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Dani con el trofeo de Copa de 1984. El Correo

Dani: «Mi primer contrato con el Athletic lo firmé en un bar»

El Athletic rinde homenaje este domingo en San Mamés a su histórico '7' al cumplirse el cincuenta aniversario de su debut

Sábado, 28 de septiembre 2024, 17:49

En el minuto 65 de un Valencia-Athletic disputado el 29 de septiembre de 1974 saltó por primera vez al terreno de juego con la ... camiseta del Athletic Daniel Ruiz Bazán, Dani para la historia rojiblanca. Iriondo ordenó el cambio por Lasa. Este domingo, 29 de septiembre de 2024, Dani hará acto de presencia sobre el césped de San Mamés acompañado por sus nietos para recibir la ovación de una afición que sigue idolatrando al capitán de las dos últimas Ligas y, ¡por fin!, la penúltima Copa.

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«La verdad es que me hace ilusión, mucha ilusión», confiesa emocionado el protagonista, «porque voy a salir acompañado por mi nieto y mi nieta, que son del Athletic hasta la médula y el mayor ya está que no duerme pensando en el domingo». Los tres estuvieron en la final de Sevilla disfrutando y celebrando como unos aficionados más. «Ya tenía ganas de dejar de ser el último capitán que levantó una Copa, porque eso quiere decir que el Athletic ha vuelto a ganar y yo lo único que quiero es que el Athletic gane».

Desde aquella tarde de Valencia de hace medio siglo, hasta el día de su retirada doce temporadas después Dani disputó 403 partidos en los que marcó 199 goles, que le convierten en el cuarto realizador histórico solo por detrás de Zarra, Bata y Gorostiza. Todo empezó en su Sodupe natal cuando un día se tuvo que vestir de futbolista a todo correr para disputar un partido con el equipo juvenil. «Era una de esas mañanas de invierno, frías, en las que no había nadie en el campo. Tendría 13 o 14 años. Yo estaba con un amigo sentado en la valla esperando el partido de los juveniles cuando salió de la caseta Botella, el entrenador, y nos metió en el equipo porque no tenía los once jugadores. Me pasé todo el partido corriendo como una liebre».

El salto al Athletic fue rápido aunque le costaría un peregrinaje de cesiones antes de llegar al primer equipo. «Un directivo del Sodupe que se llamaba Rozas tenía una delegación de seguros en Zaragoza y se le ocurrió decir en un periódico de allí que un extremo del Sodupe iba a probar con el Zaragoza. Era mentira. Pero como el Athletic estaba muy atento a que no se le escapara nadie, al de una semana vinieron Venancio, que entonces era directivo, y Julio Lamana, y en un bar de Bilbao firmamos el contrato».

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Dani puede considerarse uno de esos futbolistas de explosión tardía. No debutó hasta los 23 años, después de pasar por el Getxo en Tercera, ascender con el Villosa de Preferente a Tercera, estar dos años en el Bilbao Athletic a las órdenes de Gonzalo Beitia e Iñaki Izagirre, y jugar dos temporadas más en Segunda en las filas del Barakaldo que dirigía Eusebio Ríos, donde dio el paso definitivo hasta el primer equipo del Athletic.

No lo tuvo fácil. Su regreso coincidió con el fichaje de Lasa, un extremo derecho procedente del Granada, en aquella llamada 'operación retorno' diseñada por el presidente Eguidazu. Dani debutó sustituyendo a Lasa y solo pudo superar su condición de suplente a base de goles aprovechando cada minuto que le concedía Iriondo. «Poco a poco conseguí meterle la duda», recuerda. Esa duda se planteó en toda su crudeza en un partido en el Camp Nou. «Empezó a dar la alineación por números del uno al once, pero saltó del seis al ocho, así que Lasa y yo nos quedamos con el chándal puesto sin saber qué hacer. Lasa, que era más zorro, me mandó a mí a preguntarle al míster, y Rafa lo arregló salomónicamente: empieza Lasa y en el segundo tiempo sale usted». La solución llegó poco después. Lasa pasó al lateral derecho y Dani se hizo con el número siete que no solo no abandonaría en toda su carrera sino que acabó siendo una de las camisetas más emblemáticas del Athletic de la época.

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Hace tiempo que Dani se resignó a que le recuerden aquel penalti fallado que costó una final de Copa y no solo en Bilbao. «Todavía me encuentro con alguien que me habla de aquello cada vez que voy a Andalucía», sonríe. El especialista desde los once metros falló cuando nadie lo esperaba. «Me pudieron la responsabilidad y los nervios. No vi los lanzamientos. Me pasé todo el rato mirando al suelo hasta que el linier me tocó el hombro y me dijo: 'Te toca a ti; tú decides, si metes ganáis'. Me dijo eso y no me caí de milagro mientras iba al punto de penalti».

La reacción sorprende más cuando solo unos meses antes quiso tirar el penalti decisivo en el último minuto en la eliminatoria de la UEFA contra el Milan. «Yo estaba en el banquillo porque Koldo no me ponía cuando volvía de la selección, así que cuando pitaron el penalti en el campo hubo un momento de duda porque el que los tiraba era yo. Le dije a Koldo que me sacara para tirarlo, pero me volvió a sentar de un empujón: cállate que si sales y fallas nos matan a los dos, a ti y a mí».

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Fue la temporada de las dos finales perdidas, una frustración que Dani no superó hasta cinco años después, cuando llegaron las Ligas y la Copa. Como no podía ser de otra forma, fue uno de los protagonistas principales de la hazaña, con su especialidad: los goles. En la temporada 82-83 marcó el segundo en Las Palmas, que ponía en ventaja al Athletic antes del descanso.

También marcó el primer gol en el decisivo partido de Valencia del siguiente curso, pero recuerda más el centro que le dio a Noriega para que marcara el tanto que le daba más de media Liga al Athletic en la penúltima jornada. «Le hice falta al defensa», confiesa, «le metí el culo para desplazarle y me giré para dar el centro. Aquello fue muy emocionante por la cantidad de gente que vino al partido».

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La temporada 83-84 no pudo empezar peor para Dani. Una grave lesión en su rodilla derecha en el Trofeo Teresa Herrera le dejó inactivo desde agosto hasta febrero. No regresó al equipo hasta la jornada 23. «Alguien me dijo que lo de Coruña podía ser el final de mi carrera, pero en mi cabeza solo estaba que tenía que volver». La visita del Real Madrid a San Mamés en la jornada 30 era poco menos que una final anticipada de la Liga y el empate a uno que señalaba el marcador en el minuto 87 le estaba dando medio título a los blancos. Dani llevaba solo diez minutos en el campo cuando Goikoetxea botó una falta a la altura del banquillo del Athletic. Era un envío a la desesperada, pero la falta de entendimiento entre Miguel Ángel y Bonet dejó la pelota muerta a los pies de Dani, que no perdonó. Fue un instante mágico que perdura en la memoria de los viejos aficionados y en una foto de dos metros en su txoko.

Fue un futbolista insólito. Un extremo bajito, con un poderoso tren inferior que le permitía ganar muchas disputas y aguantar tarascadas inimaginables en el fútbol actual. No era rápido ni tenía una técnica deslumbrante. Pero llegaba siempre, o mejor dicho, siempre estaba en el sitio adecuado, y no fallaba. Fue un delantero astuto, pícaro y con un espíritu combativo que le hizo ganarse el apelativo de guerrillero del área y que le llevó a romperse el tendón de Aquiles cuando a sus 62 años perseguía un último gol en el partido de despedida de San Mamés.

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Fue un goleador histórico partiendo desde la banda derecha y formó una delantera que ya es mítica con Sarabia y Argote. Fue el capitán de un Athletic inolvidable en unos años de ensueño. Jugó 25 partidos como internacional, incluidos los del Mundial de 1978 y la Eurocopa de 1980. Le sigue emocionando el Athletic y todo lo que representa –«lloré el día de la gabarra, recordando lo que vivimos nosotros y volviendo a ver cómo todo un pueblo se tira a la ría a ver a su equipo»–, y espera ilusionado, aunque con los pies en la tierra, que este año haya más motivos de celebración. «El Athletic es un equipo que funciona con sensaciones. Cuando empieza bien, normalmente suele acabar bien. Siempre pasa. Te vas animando poco a poco, ves que las cosas van saliendo… Les estoy viendo bien, pero esto es muy largo».

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