John Dee fue el principal consejero de la reina de Inglaterra. Su figura inspiró a Shakespeare; influyó en James Bond; y sus consejos fueron cruciales en la derrota de la armada invencible. Este erudito tenía un arma secreta, un 'espejo mágico' que acaba de desvelar su último misterio: su origen.
Era uno de los sabios más respetados de Inglaterra. Asesor científico de la reina Isabel I, dueño de la mejor biblioteca del reino, experto en griego, latín, matemáticas, astronomía, medicina y criptografía, a John Dee todos estos saberes se le habían quedado pequeños. Quería más.
Su sueño era llegar a hablar con los ángeles para aprender el lenguaje universal de la creación y lograr la unidad de los humanos antes del juicio final. Y creyó lograrlo utilizando un extraño objeto: un 'espejo mágico', una pieza extraordinaria de obsidiana pulida.
A lo largo de su vida, este asesor de la reina acumuló una gran cantidad de libros y una rara colección de objetos para la alquimia y la adivinación, entre los que el 'espejo mágico' de obsidiana era su pertenencia más querida. En aquellos años, los europeos creían que los espejos tenían poderes mágicos, lo que llevó al erudito inglés a utilizar el suyo para intentar establecer contacto con las criaturas celestiales.
John Dee fue un reputado matemático, astrólogo y científico inglés del siglo XVI muy aficionado a la magia y la alquimia. Tenía un raro espejo de obsidiana de origen azteca que utilizaba, según decía, para hablar con los ángeles. Fue consejero de la reina Isabel I de Inglaterra.
Ese espejo de vidrio volcánico que John Dee consideraba lleno de poderes mágicos y utilizaba a modo de bola de cristal acaba de ser analizado. Se sabe ahora con certeza que fue fabricado hace más de quinientos años por artesanos del Imperio azteca. Lo ha desvelado un equipo de investigadores de la Universidad de Mánchester dirigido por el arqueólogo Stuart Campbell. Han utilizado un escáner de fluorescencia de rayos X para examinar este valioso objeto y otros tres similares que actualmente alberga el Museo Británico de Londres. Los investigadores han podido determinar que su obsidiana proviene de la región de Pachuca, en el centro de México.
Solo se conocen 16 espejos similares y todos ellos pertenecieron a la élite del Imperio azteca, conquistado por los españoles a principios del siglo XVI. Los sacerdotes mexicas se valían de ellos para la adivinación y para establecer contacto con el mundo de los espíritus.
Las gentes que habitaban el valle de México, donde se asentaban las ciudades de Teotihuacán, Tula y Tenochtitlán, creían que la superficie oscura y apenas reflectante de la obsidiana negra capturaba el alma de una persona y protegía contra los malos espíritus. Los largos cuchillos que utilizaban los sacerdotes para extirpar el corazón de los sacrificados también eran del mismo material, lo mismo que los puñales y otras armas. Esta roca volcánica era tan abundante en México que la usaban para casi todo, por lo que tenía más valor que el oro.
John Dee creía que su valioso espejo podía ayudarlo en sus muchas actividades. Porque este erudito no solo era consultor de la reina: también fue espía. Con ese fin, Isabel I lo envió a la Corte de Rodolfo II de Habsburgo, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Cuando escribía a su reina, Dee firmaba sus cartas como '007'. Los dos ceros simbolizaban los ojos de la monarca (sus misivas eran «solo para sus ojos») y el siete era el número de la suerte del alquimista. Este sabio renacentista favoreció la creación del primer servicio de inteligencia inglés, y siglos después su firma fue adoptada por el escritor Ian Fleming para designar el nombre en clave de su personaje más famoso: el agente secreto James Bond.
El 'espejo mágico' hizo un largo camino para llegar a Europa. Algunas versiones cuentan que William Pickering, embajador inglés en la corte del emperador Carlos V, lo adquirió en Bruselas para regalárselo a Dee. Otra posibilidad es que los piratas o corsarios ingleses que surcaban las aguas del Caribe interceptaran un buque español con oro y joyas procedentes de México, entre las cuales habría estado el espejo. Así, la valiosa pieza de obsidiana podría haber llegado a Inglaterra, donde la habría comprado John Dee.
Otros aseguran que el espejo perteneció al rey español Felipe II, al que también le atraían la alquimia y otros saberes ocultos. Al parecer, el príncipe español conoció a Dee cuando viajó a Londres para casarse con la reina de Inglaterra María Tudor, hija de Enrique VIII y Catalina de Aragón. Dicen que Felipe II quedó tan encantado con el horóscopo que le hizo el sabio inglés que le regaló el valioso espejo azteca.
Pero lo más probable es que Dee lo comprara en Lovaina o durante su estancia en Bohemia a principios de la década de 1580. Dado el interés que mostró por los descubrimientos españoles en el Nuevo Mundo, es posible que el erudito inglés fuera consciente de la importancia que tenía la obsidiana en los rituales religiosos y mágicos de los aztecas.
En su época, la alquimia y la ciencia a menudo iban de la mano. Y a Dee todo le interesaba. Había nacido en 1527 en una familia cortesana de Londres. Cuando cumplió los 15 años comenzó sus estudios en Cambridge, donde dio muestra de su voraz apetito por el conocimiento. Dormía solo cuatro horas y pasaba el día estudiando.
A los 20 años fue invitado a la Universidad de la Sorbona para impartir una conferencia de álgebra que fue todo un éxito. Allí presentó los signos de las operaciones matemáticas: el '+' de la suma, '-' de la resta, 'x' de la multiplicación y el '÷' de la división. Desde entonces acudía con regularidad a otras instituciones educativas europeas, donde llenaba las aulas gracias a su oratoria. Firmó más de 80 trabajos académicos y desarrolló sistemas de navegación y estudios meteorológicos que ayudaron a la superioridad naval de Inglaterra. Enseñó los secretos de la orientación a través de las estrellas a los marineros que más tarde conquistarían nuevos territorios para la Corona isabelina. Contribuyó a la expansión del Imperio británico, un concepto que, según afirman algunos historiadores, acuñó Dee.
Y dicen que su intervención fue decisiva en la victoria británica ante la Armada Invencible de Felipe II. La leyenda cuenta que Dee aconsejó a los almirantes ingleses mantener la flota amarrada. Gracias a sus conocimientos de meteorología, Dee predijo que se desataría una potente tormenta y aconsejó mantener a resguardo los navíos ingleses. Hubo quien aseguró que en realidad formuló un conjuro para acabar con los navíos españoles. Tan unida iba su faceta científica a la esotérica que algunos estudiosos afirman que su figura inspiró el personaje de Próspero, el mago de La tempestad, la obra de William Shakespeare, que fue coetáneo suyo.
Su destino se torció con la muerte de Isabel I. Su sucesor en el trono de Inglaterra, Jaime I, le cerró las puertas de palacio e hizo todo lo posible para desprestigiarlo y arruinarlo. Dee falleció en 1608, momento en que su 'espejo mágico' fue a parar a manos de John Pontois y, después, a la colección de los condes de Peterborough.
El espejo volvió a aparecer en 1770, cuando fue adquirido por el escritor y arquitecto Horace Walpole. No es extraño que le fascinara este vidrio volcánico relacionado con la magia y el ocultismo, ya que Walpole fue el autor de El castillo de Otranto, una de las primeras novelas de terror gótico. A su estuche añadió una etiqueta escrita que decía: «La Piedra Negra con la que el doctor Dee solía llamar a sus espíritus». Tras su muerte, el espejo fue subastado al menos cuatro veces antes de que lo adquiriera el Museo Británico en 1966, donde es una pieza muy popular.
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