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Así va a revolucionar el GPT-3 la educación Inteligencia artificial ¿El fin de las redacciones, los TFG, las tesis... y hasta los deberes?

¿Cuántas veces has deseado que la redacción que te ha pedido el profesor o el trabajo que tienes que entregar a fin de curso lo hiciese otro? Pues bien, tu deseo se ha cumplido. El “otro” se llama GPT-3 y es una inteligencia artificial que va a dar un vuelco al sistema educativo. Su capacidad de crear textos que replican la redacción humana es tan genial como alarmante. Y no es solo una potencial herramienta para tramposos. Requiere repensar de nuevo cómo aprendemos y cómo evaluamos.

Jueves, 29 de Diciembre 2022

Tiempo de lectura: 5 min

Son las siglas de moda: GPT-3. Corresponden en inglés a Generative Pre-trained Transformer y es un modelo predictivo de lenguaje desarrollado por la empresa OpenAI, que usa inteligencia artificial de aprendizaje profundo para simular la redacción humana. Vendría a ser como el corrector de mensajes que completa la palabra que estás escribiendo, pero mucho más listo. No solo completa una palabra o una frase; es capaz de completar un texto muy largo y hacerlo con una calidad alta.

Es decir, si le damos un contexto, una indicación, GPT-3 será capaz de hacer el resto de la tarea. Si empezamos a escribir una entrada de un blog o un ensayo, puede completar el blog o el ensayo. Y si le damos indicaciones sobre el contenido de un poema, un guion, una canción, un artículo, también puede hacerlo.

«Hazme —por ejemplo— una redacción de 500 palabras sobre las principales consecuencias de la Primera Guerra Mundial», un ejercicio que piden muchos profesores. GPT puede hacerlo en segundos.

Las redacción de textos elaborados tras una investigación es una herramienta básica para evaluar. Toda esa tradición académica está a punto de ser trastocada

Y, lo que no es menos importante, lo hace sin ningún problema de plagio; la inteligencia artificial no se repite.

Por eso, por su capacidad para comprender y generar texto humano, GPT-3 ha revolucionado Internet y está disparando las expectativas en torno a la inteligencia artificial (IA). Por supuesto va a afectar a todos los trabajos y negocios que impliquen la creación de 'inputs' informativos, pero lo que va a revolucionar radicalmente es la educación.

Los ensayos, las redacciones de primaria y, después, los trabajos de fin de grado y de máster —e incluso las tesis para los doctorados— son el eje de los sistemas educativos y la herramienta básica a la hora de evaluar carreras y asignaturas, especialmente las llamadas 'de letras'. Y lo han sido durante generaciones. Es la forma en que se enseña a los niños a investigar y escribir. Toda esa tradición está a punto de ser trastocada desde sus cimientos, alertan los expertos.

Mike Sharples, profesor del Reino Unido, fue uno de los primeros en utilizar GPT-3 para escribir un ensayo que él mismo planteaba a sus alumnos y en alertar sobre el resultado. El ensayo merecía un notable. Había párrafos de relleno y construcciones gramaticales cuestionables, pero también los hay en la mayoría de los trabajos de los estudiantes, explicaba.

Los estudiantes no creen estar haciendo trampas. Lo comparan con el corrector. Las normas sólo prohíben que otra persona haga el trabajo por ti. GPT-3 no es «otra persona», es un programa

Sharples instaba a los educadores a «repensar la enseñanza y la evaluación» a la luz de la tecnología, que, según él, «podría convertirse en un regalo para los estudiantes tramposos, o en un poderoso asistente para la enseñanza o en una herramienta para la creatividad».

Y no estamos hablando del futuro. En mayo, un estudiante de Nueva Zelanda confesó en un periódico estudiantil que utilizaba inteligencia artificial para escribir sus trabajos, justificándolo como una herramienta comparable con el corrector ortográfico: «Tengo los conocimientos, tengo la experiencia, soy un buen estudiante, voy a todas las clases y leo todo lo que tenemos que leer, pero en cierto modo sentía que se me penalizaba porque no escribo con elocuencia y no me parecía correcto», alegaba.

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Así funciona. Usar el GPT-3 requiere registrarse en la página oficial de OpenAI. Se accede a la app específica del generador de textos y, una vez en ella, en el 'playground' o campo de juegos, solo hay que pedirle a la inteligencia artificial que realice una tarea: se escribe y se presiona 'submit'. Se comunica en varios idiomas, entre ellos, el español. La cuestión planteada puede ser sencilla. O más compleja, como este ejemplo de sus propios creadores desafiando a la IA a responder al sentido de la vida. La respuesta aparece sobre fondo verde. Se puede repreguntar o adaptar la orientación de la tarea cuantas veces sea necesario y la IA cambia o mejora la respuesta.

Los estudiantes no tienen la sensación de estar haciendo trampas, destacaba la revista The Atlantic en un artículo analizando el problema, porque las normas de la universidad sólo prohíben que otra persona haga el trabajo por ti. Y el GPT-3 no es «otra persona», es un programa.

Por si fuera poco, hay otra inteligencia artificial hermana de esta, el ChatGPT, que es todavía más sencilla y que responde a todas tus inquietudes —pongamos, las preguntas que te hace el profesor— con elocuencia y raciocinio. Puede que con más que el que tú mismo tienes... ¿Hay realmente algo de sentido en mandar tareas para casa cuando puedes preguntar al chatbot y te escribe hasta la redacción que te han encargado en el colegio?

OpenAI ya ha desarrollado un programa para detectar los textos creados por su propia inteligencia artificial. El problema es que GPT-3 avanza mucho más rápido que sus detectores

Obviamente esto va a afectar a numerosos trabajos, pero para la vida académica es radical. Y ¿cuánto van a tardar los estudiantes en descubrir estos generadores de texto que, además, mejoran cada día? Si no los han descubierto ya, muy poco, vaticinan los expertos en educación. Los profesores tardarán un poco más en reconocerlo. Y la administración es probable que una eternidad en hacer algo al respecto.

Pero la inteligencia artificial generativa o creativa ya está aquí. No solo está en ello, y con gran éxito, la empresa OpenAI. Google ya está trabajando en nuevos generadores de texto a partir de DeepMind. Y en el sector se habla de radicales cambios cualitativos en los próximos dos años.

No es que los creadores de este tipo de programas tengan una vocación 'antisistema'. De hecho OpenAI tiene como 'misión' «asegurar que la inteligencia artificial beneficie a toda la humanidad».

Prueba de que no quieren saltarse la reglas es que la propia OpenAI ha creado un detector de textos generados por su inteligencia artificial. El problema es que GPT-3 avanza más rápido que sus detectores. Mucho más. Así que lo que proponen sus creadores es incluir el GPT en las aulas, hacerlo expreso, enseñar a usar la herramienta. Pero, claro, eso de nuevo coloca la exigencia sobre los profesores; es otra vuelta de tuerca a la actualización de sus prácticas educativas, algo que no muchos están dispuestos a aceptar, especialmente porque consideran que su trabajo no está reconocido ni, menos aun, bien remunerado.

Mientras tanto, los estudiantes de todo el mundo se registran ya en OpenAI para acceder a sus 'sabios' generadores de texto e imágenes. Y cuando más practican con ellos, el GPT-3 se vuelve más 'listo', porque aprende con cada experiencia. El GPT-4 está a la vuelta de la esquina... de su colegio.