Club La Blanca
La cantera de 700 atletas saca músculo y convierte a Vitoria en referente de las pruebas populares con el primer duatlón y una longeva carrera de cross
Cuando el Club La Blanca echó a andar a principios de los setenta lo hizo con un objetivo: dar un servicio a la ciudadanía. Durante este maratón de medio siglo no han variado un ápice el rumbo ni el ritmo. Así, se han convertido en una cantera que actualmente forma a alrededor de 700 corredores de atletismo, running, triatlón o trail. Pero, sobre todo, el mejor ejemplo es que extienden sus raíces, como si de un árbol se tratase, al ámbito de la sociedad para llegar a cualquier amante de estas modalidades con la organización de pruebas populares. Un ejemplo de la filosofía con la que nacieron y que hacen realidad con el apoyo de ELCORREO. «El periódico siempre nos ha acompañado. Hemos sido un equipo en el camino hacia esa meta», comenta Mikel García, presidente de La Blanca.
Hace casi dos décadas que se dio el pistoletazo de salida al Cross La Blanca, un referente para los amantes del trail del País Vasco –ha representado al Campeonato de Álava y Euskadi– pero también un imán internacional. Más de 400 participantes se anudan esas zapatillas con sierra para hincarle el diente al exigente y divertido circuito por Gamarra de esta consolidada prueba, que suma diecinueve ediciones. Los ingredientes enganchan. «Competitividad, desniveles, tierra y, a veces, barro», describe García. El resultado, con esos restos de 'chocolate' por el cuerpo, son el fiel reflejo del espectáculo que regalan al espectador.
Pero este trabajo en tándem va más allá. «Vimos que en Vitoria no se celebraban duatlones. Es una modalidad que cuenta cada vez con más público y hace cuatro años nos animamos a crear esta prueba». No hay agua, pero sí mucho sudor. Al tramo inicial a la carrera le sigue el circuito sobre la bici. Una cita que mezcla dos de las aficiones con más público en la capital alavesa. Porque el Anillo Verde es una invitación a lanzarse a galopar. Y el puerto del Zaldiaran o la ruta hacia el pantano de Ullibarri, una puerta para sumar kilómetros a piñón fijo.
«Estas dos competiciones son el mejor ejemplo de ese 'servicio a la ciudadanía' con el que nacimos. Es un brillante escaparate para los deportistas federados, una oportunidad para que los aficionados puedan practicar su modalidad y una cantera para seguir formando a los niños que están en categorías escolares», se felicita García, boyante tras cruzar recientemente otra vez la meta de ambas pruebas. El premio reconforta el esfuerzo. «Álava es un referente en este tipo de competiciones. Y es bonito ver cómo hay gente que después de asistir como público, al año siguiente se ha animado a participar como aficionado».
