente Vicente ... o del profesor Bacterio -los lanzan al cráter de un volcán en erupción, a un río atestado de pirañas o al espacio exterior amarrados a un cohete- por los sufrimientos gratuitos que les han provocado. Como lector, yo siempre he entendido sus reacciones viscerales, sus desahogos terribles. Se preguntarán a qué viene esta digresión en un artículo sobre Nico Williams. Me explico. Se debe al cansancio. Esta murga insoportable sobre si se va o se queda nos empieza a irritar a muchos aficionados del Athletic casi tanto como acababan irritando a Mortadelo y Filemón las misiones que les mandaba su jefe o los experimentos chiflados en los que les obligaba a participar como conejillos de Indias.
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Lo de la pasada temporada, un día sí y otro también oyendo hablar de las palancas del Barcelona y los tejemanejes de Laporta, ya fue un rollo macabeo con momentos ridículos. Por ejemplo, cuando el 11 de julio el Athletic acusó a la Federación de desproteger a Nico permitiendo que en las entrevistas le bombardearan a preguntas sobre su futuro. Vamos, como si los periodistas no tuvieran derecho a preguntar y el jugador no tuviera la capacidad de acallarlos dejando claras sus intenciones.
Que todo aquello terminara con el futbolista quedándose en Bilbao fue una buena noticia, sin duda, pero no significó que la historia acabase del todo bien. Porque lo cierto es que la impresión que les quedó a la mayoría de los hinchas rojiblancos es que Nico se quedó porque el Barça era un desastre, como efectivamente se comprobó. De haber sido un club serio y con sus cuentas en orden el fichaje se hubiera llevado a cabo. Y es que esa era la gran ilusión del futbolista, como lo sigue siendo ahora.
Esto es no es una sospecha. Es pura lógica. Si la verdadera ilusión de Nico fuera quedarse en el Athletic, si eso fuera lo que le pide el corazón, ni el cansino serial del año pasado ni el que se avecina ahora serían posibles. Con decirlo en público, haciendo gala de su fidelidad al Athletic, como han hecho otros compañeros suyos, sería suficiente para desactivar las especulaciones. El internacional rojiblanco, sin embargo, ha preferido dejar que se cargue el ambiente de nuevo con noticias-bomba sobre su destino -Real Madrid, Bayern, Barcelona-, como si disfrutara con la exposición mediática de su lista de pretendientes; una lista tan larga y exclusiva que su marcha habría que aceptarla poco menos que como algo inevitable.
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No hace falta decir que el pequeño de los Williams está en todo su derecho a irse donde quiera, aunque sea al club al que, hoy por hoy, más enfilado tiene la familia rojiblanca. Con su trabajo en el Athletic y, sobre todo, en la selección, como pareja de baile de su amigo Lamine Yamal, en estos dos últimos años se ha convertido en una estrella internacional y en una figura mediática. Y Nico no es como su hermano Iñaki. Él siente que el Athletic se le ha quedado pequeño. Esto no significa que no conozca y valore la grandeza del club en el que se ha formado. No sería justo acusarle de semejante ingratitud. Significa, sencillamente, que él cree que necesita una plataforma mayor, más planetaria, para cumplir sus sueños.
Como decía al principio de este artículo, me encuentro entre los que suspiran porque se acabe este culebrón tan cansino. Y, desde luego, entre los que no quieren que se retenga a un jugador en contra su voluntad. Eso es de mediocres. Un síntoma de debilidad. Si Nico quiere irse, que se vaya. Peor para él. Veremos cómo lo pasa en un equipo donde la exigencia de rendimiento máximo es continua y donde si repitiera una temporada como esta última que ha hecho en el Athletic ya estaría en el banquillo y en entredicho. De hecho, habrá que ver cómo se las arregla para hacerse un hueco de titular en un trío atacante en el que Raphinha ha marcado 34 goles, Lewandowski 38 y Lamine Yamal 18.
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Pero esto ya es lo de menos. Visto que esta vez parece que se irá -ojalá su gran deseo fuera jugar la Champions con su hermano de capitán, como algunos ingenuos llegamos a imaginar-, que Laporta venga con el pastón lo antes posible, sin esperar a palancas, ventas, capotes del CSD o la herencia de alguna tía-abuela de América. Al Athletic le vendrán bien esos 58 millones para reforzarse. Laporte, Areso y Borja Sainz, por lo visto, sí quieren venir.
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