Una comparsa artesanal y cooperativa
Los padres del colegio San Prudencio se encargan desde la confección de la carroza hasta las coreografías y la obtención de dinero para el proyecto
Una vez que se despejaron todos los nubarrones y nuestros protagonistas, Leire Mendaza, Ricardo Gil y David Jáspez, decidieron el pasado verano que la comparsa del colegio San Prudencio iba a adelante, llegó el momento de pisar a tope el acelerador. Y desde entonces consideran que la suerte les ha acompañado y no han tenido grandes problemas. «A partir del momento en el que dijimos que salíamos, se nos ha puesto todo de cara; parece que el destino quería que los de San Prudencio saliésemos este año», se congratulan.
Seis meses pueden parecer muchísimo tiempo, pero es escaso cuando se parte de cero y hay que poner en marcha todo el entramado de comparsa y disfraces. Y más aún teniendo en cuenta que todo el trabajo lo hacen las propias familias de forma «artesanal y cooperativa», ya sea con profesionales que echan una mano con sus conocimientos o aquellos que colaboran en los que pueden.
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El primer tema a solucionar, como siempre en estos casos, fue el económico. «No teníamos ni idea de lo que nos podía costar y tampoco queríamos que la inversión para una familia de cuatro personas llegase a los 400 euros. Por eso decidimos poner una cuota de en torno a 40 euros por cada comparsero y a partir de ahí buscarnos la vida con patrocinadores o apretarnos el cinturón», detallan, al tiempo que, medio en broma medio en serio, desvelan que «al final se nos ha ido un poco por encima de lo que preveíamos», con un coste que rondará los 15.000 euros.
«Al principio se necesita mucho dinero porque hace falta de todo. Hemos tenido que comprar hierros, maderas, cortarlos, alquilar la música, los generadores...». Para sufragarlo, uno de los primeros grupos de trabajo fue, precisamente, el encargado de buscar la publicidad. Y ahí llegó un golpe de suerte: un patrocinador que hacía una aportación muy importante que aseguraba sacar adelante la idea.
Un patrocinador potente
«Nos animó mucho porque era un dinero que nos aseguraba poder arrancar con todo. David obtuvo un contacto buenísimo de una empresa patrocinadora que nos ofrecía una aportación generosa, la Unidad de Traumatología de Columna que trabaja en Vithas. De acuerdo a este patrocinio también nos decantamos en la elección de la temática del disfraz, que será de esqueletos», desvelan.
El grupo dedicado a la financiación recorrió los comercios del barrio de Lakua, donde se ubica el colegio y han completado las necesidades económicas. Y se comenzaron a dar pasos en la confección de la carroza, con grupos de electricidad, creación de la estructura y decoración de la misma. Todo «hecho en casa», con los recursos que cada uno puede aportar.
Así, el remolque para llevar la carroza lo ha suministrado una madre mientras que un padre abrió las puertas de su pabellón para poder avanzar antes de disponer del espacio que cede el Ayuntamiento. «Si tenemos que esperar a diciembre, que es cuando han comenzado el resto, no llegamos. Al espacio que nos deja el Ayuntamiento hemos venido ya con la estructura montada».
Durante estos últimos días, se afanan en las tareas de pintado y decoración de la carroza. Y por allí se pasan padres y madres empeñados en echar una mano a los más profesionales del grupo. Todo un trabajo cooperativo para sacar adelante este sueño.
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