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Un desembarco mucho más sosegado
De más a menos. Tras la riada mañanera en Salburua, la ciudad recobró un flujo más ordenado con el paso de las horas en la segunda jornada de la desescalada
El enjambre de ciclistas, andarines y runners no presagiaba nada bueno. Eran las 8.45 horas y el acceso principal a los humedales de Salburua se convirtió en un embudo para una riada humana necesitada de aire fresco. Casi como la calle Dato en sus mejores tiempos. Sin una idea clara de cuál era el sentido único a seguir –los carteles del Ayuntamiento brillaron de nuevo por su ausencia–, al menos no se llegó a las aglomeraciones del sábado, el primer día de tercer grado social para la ciudadanía vitoriana en esta pandemia global.
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A partir de ahí vino la desescalada de flujo humano. Tanto en los 33 kilómetros del Anillo Verde como en el casco urbano. Ya lo apreció enseguida Maite, vecina de Salburua y runner de las de verdad. «He dado una vueltita, unos seis kilómetros. Hoy (por ayer) se nota menos gente», expresó camino de su casa. «Echo de menos no mirar el reloj como la Cenicienta». Pues todo indica que le tocará hacerlo hasta junio. Como mínimo.
La misma impresión tuvo Sheila, domiciliada en Elorriaga y que se acercó con su perrita Xisca hasta este pulmón verde. «Con salir a la calle ya me vale», confesó esta estudiante.
Policías locales controlaron la 'circulación' en Olárizu. Tanto a pie de campa como en lo alto del monte. «Hay un agente quete deja descansar un poco pero no demasiado para que no haya aglomeraciones», chivaron Edwin y Verenice, de los últimos en bajar sin saltarse el límite de las diez de la mañana. «El sábado sí hubo que llamar la atención a bastante gente», deslizaron desde la comisaría de Aguirrelanda.
Fernando Montero y Florentino Conde, gamberretes de 83 y 73 años respectivamente, salieron de Adurza con la idea de alcanzar Mendiola. Un imposible con la sombra del coronavirus. «Somos deportistas», proclamaron cachaba en mano. No coló.
Persecución en Arriaga
También se expidieron sanciones de multa. En especial a varios ciclistas que trataron de hollar Zaldiaran cuando ya deberían haber descabalgado de sus monturas. En el parque de Arriaga, hacia el mediodía, otro cicloturista, este veinteañero, sorteó de milagro la multa. Hizo caso omiso a la orden de tres ertzainas a pie, que salieron a la carrera tras él. El muchacho, que no paró de mirar hacia atrás, se dejó el alma en cada pedalada hasta desaparecer por Francisco Javier de Landaburu.
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Por la Avenida del Zadorra, el ritmo se ralentizó con el desembarco de los mayores de 70 años, más dados al paseo aunque a alguno se lanzó a pedalear con bastante garbo. José Mari y Mari José, matrimonio capicúa, salieron desde Abetxuko a dar una vueltita y disfrutar del oasis verde que circunda su barrio-pueblo. «Está bien salir, el tiempo acompaña pero echamos de menos nuestros viajes de fin de semana».
Por la tarde, familias con niños disfrutaron como un domingo cualquiera. El único lunar lo pusieron los okupas de la Avenida de Olárizu. Al parecer, montaron una fiesta al aire libre, motivo de la enésima actuacion de la Policía Local en este enclave propiedad delAyuntamiento.
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