La lección más importante de sus vidas
profesores y directores de colegios ·
Primero cerraron las aulas, luego se tuvieron que adaptar a la educación 'on line' y después llegaron los grupos burbuja. Los maestros no olvidarán estos meses de incertidumbreEn un pequeño espacio entre árboles, al lado de la casa del carnicero y rodeados por una valla baja de madera, cuatro niños juegan en el Belén Monumental de La Florida. Podrían ser alumnos de alguno de los seis profesores que hemos reunido para esta foto navideña, pero no llevan mascarilla y a estas alturas eso es algo impensable. Todo cambió el 9 de marzo, lunes. Aquella mañana la entonces consejera de Educación, Cristina Uriarte, anunciaba durante una reunión en el Conservatorio de Música Jesús Guridi que se suspendían las clases presenciales. 63.000 alumnos de todos los centros educativos y universitarios de Vitoria y tres de Rioja Alavesa no volverían el día siguiente a las aulas. Fue el principio de unos meses marcados por la incertidumbre y por el cambio de un modelo de enseñanza. 'Educación on line' se convertiría luego en uno de los términos más repetidos del curso.
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Tras las vacaciones de verano y con el nuevo curso llegaron conceptos totalmente nuevos como el responsable Covid de cada centro o los grupos burbuja. Los profesores, acostumbrados a enseñar, esta vez tuvieron que aprender ellos a contrarreloj. El objetivo principal era que a pesar de no poder asistir al colegio o a la Universidad, los alumnos no perdieran el curso. ¿Cómo recuerdan aquellas primeras semanas en las que les tocó adaptarse a su nueva normalidad?
«El mundo 'online' era algo nuevo para nosotros a la hora de dar las clases. No teníamos esa costumbre y tuvimos que adaptarnos muy rápido», recuerda Aitor Suso, maestro de Matemáticas, Física, Tecnología e Informática en Marianistas. Contaba con una importante ventaja, eso sí, y es que todos sus alumnos tenían ya su propio ordenador personal. No ocurrió lo mismo en todos los centros alaveses, para algunos ese cambio de rutina fue mucho más complicado. Y en algunos casos imposible ya que los alumnos no contaban con los medios suficientes. Fue frustrante para los profesores. «La brecha digital fue muy grande. A nuestro centro acuden muchas familias con recursos limitados a las que les era imposible seguir las clases a través de herramientas digitales», reflexiona Pablo Zangroniz, tutor de sexto de Primaria en el colegio público Santa María De Vitoria.
Y si los estudiantes de cursos superiores podían continuar con las clases o recibir tareas en sus dispositivos, los más pequeños lo tenían más complicado al carecer de esa independencia. «Aprender sin socializar es muy complicado. A los niños les faltaba ese contacto con los compañeros y eso es algo esencial», apunta Zangroniz. Para Dario Nasilli, estos dos cursos afectados por la pandemia están siendo una época «dura psicologicamente». «Estamos cansados», reconoce el director del centro Niño Jesús. Pero es capaz de sacar también una lección positiva de esta situación que les ha tocado vivir. «El colegio es el lugar más seguro para los niños. Todos teníamos mucho miedo al volver en septiembre, pero ahí seguimos, de manera presencial. La actitud y la implicación tanto del profesorado como de las familias y de los niños es para quitarse el sombrero».
Coincide con estas palabras Paula Heredia, directora de Vera Cruz. «Hemos tenido un trimestre sorprendentemente bueno. Hemos sobrellevado lo que nos ha tocado vivir de una manera digna y esperamos que no tengamos que volver a casa», señala. Para Manoli Igartua, decana de la Facultad de Farmacia de la UPV lo más importante es que «hemos conseguido salvar el curso y adaptarnos de manera muy rápida». Nacho Eguizábal, director general de Egibide, destaca que «este 2020 nos ha ayudado a unir a la comunidad educativa».
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Último día de clase antes de Navidad
Necesitamos estos días de descanso como nunca. Ningún año habían sido tan necesarios». La casualidad y el calendario quisieron que este encuentro entre maestros y directores propuesto por EL CORREO tuviera lugar el día que la mayoría habían terminado ya las clases y empezaban sus merecidas vacaciones de Navidad. «¿Vosotros cuándo termináis?», «¿Habéis tenido hoy el último día?», se preguntaban los unos a los otros antes de posar para la foto. Todos coincidían en que necesitaban ese descanso más que cualquier curso. El cansancio acumulado les está pasando factura.
A la hora de posar echaron mano de objetos que llevaban en sus bolsos y mochilas para usarlos como 'atrezzo'. Un portátil, una carpeta, un cuaderno... «¿Nadie ha traído una bata?», bromea el fotógrafo. «Ya casi ninguno llevamos bata en clase creo», le responde Pablo. Mientras un grupo de monjas que camina por el Belén se para a saludar a Dario y a observar la curiosa escena en La Florida.
Niño Jesús
Dario Nasilli
«La educación 'on line' no existe en sí y nunca va a sustituir a la presencial. La educación es contacto y acompañamiento, por eso teníamos tantas ganas de volver».
UPV/EHU
Manoli Igartua
«No nos quedó otra que aprender rápidamente y adaptarnos a la formación 'on line' a marchas forzadas. Pero conseguimos salvar el curso y el balance es bueno».
Santa María de Vitoria
Pablo Zangroniz
«En nuestro centro, la brecha digital fue muy grande. El confinamiento fue duro para todos pero sobre todo para los pequeños, aprender sin socializar es difícil».
Vera-Cruz
Paula Heredia
«Hemos soportado de manera digna y a pesar de la incertidumbre inicial este curso no ha habido grandes complicaciones. Espero no tener que volver a casa».
Marianistas
Aitor Suso
«A principios de curso había apuestas de cuánto duraríamos. Gracias a los ordenadores podemos hacer un apaño, pero una pantalla no te da esa cercanía que necesitas».
Egibide
Nacho Eguizábal
«Este 2020 nos ha ayudado a unir a la comunidad educativa. Todos pusimos lo mejor de nosotros mismos para sacar adelante las clases a distancia, fue muy complejo».
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