Actuar con naturalidad y ante todo ser uno mismo son las claves básicas.
Cómo sobrevivir a las cenas de empresa

No vomitarás en el coche de tu jefe

Algunos consejos para salir airoso de las cenas de empresa que proliferan estos días. «Evita los chupitos, come bien, alterna alcohol y agua», dicen los expertos en etiqueta

CARLOS BENITO

Miércoles, 19 de diciembre 2012, 18:37

Cuentan algunos estudiosos de las religiones que Satanás, envidioso de que el mundo celebrase todos los años el nacimiento de Jesucristo, inventó las cenas de empresa para fastidiar la experiencia a los seres humanos. En realidad, también deben de ser cosa suya los anuncios de perfumes y de juguetes y las galas televisivas de Navidad (este año, a falta de Raphael, la cadena pública nos ofrece a Miguel Bosé, otro que luce un cierto aire mefistofélico), pero aquí nos vamos a centrar en las cenas de empresa, un campo de minas capaz de destruir en unas pocas horas los prestigios y porvenires que se han cultivado con esmero durante años. El sentido común es una herramienta poderosa para protegerse frente a sus oscuras amenazas, superada solo por la opción drástica de no acudir al sarao: conviene no perder de vista el hecho de que un jefe siempre es un jefe, aunque en este momento sonría de manera desconocida gracias a la botella y media de crianza que se ha pimplado durante la cena, y también hay que recordar que al día siguiente habrá que fichar junto a esos compañeros que te han visto perpetrar un desenfrenado Gangnam Style. En realidad, Satanás se ha superado a sí mismo inventando también las redes sociales, así que para la mañana ya se habrá deleitado con tu garboso baile el planeta entero.

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Los editores británicos Debretts, una autoridad en cuestiones de etiqueta, han preparado unos consejos para superar airosamente estos encuentros de hermandad. Se trata de la casa que publica la guía genealógica de la aristocracia inglesa, así que se les supone cierto conocimiento de las buenas formas y, dado el campo de su especialidad, también de los excesos alcohólicos. «Por debajo del brillo de las celebraciones festivas y la camaradería de las despedidas se esconde la realidad de que estás socializando con colegas bajo la mirada vigilante de quienes se encuentran más arriba en la cadena alimentaria», resumen. Sus reglas para estas situaciones tienen un punto de partida básico: acudir a la cena «bien vestido y pulcro», aunque la verdad es que eso segundo conviene hacerlo todos los días, porque en caso contrario ya no quedará ningún prestigio que salvaguardar.

A partir de ahí, recomiendan mezclarse con los compañeros (no queda bien encastillarse junto a cuatro amigotes en un extremo de la mesa) y «comportarse de manera animada, pero sabiendo donde trazar la raya», ya que «cotillear, propagar rumores o confesar tus pecados» en este entorno constituye un error mayúsculo y a veces irreparable. El trabajo es un pésimo tema de conversación, como la religión y la política pero todavía más aburrido. No conviene soltarle a nadie los reproches acumulados durante meses, aunque estéis compartiendo la ensalada de ventresca, y hay que tener mucho cuidado con los extremos: aprovechar la cercanía del jefe para pelotearle con especial dedicación suele acabar indignando a los compañeros; aprovecharla para propinarle un demoledor directo a la mandíbula suele indignar al propio jefe.

«Recuerda lo esencial: evita los chupitos, come bien, alterna alcohol y agua. Diviértete y tómate unas copas, pero no te conviertas en la víctima de la que todo el mundo hablará (y de la que todos se reirán) al día siguiente», apuntan los expertos en protocolo de Debretts, que hacen especial hincapié en los peligros de lanzarse a flirtear en esas circunstancias. «No permitas que la afabilidad degenere en sordidez», alertan. Por supuesto, una retirada a tiempo puede librarnos de muchos posibles bochornos, como el desvanecimiento en pista de baile, el striptease con chapoteo en fuente pública o la vomitona en noble automóvil de jefazo: «Si notas que la bebida te está pasando factura, presta atención a las señales de alarma. Al día siguiente no te arrastres al trabajo tarde y con resaca ni mucho menos finjas una enfermedad: es una imperdonable falta de profesionalidad», concluyen los británicos. Aunque estos señores no lo digan, habrá que recordar también que una cena de empresa, por mucha pereza que dé y muy mal que pueda acabar, se ha convertido en toda una bendición en esta sociedad reducida a escombrera, cuando tantas personas no tienen empresa y algunas, ni siquiera cena.

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