Hemos esperado 40 años, pero ha merecido la pena. El Athletic ha vuelto a alzar la Copa del Rey y miles de athleticzales hemos estallado ... de júbilo. Mi aita, seguidor acérrimo de Jesús Garay a quien emulaba en su fútbol de juventud. Mi hermano que vivió el doblete del 1984 con la camiseta del 7 de Dani y mi otro hermano que pegaba los cromos de Julen Guerrero en el álbum de Panini soñando con ver la gabarra de la que hablaban nuestros abuelos. Como lo ha hecho la familia de mi amiga María en Suiza, o como la de Ander y Maider en Estados Unidos. O como John con su hijo en un pub de Londres. Generaciones que han transmitido y transmiten el amor por este equipo.
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El fútbol, como el mundo, ha cambiado mucho desde nuestra última copa. Hoy se juegan partidos casi a diario; ha aumentado exponencialmente el número de competiciones y partidos internacionales; los futbolistas tienen representantes desde edad juvenil que negocian sus contratos y los árbitros, que ya no solo se visten de negro, se hacen asistir por la tecnología; los derechos de transmisión audiovisual de este deporte generan enormes beneficios; el fútbol se ha globalizado y muchos equipos se han convertido en multinacionales con presupuestos ingentes y equipos técnicos de alta gama. La competencia es cada vez más feroz y por eso este título tiene un significado especial. Reconoce el valor de invertir en nuestro capital humano, en la cantera de un territorio pequeño y cada vez más diverso como es Euskadi y Navarra: los y las futbolistas del Athletic, ahí quedan también las cinco ligas conseguidas por el equipo de fútbol femenino. Reconoce valores como la perseverancia, la humildad, el trabajo cotidiano, de hormiga -Txingurri es el apodo por el que se conoce al entrenador Ernesto Valverde- y de volver a levantarse tras caer. Reconoce también a una familia volcada en apoyar al equipo, una afición que acompaña en los momentos buenos como en los malos. Cómo explicar, si no, los miles de aficionados que se dieron cita en Sevilla, tuvieran entradas para La Cartuja o no, con el empeño de empujar a los jugadores desde las calles y plazas en los aledaños del estadio. Cómo explicar los llegados en barco desde Bilbao. O los que atravesaron el país en un autobús de dos pisos con la foto de Fred Pentland, el mítico entrenador inglés del bombín que llevó al Athletic a la victoria en los años 30. En el mundo del fútbol globalizado hay un sitio de honor para una pyme como el Athletic.
Saldrá la gabarra a la ría del Nervión. 40 años después Bilbao también ha cambiado. Donde antes había chimeneas de altos hornos y trabajadores vestidos con el mono azul hoy se alza el Museo Guggenheim y el Palacio Euskalduna. Hoy se puede ver el fondo de la ría antes oculta por la contaminación. Las fotos de la época en negro y blanco han dejado paso a la explosión de contenido y de color de las redes sociales. Ha cambiado el paisaje urbano, pero el Athletic sigue siendo la misma esencia. Once jugadores que unen pasado y presente y que, visto lo visto, nos van a seguir dando alegrías en el futuro. Por eso es único en el mundo. Eskerrik asko mutilak. Gora eta gora beti Athletic!
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