Jonathan Richman es el niño eterno del rock and roll pese a su edad.
Mañana en el kafe antzokia

Un niño de 60 años

Jonathan Richman trae sus canciones y sus sonrisas a Bilbao y Zarautz

CARLOS BENITO

Martes, 20 de marzo 2012, 19:11

Resulta sorprendente que Jonathan Richman tenga ya 60 años. Físicamente se le ve bien: al fin y al cabo, su otra ocupación en la vida es fabricar hornos de piedra, así que no es de extrañar que no le haga falta correa para sostener la guitarra. Y en cuanto al carácter, en fin, probablemente Jonathan Richman nunca se ha portado como se esperaba de su edad. Él es el niño eterno del rock and roll, un tipo encantador de sonrisa deslumbrante que escribe canciones sobre los temas que le interesan (mujeres vampiro, fiestas, pintores, helados, pero también la muerte de una madre o el amor tratado sin coartadas ni rodeos) y que desconcierta a los periodistas con respuestas brevísimas, confusas o simplemente inexistentes, como un crío torpe que prefiere encerrarse en sí mismo cuando no está en el escenario.

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Nadie lo diría al contemplar uno de sus conciertos de las últimas décadas, pero Richman es uno de los principales antecesores del punk. A los 18 años, escuchar a la Velvet Underground le provocó tal conmoción que abandonó inmediatamente su Boston natal y se marchó a Nueva York, donde intimó con Lou Reed y compañía. Ese fue el primer paso hacia la creación de los Modern Lovers, su grupo de los primeros 70, que actualizaba y proyectaba al futuro el sonido bravo y sin pulir del rock and roll de los 50. Pero no pasó mucho tiempo hasta que Jonathan Richman decidió prescindir del ruido: la música, argumentó con esa lógica suya, nunca debería dañar los oídos de un bebé, así que desde entonces se ha consagrado a otro tipo de intensidad, de un minimalismo casi monacal, adecuado a su radical falta de pretensiones.

Fuera de su círculo de fans, uno de los más entregados que existen, el público suele conocer a Jonathan Richman por su participación en la película Algo pasa con Mary, donde hacía las funciones de coro griego: sus canciones servían de comentario a la desternillante acción, y él mismo aparecía junto a su batería y percusionista habitual, el imperturbable Tommy Larkins. Con él viene también a Bilbao y Zarautz, donde no faltarán sus descaradas canciones en castellano -Vampiresa mujer está entre las más recordadas-, sus asombrosos bailes y sus parlamentos cómicos, pero, a poco que se ponga serio, también se hará presente esa sensación agridulce de que el mundo sería mejor con más niños grandes así.

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