Jueves, 27 de Noviembre 2025, 12:52h
Tiempo de lectura: 3 min
Para una parte de la población norteamericana, especialmente para aquellos que se alimentan de la incomprensible certeza de que todo está conectado (digamos, el sector más entregado a la mitología conspiranoica y a la gorra roja con las siglas MAGA bordadas en blanco), estos documentos son la Piedra Rosetta. Pasan días con el ceño fruncido, buscando entre e-mails y dosieres y documentos la prueba irrefutable de que la Tierra es plana, o de que la subida del precio del gas tiene un origen reptiliano y no solo económico. Un día se publican 23.000 documentos y se deja caer que existen miles más, con lo cual ya los tenemos más en ascuas que nunca.
«Buscan con una saña que me resulta incomprensible las pruebas fehacientes (¡como si hicieran falta!) de que el presidente que han elegido por segunda vez es un sobón rijoso y cosas peores»
Es su necesidad vital: el mal debe ser complejo, el complot debe ser profundo. No puede tratarse solo de un monstruo rico y repugnante y sus no menos repugnantes amigos de Mar-a-Lago intercambiando recetas de viagra y chistecitos baratos. No.
Debe haber una clave oculta, una referencia a los templarios o a los masones, una coordenada satánica que solo ellos pueden desentrañar. Buscan también con una saña que me resulta incomprensible las pruebas fehacientes (¡como si hicieran falta!) de que el presidente que han elegido por segunda vez es un sobón rijoso y cosas peores.
Y ahí reside la ironía, porque al excavar con esa fe ciega del devoto se toparán con la verdad más desoladora y, a la vez, más absurdamente humana. Porque estoy convencida de que si uno bucea lo suficiente en ese laberinto de desazón y jet lags corporativos, entre los miles de transcripciones de conversaciones aburridas de machos elogiándose mutuamente la hombría, encontrarán anexos que son la quintaesencia de lo inesperado. En la carpeta 7G, por ejemplo, más allá de los diagramas de offshores y las agendas de contactos, donde si no estás no eres nadie, van a encontrar el Archivo de lo Perdido. Así es: la vasta infraestructura de Epstein no solo movía personas y dinero, sino que, de alguna manera, se convirtió en el sumidero universal de todo lo que la humanidad ha extraviado.
Todos los paraguas negros abandonados en los autobuses, en los cines, en las salas de espera de los dentistas, sin que nadie volviera a buscarlos, humillados por su inutilidad en el primer rayo de sol. Todos los guantes sueltos que cayeron de un abrigo mientras la mano que los llevaba respondía un mensaje urgente. El guante derecho buscando eternamente a su compañero zurdo. Y, por supuesto, cada calcetín huérfano que una lavadora en cualquier punto del planeta se tragó para siempre, dejándolo solo con la certeza de que nunca más volvería a formar pareja.
Buscan la prueba del control mental global, la tienda de kebabs que vino a sustituir a la pizzería desde donde los demócratas traficaban con bebés, la fórmula de la inmortalidad o el código cifrado que active la próxima pandemia. Pero lo que van a encontrar es esto: la prueba de que, incluso en el centro de la maldad, el universo solo se preocupa de acumular las pequeñas minucias. Un catálogo de despidos y pérdidas cotidianas.
Es la verdad más aburrida y real: el mundo es caótico y tu calcetín rojo, al final, no estaba en el Deep State, estaba en los Epstein Files.
-
1 Pódcast | Sexo y pasión en la corte: la vida íntima de los reyes de España
-
2 ¿Quién mató a Matthew Perry? Así fueron sus últimos días
-
3 Lujo, videojuegos y un intento de asesinato, el oscuro exilio del exdictador sirio en Moscú
-
4 El cartón es el nuevo termómetro de la economía
-
5 ¿Me debo preocupar si me levanto por la noche a hacer pis?
-
1 Pódcast | Sexo y pasión en la corte: la vida íntima de los reyes de España
-
2 ¿Quién mató a Matthew Perry? Así fueron sus últimos días
-
3 Lujo, videojuegos y un intento de asesinato, el oscuro exilio del exdictador sirio en Moscú
-
4 El cartón es el nuevo termómetro de la economía
-
5 ¿Me debo preocupar si me levanto por la noche a hacer pis?