Aitor Elizegi: Dos sueños convertidos en pesadillas

El mandato del cocinero de Santutxu, lleno de dificultades desde el primer día, afronta ahora la dura prueba de una inmensa decepción deportiva

Domingo, 18 de abril 2021

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Es muy posible que ayer, en un momento de debilidad, con el dolor de la derrota escociéndole en el alma, Aitor Elizegi se preguntara si ... acertó el día que decidió presentarse a las elecciones del Athletic. Si merecían la pena tantas noches sin dormir, tantas preocupaciones y sinsabores, si merecía la pena incluso el hecho mismo de no poder disfrutar de la pasión por su equipo con la naturalidad del hincha que siempre ha sido. Es decir, sin que al dolor por las grandes derrotas se le añada el de sentirse también en parte responsable de ellas.

Cualquiera que conozca un poco al presidente rojiblanco sabe que, al final, la respuesta a esa pregunta con la que se flagelaba sería que sí, que por supuesto ha merecido la pena, y que el orgullo de presidir al Athletic le acompañará a la tumba. Y sabe también que Elizegi, tras el duelo preceptivo por estas dos finales de Copa perdidas, resurgirá pronto con su optimismo de siempre. Hay hinchas del Athletic que jamás claudicarán de sus principios ni perderán la esperanza. La expresión inasequible al desaliento se inventó para ellos. Para el cocinero de Santutxu, por ejemplo.

Más allá de su optimismo congénito, Aitor Elizegi es perfectamente consciente de la inmensa oportunidad perdida. El fútbol es así. Si un solo partido puede cambiarlo todo, qué no podrán hacer dos. En la primera final, el presidente rojiblanco recibió un golpe absolutamente inesperado para él. No es que la derrota contra la Real le pareciera inimaginable. Lo que nunca imaginó fue una actuación tan pobre de su equipo. Esa media hora final le provocó la misma incredulidad e indignación que al resto de los hinchas; otra cosa es que su cargo le obligara a disimularla y a ofrecer un discurso alentador. Pero la procesión iba por dentro y era un calvario, sencillamente porque no podía dejar de pensar en el inmenso valor que hubiera tenido esa victoria ante la Real en la que tanto creía.

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Quedaba una segunda oportunidad y Elizegi se aferró a ella como el resto de los aficionados. O con más ilusión si cabe. De nuevo, el cara y cruz. Un triunfo era algo extraordinario y encima traía consigo el premio añadido de la clasificación para la Europa League, tan importante en estos momentos de crisis. Una derrota significaba exactamente lo contrario: un escenario de tristeza, dolor e indignación muy complicado de gestionar. El día y la noche, sí. Y ayer cayó de nuevo la noche para el Athletic en La Cartuja.

Los sueños se han transformado en pesadillas. La gabarra, superadas las pruebas de flotabilidad, seguirá esperando su turno en el Museo Marítimo, no se sabe si a flote o de nuevo en el dique seco. En lo deportivo, el proyecto de Marcelino tendrá que renacer de las cenizas en las que ha quedado trae este doble fiasco y sus malos resultados en la Liga. Los jugadores perdieron su oportunidad de ser héroes y acabarán siendo recordados por estas derrotas. A algunos no se les perdonará su pobre rendimiento en estos dos partidos históricos. Les costará mucho quitarse de encima ese estigma y les costará también levantarse de la lona la próxima temporada. Este es el crudo escenario en el que se va a examinar a partir de ahora Aitor Elizegi.

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Complicaciones

En este sentido, se puede decir que el cocinero de Santutxu, aunque sea en contra de sus deseos, conoce muy bien el paño de las dificultades. Su mandato ha sido una sucesión de ellas. Fue casi un presagio que, en su primer día en un palco como presidente, en Balaídos, el equipo estuviera en puestos de descenso y se pasara el partido hecho un manojo de nervios hasta que se consumó la victoria. Los compromisarios, por su parte, se han lanzado contra él a degüello desde el primer día. La oposición del 'urrutismo' no sólo está presente sino ufanándose de su beligerancia. Y luego llegó la pandemia y lo acabó de oscurecer todo situando al club en el momento más complicado de su historia.

Las dos finales de Copa eran, pues, una esperanza inmensa. Prácticamente, un seguro de vida - y de tranquilidad- para el presidente y su directiva de cara a lo que les resta de mandato y quién sabe incluso si para poder prorrogarlo. Cualquiera de los errores que ha cometido esta junta hasta la fecha se antojarían una broma ante la imagen radiante de un Athletic conquistador de la Copa número 25. Cualquiera de las debilidades mostradas por Elizegi y su equipo pasarían a ser las fortalezas imbatibles del ganador. Pero no ha podido ser. Así es el fútbol. De manera que al presidente sólo le queda superar una nueva dificultad y ser un ejemplo de entereza en la derrota.

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