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EL CORREO entra en las imponentes entrañas del pantano de Ullibarri
Señalado por la gran crecida del Zadorra, sus guardianes se defienden: «Frenamos inundaciones, no las provocamos»
Los ojos nos traicionan cuando observamos la inmensa cascada que mana del desembalse de Ullibarri. La mirada se nos escapa de forma irremediable a ese espectacular salto artificial al Zadorra, que alivia la balsa que abastece a Vitoria y el Gran Bilbao. Apenas reparamos en la pequeña puerta metálica que se encuentra a escasos metros de la primera compuerta. Esa lámina de chapa esconde la parte más esencial de todo el pantano. Ante esa imponente vista, es casi imposible imaginar todo lo que allí se cuece, la monstruosa infraestructura que esconde o la tensión vivida en las horas críticas de las inundaciones de hace quince días, que anegaron varias localidades del norte de Vitoria.
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EL CORREO ha accedido a la presa gestionada por Iberdrola. Sobre las cabezas de sus guardianes (es un decir) llegó a haber cerca de 140.000 millones de litros de agua el pasado 11 de diciembre. Casi 50.000 piscinas olímpicas. Un mar de agua dulce. Eso es justo lo que contienen los contrafuertes y las compuertas de la presa. Pero incluso cuando el embalse se queda a unos pocos centímetros de desbordarse, como en las últimas inundaciones, esa exigua diferencia es engañosa, ya que la Mesa del Zadorra en la que participan la Confederación Hidrográfica del Ebro, la Agencia Vasca del Agua e Iberdrola no sólo regula el nivel de Ullibarri, sino también el de Urrunaga de forma conjunta. Además, la central hidroeléctrica de Undurraga también contribuye a expulsar el excedente de agua. Según los expertos, sin ese tercer desagüe, Ullibarri «habría superado el 100%» de su capacidad.
La imagen del exterior es la de una mole de hormigón. Pero la presa es hueca por dentro. El largo túnel que conecta los patios tiene cerca de 1,70 metros de alto, lo que dispara aún más el contraste con la abrumadora altura hasta llegar a sus aberturas. Hasta ellas se accede por una larga escalera en el interior, o por una trampilla desde la pasarela superior para accionar los sistemas. El sonido de la caída apenas se percibe en los extremos del interior. En el exterior, es un estruendo que hace casi inaudible cualquier conversación a un tono moderado. Es entonces cuando uno repara en el grosor de la 'muralla' de hormigón, revestido de piedra caliza, que frena el avance del agua desde hace casi 70 años (se inauguró en agosto de 1958). El proyecto original, sin embargo, está a punto de cumplir 90 años (1934). ¿Y cuál es entonces la vida útil de la presa? No será necesario empezar a pensar en ello «como mínimo, hasta 2056». «Actuamos como escudo contra las inundaciones, no las provocamos», defiende Francisco José López Martínez, jefe de Generación Hidráulica de Cuenca Norte. De hecho, en el momento más extremo de la riada, Ullibarri soltó 93.000 litros de agua por segundo, mientras el pico de entrada en los embalses de Barazar (Ullibarri y Urrunaga) eran más de 400.000 litros por segundo. En esos momentos, el Zadorra habría tenido que soportar «cuatro veces más» agua de la que recibió si la presa no existiera. No obstante, el hecho de que las compuertas pudieran 'digerir' la expulsión de ese volumen no significa que el Zadorra y las poblaciones de su alrededor lo hagan. «Es lógico y comprensible que se piense que la culpa de las inundaciones es del embalse. Porque ves las siete compuertas abiertas y que el agua cae sin parar. Aguas abajo estás convencido de que es culpa del embalse. Pero entre Ullibarri y Urrunaga solo generamos el 62% del agua que llega a Vitoria», explica el experto.
El agua que sueltan los embalses son el 62% del cauce del Zadorra. El resto viene de lluvias y de otros afluentes. Las vaguadas inundables, las pantallas de tierra y vegetación y otras actuaciones reducen los riesgos de inundación. La mayoría de ocasiones evitan que, en situaciones extraordinarias, el agua llegue a la ciudad.
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